Nota extraída de Clarín por Ricardo Roa
Sergio Massa se sumó al nuevo relato: Juntos por el Cambio trae ajuste con represión. Y chicaneó a Rodríguez Larreta con el suicidio de Favaloro. Otra vez la farsa de la argentinización de YPF. El kirchnerismo habla de miedo porque hace cosas que dan miedo.
Que fingiendo casualidad, porque uno es gobernador en el medio y el otro en el norte, Kicillof e Insfrán hayan coincidido en que si gana Cambiemos habrá “represión, sangre y muertos”, no es improvisación sino la irresponsable expresión de una campaña fascista.
Kicillof: “La derecha está dispuesta a asesinar gente”. Insfrán: si la oposición gobierna, “habrá derramamiento de sangre”. Uno creyó que la locura que vivió el país en los 70 los había convencido de repudiar toda banalización de la violencia. Pero a fuerza de usarlo y manipularlo, ese pasado para el kirchnerismo nunca está distante.
Para no ir más atrás, arranquemos en la anterior campaña para las presidenciales. Entonces, 3 de noviembre de 2015, no un cualquiera, sino el ministro de Salud de la Nación, el camporista y médico Daniel Gollán, advirtió al país que si ganaba Macri, ganaba el cáncer: se acabarían los tratamientos. Y este abril, Aníbal Fernández, otro oráculo apocalíptico, predijo que si gana la oposición, habrá aquí más cadáveres que en Ucrania. Si no fuera por Gollán y por Aníbal, habría que recordar que Carrió abrió su siempre disponible y graneado fuego amigo. Imaginando una eventual alianza de Macri o de Bullrich con Milei, auguró lo mismo que el kirchnerismo: ajuste brutal y represión.
El caso es que la campaña del miedo suma voceros. Por ejemplo, Sergio Massa, que este domingo, en la tardía inauguración del gasoducto, copió con palabras al carbónico: ajuste con represión. No le piden tanto, doctor Massa. Cristinista de la primera hora, o de la segunda o de la tercera, como todo el mundo sabe, y experto es sesgos y en omitirse, preguntó hipócritamente: ¿cuál Bullrich, la de Montoneros, la que estuvo con Menem?
Sergio Massa, Alberto Fernández y Cristina Kirchner, el domingo en la tardía inauguración del gasoducto. El ministro y la vice cruzaron elogios. El Presidente, al margen. Foto Maxi Failla
Pretenden ser elementales bajadas de línea a los propios, porque en la interna Grabois crece en las encuestas más de lo calculado y, hacia afuera, una desesperada búsqueda para mantener vivo a Milei y polarizar con Bullrich. Pero no se trata solamente de política esto de Massa.
En la campaña sucia metió de pronto a su amigo, que ahora parece no tanto, Rodríguez Larreta, a quien chicaneó de la peor forma por su paso por el PAMI en el gobierno de De la Rúa. Massa sugirió un vínculo de Larreta con el suicidio del cirujano René Favaloro, que hubiese cumplido 100 años esta semana.
Favaloro se mató después de fracasar en los intentos por conseguir ayuda oficial para su fundación, quebrada. Uno de los principales deudores era el PAMI, en ese momento conducido por Larreta. Massa recurrió a la misma chicana de Alberto Fernández cuando dijo: “No le entreguemos el poder a los que manejaban el PAMI cuando Favaloro se suicidó”.
En esa marcha para llegar a ser presidente como sea, Massa visita los programas más ultra K donde reparte porciones especiales de agradecimiento a Cristina que lo ha puesto de candidato. Está haciendo lo que hacía Alberto Fernández cuando fue elegido por ella. Parte del diálogo con Daddy Brieva en C5N, este domingo después del acto en Salliqueló:
-Brieva: Nuestra jefa espiritual una vez más habló bien de vos. ¿Te emocionaste?
-Massa: Sí…
-Brieva: Contame. ¿Por qué?
-Massa: ¿Por qué? Porque… para que estoy tratando de… (toma agua, casi a punto de llorar).
-Brieva: Respirá un poquito…
-Massa: …Yo sentía que se derretía el gobierno, la renuncia de Guzmán, la dificultad económica, la inestabilidad política… y la acusación a Cristina y con muchas movilizaciones contra el gobierno… Sentía que el esfuerzo que habíamos hecho se iba desvaneciendo… Yo la verdad siento una responsabilidad patriótica.
El candidato de Unión por la Patria dijo que asumió como ministro de Economía porque sintió «una responsabilidad patriótica».
Le faltó aclarar qué esfuerzo habían hecho. Había empezado con las flores un rato antes: “Hubo quienes en 2012 tuvieron el coraje, a través del liderazgo de Cristina, de recuperar YPF”. Esa historia puede comenzar en el momento en que cada uno quiera, incluso en los 90, con la privatización de Menem. Pero si no fuera por la montaña de dólares que perdió el país, hubiera sido tan patética como la discusión de la misma Cristina con Macri por Vaca Muerta.
Lo que Massa elogia, al fin, es una farsa monumental. La peor muestra de lo que se puede hacer con el Estado. Cristina y Kicillof comandaron esa estatización de la mitad más uno de YPF que presentaron como una gesta antiimperialista y que el Congreso aplaudió de pie, como si eso fuera cierto. Hubo alguien más que aplaudió y le sobraban verdaderos motivos: Brufau, el presidente de Repsol.
En 2008, los Kirchner le dieron YPF a la familia Eskenazi, dueña del banco de Santa Cruz y Cristina se la quitó cuatro años después. Llamó argentinización a lo que no era otra cosa que un fraude: los Eskenazi compraron sin poner plata propia, sino de la misma YPF. Pagaron las acciones con las utilidades de la empresa. Y eso ocurrió porque Néstor Kirchner, el comprador real, estaba detrás. Su muerte frustró el operativo.
Por alguna razón que sólo ella conoce, Cristina se peleó con los Eskenazi y decidió reestatizar YPF presentándola como una epopeya. Pero habían provocado un desastre: descapitalizaron la compañía, cayeron a pique la producción y las reservas y hubo que salir de apuro a importar. Intentaron cargarle a Repsol el caos que ellos habían causado y el entonces ministro Kicillof le puso un moño al relato: les pagó 5 mil millones de dólares por el 51% después de jurar que no iba a pagar un solo peso, porque eran los españoles los que tenían que pagar.
Es la argentinización más cara de la historia. Y más cara aún por otras dos razones: se emitieron bonos del Estado que pagaban un interés anual de 8,75% en dólares, por lo que finalmente la factura de Repsol supera los US$ 8.000 millones. Y llega a 10 mil si se le suma la deuda residual que dejó Repsol al momento de la nacionalización.
La otra de las dos razones: enceguecida con los Eskenazi, Cristina se negó a hacer lo que debía hacer por ley, una oferta paralela de compra a los accionistas menores. Fuera de YPF y sin los dividendos de YPF, los Eskenazi terminaron en la quiebra y vendieron al fondo de abogados Burford el derecho a reclamar judicialmente una reparación. Hubo ya cinco fallos y la Argentina los perdió todos. En el juzgado de Loretta Preska, en Nueva York, hoy se negocia el monto de la indemnización. Burford dice que espera sacar al menos US$ 6.000 millones.
Hasta ahora, gracias al coraje de Cristina que elogia Massa, ya vamos perdiendo bastante más plata de los US$ 11.500 millones que YPF vale a precio del mercado. El kirchnerismo habla de miedo porque hace cosas que dan miedo.