‘Sarasa’ Guzmán choca con límites infranqueables

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Nota extraída de TN por Marcos Novaro

En el arranque del nuevo año, el principal instrumento con el que Martín Guzmán viene administrando nuestra economía da señales serias de agotamiento: ni la oposición ni el staff del Fondo ni el gobierno norteamericano se dejan convencer con el palabrerío

En el Ejecutivo, están muy cabreados con los jefes distritales opositores por haber aguado el show que el ministro de Economía pensaba montar este miércoles para “transparentar la negociación con el FMI” y mostrar “un amplio aval a la posición argentina”.

El argumento opositor para negarse a participar es, de todos modos, difícil de refutar: se preguntaron, ante todo, para qué sacarse una foto avalando algo que no se sabe bien qué es, que se promete se va a blanquear pero de lo que no hay todavía noticia alguna, y bien se puede sospechar va a seguir en la nebulosa durante y después del “evento”.

Más razonable sería que primero el ministro informe y después se piense en reuniones y fotos. También objetaron que no se convoque a los jefes de bloque, que son finalmente los que tendrán que negociar y votar, eventualmente, el acuerdo y el también nebuloso “plan plurianual”, que hace meses se viene prometiendo.

Cuál es el motivo real de la oposición para no participar de la reunión con Guzmán

Los opositores no lo dijeron, pero su temor implícito es que esa foto de familia que se pretendía ofrecer al mundo, al mismo tiempo que practicara sobre ellos el “abrazo del oso”, anulando sus chances futuras de objetar lo que se fuera a firmar, el oficialismo la utilizara para seguir culpándolos del problema: tanto el ministro como el presidente siguen repitiendo cada vez que pueden que los que originaron el problema son Macri y sus aliados, así que no sólo están moralmente obligados a ayudar a resolverlo, sino que deberían hacerlo con la cabeza baja y calladitos.

Se aprovechan así de que buena parte de la oposición ha estado actuando y reaccionando con un marcado complejo de culpa en este asunto. Aunque al menos algunos de sus economistas se han atrevido últimamente a objetar esa interpretación, señalando que tanto la segunda presidencia de Cristina como la que está en curso también endeudaron al país, en condiciones aún peores que las pactadas con el FMI (para empezar, con tasas de interés muy superiores), y a la misma o mayor velocidad. Así que también podría verse la reacción de los tres gobernadores radicales y del jefe de gobierno porteño como un tardío intento de sacarse de encima esa mancha y sentimiento de inferioridad.

Como sea, la reacción oficial a la negativa opositora volvió a poner de relieve el alto nivel de improvisación y chapucería con que se maneja todo este asunto. Sergio Massa abrió una negociación paralela para que se reunieran los jefes de bloque de la Cámara Baja con Guzmán, a conversar sobre los detalles del acuerdo en discusión. Al mismo tiempo que desde Casa Rosada se anunciaba que pronto aquellos serían citados al ministerio de Economía, para una reunión también protocolar, es decir, más fotos, sin ningún papel de por medio.

El rol de Alberto Fernández en la negociación con los gobernadores opositores

Mientras tanto el presidente se declaró ofendido por la negativa de los jefes distritales de JxC, a la que se sumó encima el cordobés Schiaretti, pero dispuesto a seducirlos, así que redujo el número de invitados al evento fotográfico: los empresarios y sindicalistas fueron para ello desinvitados, y se les prometió otro encuentro.

Si el problema fuera simplemente el número de participantes del show, y no el show mismo, tal vez hubiera alcanzado con eso. Pero Horacio Rodríguez Larreta, que tomó la voz cantante en el asunto, tal vez para vengarse de la soledad en que lo habían dejado días atrás con la firma del pacto fiscal entre la nación y las provincias, y mostrarse algo más “federal” que simplemente el referente de los porteños, parece dispuesto a ir un poco más a fondo: dejó en claro que foto no va a haber, al menos hasta que haya avanzado la discusión de los detalles del acuerdo en el Congreso, “donde él se va a votar, y por tanto donde corresponde que negocien oficialistas y opositores”.

Así que la pelota quedó de nuevo frente a Guzmán, que no ha mostrado hasta aquí un solo papel, un solo número de lo que discute con el FMI hace ya dos años, y pretende parece seguir, hasta el final, sin hacer nada de eso. ¿No es ya demasiado?, ¿es que la lección que extrajo de haber fracasado con un proyecto de presupuesto alevosamente dibujado fue que le conviene mantenerse firme en su tradición oral, y ofrecer solo sarasa?

El No de Washington y el rol del INDEC

No va a poder hacerlo. Mientras naufragaba su estrategia local para enredar a los opositores, y también al resto del oficialismo, con una foto comprometedora pero que no iba a aclarar nada sobre la negociación en sí, algo aún peor le sucedió en el frente externo: el gobierno norteamericano blanqueó su negativa a avalar el acuerdo con la Argentina a menos que de su parte presente objetivos realistas sobre crecimiento, inflación y acumulación de reservas, e instrumentos razonables para alcanzarlos.

Es decir, dejó en claro que nada de lo que hasta aquí Guzmán llevó a Washington sirvió para despejar las dudas que existen no sobre si el país puede pagar ahora, sino sobre si va a hacer algo mínimamente razonable para pagar más adelante, incluso mucho más adelante.

El problema con el gobierno de Alberto Fernández es, finalmente, que tiene un INDEC que más o menos funciona, pero es lo único que en materia económica funciona, en todo lo demás pretende actuar como cuando el INDEC lo manejaba Moreno, cameleando a todo el mundo. Macaneando con los números, para poder seguir acumulando problemas bajo la alfombra, deuda mal contabilizada, subsidios disfrazados, inflación reprimida, tipos de cambio múltiples y todos más o menos manipulados.

Una gestión estrambótica, frankensteiniana, que encima se vanagloria de serlo: la frase “mágica” que Guzmán repite frente a los funcionarios del Fondo es bien reveladora, “déjennos seguir haciendo lo que estamos haciendo y que está funcionando”.

¿En serio cree que los que tienen que cambiar de parecer son los demás, no él, no su gobierno? ¿En qué se basa para sostener tan temerariamente que va por buen camino, y que si lo dejan seguir así, va a llevarnos a buen puerto? Este es el fondo del asunto: la sarasa que vende también la consume, se la terminó creyendo.