viernes, abril 19

RIP a los VIP: las urnas castigaron al gobierno de privilegiados en las PASO 2021

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Indudablemente, se vienen cambios en el Poder Ejecutivo porque este gabinete, con este resultado, no está para jugar el segundo tiempo en noviembre. ¿O lo sostendrán igual?

“Algo no hemos hecho bien”, es la primera frase creíble de Alberto Fernández en muchos meses. Quizás por eso, por el divorcio tan atroz entre la agenda discursiva del gobierno y la realidad de los votantes, el peronismo acaba de sufrir la mayor derrota en años y el kirchnerismo, la más grande de su historia.

Ni en 2009, cuando perdió el control de diputados en el Congreso y la provincia de Buenos Aires frente a De Nárváez, había sido vencido por una diferencia semejante y con algo que agrava el resultado: esta vez, a diferencia de 2009 y 2013, el peronismo fue unido.

Dicho de otro modo: con Cristina, con el presidente elegido por Cristina, con Sergio Massa, los gobernadores, mayoría de los intendentes de PBA, los sindicatos y buena parte de los movimientos sociales, con todos adentro, el Frente de Todos, sufrió una paliza histórica.

“Algo no habremos hecho bien”: vacunatorios VIP, Zanini diciéndole al periodista vacunado VIP que no tenía que actuar con culpa “porque vos tenés derecho a eso porque sos una personalidad que necesita ser protegido por la sociedad”, Mayra Mendoza, la intendenta nacional y popular sacándose fotos recién operada desde una habitación del Austral mientras el hospital Iriarte de Quilmes se cae, la fiesta VIP de Fabiola en Olivos mientras todos encerrados. Fue mucho. La sociedad dijo basta de privilegios y sepultó con votos la omnipotencia oficialista: RIP a los VIP.

Un gobierno es lo que le toca, más lo que hace con lo que le toca. A Alberto Fernández le tocó una pandemia. Pero cuestionó la estrategia sanitaria de Suecia con las filminas, retó a los que se angustiaban por la cuarentena y eligió a Putin como proveedor principal de vacunas.

De los 114 mil muertos, miles podrían haberse evitado si llegaban antes las Pfizer que inspiraron la burla de Copani y que recién aterrizaron la semana pasada. “Tanto que pidieron las Pfizer, deben estar celebrando hoy”, dijo el presidente la semana pasada en un acto. “Pidieron”. “Deben”. Ustedes pidieron, opositores. Ustedes deben estar celebrando. “Algo no hemos hecho bien”. Empatizar, seguro que no.

El kirchnerismo perdió en su cuna, Santa Cruz y en su base territorial: la provincia de Buenos Aires. Cristina podría perder el quorum en el Senado y la mayoría en diputados. La vice podrá enojarse con su delegado, el presidente, pero ella tampoco logró conservar poder en los territorios donde más influencia debía tener. La novedad es trascendente: ya no hay un presidente débil. Hay un presidente débil, con una jefa política que quedó débil y dentro de un espacio cuyo volumen político acaba de encoger dramáticamente. Situación novedosísima: si no revierte el resultado en noviembre, el kichnerismo deberá gobernar aún dos años sin votos ni plata. ¿Poner más plata en el bolsillo de la gente de acá a noviembre? ¿Cuánto más se puede emitir sin incendiar la inflación que hoy, antes de las PASO, ya llegaba al 50?

Más preguntas: ¿Cómo reaccionará Cristina? ¿Acelera o frena? No hay antecedentes de frenado. Si se mantiene este resultado en noviembre, ¿hará Alberto Fernández un llamado al diálogo con la oposición?

Tampoco hay antecedentes del kirchnerismo cambiando el rumbo o reflexionando sobre sus ideas. Pero sí existe un hito fallido: en 2009, luego de la derrota, la expresidenta llamó al diálogo. Cristina dijo en 2009 luego de la derrota: “Debemos convocar al más amplio diálogo a todos los sectores. Ya no hay posibilidades de discusiones parciales: es necesario tener la amplitud de convocar y escuchar a todos y ver la viabilidad de las propuestas que los distintos sectores. Debemos iniciar una nueva etapa todos los argentinos”.

Pero el llamado al diálogo fue una trampa. El kirchnerismo sancionó en el Congreso –antes del recambio legislativo- una reforma política donde se prohibían los aportes privados en las campañas electorales, como modo de castigar a De Nárváez, que había sido el verdugo y que venía con su propia billetera. También inició la batalla emblemática: la ley de Medios, apuntada sobre todo contra Clarín, a quien el kirchnerismo culpaba de la derrota. Moraleja: no se acordó nada, fue todo un bluff. El kirchnerismo no es de consensuar. No es el plato de la casa. Hace ya muchos años Diana Conti dijo en una entrevista: “preferimos perder a transigir”.

Indudablemente se vienen cambios en el Poder Ejecutivo porque este gabinete, con este resultado, no está para jugar el segundo tiempo en noviembre. ¿O lo sostendrán igual? Pero la gran pregunta es por otro poder que inquieta a Cristina, el Poder Judicial. Si el gobierno no da vuelta o al menos suaviza la derrota en noviembre, ¿cómo se comportará la justicia, siempre tan sensible a los cambios en el poder? ¿Qué pasará con las causas de corrupción de tantos funcionarios k? ¿Qué supondrá Cristina que puede ocurrir con sus juicios y cómo afectará sus decisiones?

Pero lo más importante del resultado es la regeneración de la expectativa. Una gran parte de la sociedad vuelve a ver un horizonte y a tener esperanzas de un futuro distinto para la Argentina. Frente a una ola de desánimo general, con las noticias de los jóvenes que emigran por falta de futuro y con un presidente que venía a unir a los argentinos y pronto mutó y se dedicó a hablar y a gobernar para los suyos, se temía que la desesperanza se instalara de forma definitiva. Pero la votación de estas PASO mostró que millones de argentinos no se resignan.