viernes, marzo 29

Nunca grites el gol antes de que la pelota entre

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Humor Político – Nota extraída de Clarín por Alejandro Borensztein.

Alberto Fernández sorprendió al declarar: “No creo en los planes económicos”. Los bonistas dudan de que, cuando llegue el 2023, tengamos la mosca para pagarles.

Alberto Fernández, durante su paso por la cancha de Argentinos, club del cual es hincha. (Foto Marcelo Carroll) las más leídas

Antes que nada, lamentablemente debemos llamarle la atención al presidente uruguayo Lacalle Pou que en las últimas semanas se mandó un raid por diversos medios argentinos exhibiendo, una vez más, las virtudes de la dirigencia oriental.

Como nos viene pasando desde la época de Sanguinetti, otra vez un presidente uruguayo nos vuelve a abrumar con esa clásica ostentación de sentido común, acuerdos políticos, convivencia democrática, madurez institucional y capacidad de gestión. Todos sabemos que este mundo es injusto y que a veces unos reciben mucho y otros reciben muy poco. Pero a ellos, Dios los premió con Battle, Tabaré dos veces, Mujica y ahora Lacalle Pou, y nosotros ligamos a Néstor, Cristina, el Gato y ahora a Tío Alberto. Ok, en la vida hay que saber perder. Pero tampoco es de buen hermano rioplatense andar refregándonos estatura política por la cara y después dejarnos calentitos y con las ganas.

Siempre la misma historia. Vienen, nos muestran todo lo bueno que son y se van. Nos histeriquean. No es justo. ¡Llévennos con ustedes, carajo! ¡Vengan a buscarnos, macho! ¿Querías 200.000 argentinos, Lacalle? Tengo, por lo menos, 20 millones de argentos para ofrecerte, ya mismo, dispuestos a hisoparse hasta el upite con tal de zafar de las bestias peludas que nos gobiernan desde hace años.

Por favor, organicen un Dunkerque del Río de la Plata y vengan a rescatarnos a todos de una buena vez, si son tan amables. En todo caso, si quieren, después les entregamos los puntos en las Eliminatorias. Y si hace falta, también les reconocemos que Gardel era uruguayo, total a esta altura da lo mismo. ¿Está bien así? Gracias. Apurate bo.

Dicho esto, vamos a lo importante.

Esta semana sorprendió el presidente Alberto Fernández cuando el domingo pasado declaró: “No creo en los planes económicos”.

Vamos a ser claros. Esa frase la podés decir si sos un capo que la rompiste toda después de hacer crecer a toda máquina el PBI, las exportaciones, las inversiones y las reservas del Central mientras derrumbás el desempleo, la pobreza y la inflación; y si además lo hiciste ninguneado a los keynesianos, dejando en ridículo a los liberales y pegándole un portazo a los estatistas. Con todo ese éxito encima, recién ahí podés aparecer en la tapa de la Rolling Stones con un habano en la mano, apoyado en una Harley Davidson y el titular del año “Alberto Fernández: no creo en los planes económicos”.

Por supuesto, nadie duda de que al final lo va a lograr. Pero todavía no pasó. Es más, por ahora no embocó una.

Lo más loco de este asunto es que se supone que Tío Alberto es futbolero. Y sin embargo, desde que llegó al gobierno no para de violar una ley de oro: nunca se grita un gol antes de que la pelota entre. Me extraña, araña.

Por suerte la frase “no creo en los planes económicos” la dijo en el Financial Times, un diario que sólo leen los presidentes y ministros de otros países, los banqueros del mundo, los inversores globales y los CEO de las grandes compañías internacionales. Toda gente que acá no vota.

Pero igual es muy raro. Es como dar una nota al Olé y decir que no creés en los entrenamientos y que preferís que los sábados tus jugadores vayan al boliche y el domingo salgan a la cancha a improvisar y humillar a rivales.

En el fondo, todos sabemos que Tío Alberto no dijo la verdad. Él sabe perfectamente que un plan económico es fundamental pero no puede decirlo porque cuando anunciás un plan económico definís un rumbo. Elegís un camino. Decidís qué cosas vas a hacer y qué cosas no vas a hacer.

En otras palabras, anunciás un proyecto que hace feliz a Cristina y acá no invierte ni el loro o anunciás medidas que incentivan la inversión pero que inmediatamente disparan un misil tierra-tierra que sale del Instituto Patria y en 20 segundos impacta en el despacho presidencial de la Rosada. Por eso el Presidente dice que no cree en los planes económicos. No es ignorancia, sino instinto de supervivencia.

Esa misma falta de plan es la que también ha venido complicando la negociación con los tenedores de bonos. Una negociación que posiblemente él quiera cerrar pero que en la sala de misiles del Patria preferirán que no.

Veamos un ejemplo práctico para entender mejor.

Supongamos que usted tiene un cuñado al que le prestó 300.000 pesos para ampliar la ferretería y hace 6 meses que Tito debió haberle devuelto la guita pero no pudo. El tipo le está pidiendo más plazo, por ejemplo dos años, y a usted no le va a quedar más remedio que bancarlo o mandarle un abogado para que le ejecute la hipoteca del derpa que le firmó a cambio del préstamo.

Como Tito está casado con su hermana, usted no quiere que sus sobrinos se queden sin casa. Pero para darle más pedal, hace falta que Tito le demuestre cómo va a hacer para juntar la guita da acá a dos años. Para eso usted le exige un plan.

Lo más grave del asunto es que, mientras negociaba con su cuñado, descubrió que el tipo cambió el Palio 2011 que ya tenía 100.000 kilómetros por un Toyota 2018 con 25.000 km. Lo mismo le estuvo pasando al gobierno con la deuda.

Como no hay un plan concreto (ya hemos explicado por qué) los bonistas dudan de que, cuando llegue el 2023, tengamos la mosca para pagarles. Temen que para entonces, el presidente Máximo (es el que toca en la sucesión monárquica), les diga otra vez que no puede garpar. Para colmo sospechan que, de aquí al 2023, el kirchnerismo también va a cambiar el Palio.

Como ve, amigo lector, con una simple frase de Tío Alberto podríamos escribir 20 páginas. En realidad, una frase menor si la comparamos con la que dijo el albertismo de los viernes en relación al gobierno de Macri: “Vivimos cuatro años de una pandemia sin virus”. Tremenda.

Otra gran frase si no fuera que Alberto, entre 1989 y 1995, fue funcionario de la pandemia que llevó el desempleo del 7% a 20%. Y si no fuera que también se pasó 10 años denunciando lo patética (según sus propias palabras) que resultó la pandemia que sufrimos entre 2008 y 2015 para terminar en 2019 asociándose con el virus.

Entre la frase del domingo y la del viernes pudimos disfrutar de otra joyita. Dijo el ministro de Salud de la provincia de Buenos Aires, el Gran Gollán (otro crack cuyo descubrimiento debemos agradecer al coronavirus) en relación a los pacientes contagiados que se internan en Tecnópolis: …“los que se van de alta se quieren quedar unos días más porque es hermoso, cantan, se divierten y hacen karaoke”… (textual Radio10).

La última vez que escuché una frase parecida fue en 1982, durante la guerra de Malvinas, cuando uno de aquellos generales del orto declaró que los soldados no tenían ningún problema con la provisión de comida y que “algunos soldados hasta van a volver con algunos kilitos de más porque comen mejor que en sus casas”. Posta, ver en Youtube el famoso reportaje del noticiero “60 Minutos” de Canal 7 de aquella época.

Tiempos difíciles para la mesura y el sentido común.

Che Lacalle, no te olvides de nosotros, ¿ta?