viernes, marzo 29

River: el dolor de ya no ser

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Con Hulk y Zaracho claves, Mineiro barrió a River en una serie donde los de Gallardo no estuvieron a la altura. No habrá argentinos en semis luego de 11 años.

Mineiro festeja con su gente. River la pasó mal.

River tem fim. Se acabó. Pero algo más que una participación copera, quizás lo menos importante de lo importante. La eliminación ante Atlético Mineiro significó algo más. Acaso tan “bisagra” como Marcelo Gallardo había definido el partido: quedó la sensación de ser la última noche previa al día después de…

Gallardo no pudo compensar tácticamente la elocuente falta de equivalencias entre un Mineiro estructurado desde los millones de su billetera pero a la vez amalgamado estratégicamente para disolver cualquier intento ajeno por domesticarlo, y su alter ego. Un equipo con pedigrí de candidato a arrasar, letal con espacios, que no sufrió la ausencia de su MVP -Nacho Fernández, expulsado en la ida- pero que explotó sus superpoderes ofensivos vía Hulk y Zaracho, no sin maniobrar con inteligencia a partir de sus otros nueve talentos (Allan, Savarino, Mariano…), incluyendo al inexpugnable Everson, totalmente decisivo en la serie.

River fue Superman pero duchado con kriptonita. Un cuadro terrenal que se topó con la irremediable realidad de haber perdido las cualidades de todopoderoso, de domador de imposibles. Y que ni siquiera gozó de intérpretes como para recurrir al folclore de la épica: la amplia brecha entre titulares y suplentes es tan significativa como la que separa a este plantel con los de antaño. Pesan desde lo espiritual, las ausencias de Enzo Pérez, de Nacho, de Montiel, de Borré, de los otrora Pratto y Scocco, de los mejores Ponzio o Pinola. Quienes con facilidad interpretaban el plan de Gallardo ya no están. Y sus relevos -según el propio Muñeco- todavía no brindan respuestas.

Y entonces era racional suponer un desenlace doloroso. Quedaba, de algún modo, una especie de fe al realismo mágico. Que el 3-4-1-2 funcionara. Que Maidana fuera contra Hulk aquel de la noche de lluvia ante el Tigres de Gignac. Que Braian Romero se trajeara de héroe goleador, que De La Cruz entraría enérgico para revitalizar y equiparar el partido. No ocurrió nada de eso. Incluso después de un primer tiempo estadísticamente parejo, las distancias ya eran evidentes. Pesó tanto la insustancialidad en el juego como la baja eficacia en los remates de Suárez o Julián. Pero en definitiva lo que faltó fue el fútbol de River. Y ya no había más milagros en stock.