jueves, abril 18

Se busca estadista uruguayo part time

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Humor político .Nota extraída de Clarín por Alejandro Borensztein

Como los cracks que cruzaron el río para brillar en el fútbol argentino, necesitamos refuerzos. Alguien que se cargue el equipo al hombro y le enseñe algo a nuestros dirigentes

José María Sanguinetti y José Mujica se retiraron juntos del senado uruguayo.

Antes que nada, reivindiquemos el derecho de la ex embajadora y militante kirchnerista Alicia Castro a inocularse la vacuna rusa o la cubana por razones geopolíticas, tal como lo expresó ella públicamente esta semana.

Nos encantaría poder sumarnos a su iniciativa y ofrendar nuestras nalgas a la causa chavista/rusa/cubana, pero lamentablemente algunos seguimos contaminados por la meritocracia occidental y preferimos esperar la vacuna inglesa/sueca de Oxford/AstraZeneca o las americanas de Pfizer y Moderna.

Vayan desde acá nuestros mejores deseos de éxito para la señora Castro en su vacunación para la liberación con inclusión social y diversificación productiva. Nosotros vamos a esperar un ratito hasta que se aprueben las otras, por las dudas.

También queremos apoyar el pedido del senador Parrilli al Observatorio de Medios NODIO, para que se investiguen “los casos de difamación deliberada y malintencionada que los medios hacen sobre algunos políticos”. Tiene toda la razón del mundo.

No podemos permitir que los medios publiquen lo que Ex Ex Ella le ha dicho una y otra vez al senador Parrilli y que lo ha estigmatizado hasta el final de los tiempos.

Tampoco debería permitirse que una Vicepresidenta trate de “pelotudo” a un Senador de la Nación, por más que sea su jefa y por más que ella lo conozca de memoria y sepa perfectamente de lo que está hablando.

Como siempre, toda nuestra solidaridad con el honorable senador Parrilli.

Dicho esto, por más que todos entendamos la humillación a la que ha sido sometido Parrilli y lo acompañemos en su irremontable desgracia, eso no le da derecho a usar un proyecto de ley presentado por el senador Lousteau, trucharlo e intentar cambiarle el texto para modificar la obligación de los dos tercios de los votos necesarios para designar a un nuevo Procurador General.

Sabemos que el objetivo del oficialismo es lograr una justicia mejor, más eficiente, más rápida, más moderna y, sobre todo, una justicia que no pierda tiempo persiguiendo kirchneristas que cometen fechorías.

Pero la sociedad está un poquito sensible últimamente como para intentar, justo ahora, contrabandear impunidad. Habría que dejarlo para más adelante. No va a faltar oportunidad.

Julio María Sanguinetti presidente de Uruguay en 1985-1990 y 1995-2000 y José Mujica (2010–2015), en la última sesión de ambos en el senado uruguayo. Foto: AFP

Julio María Sanguinetti presidente de Uruguay en 1985-1990 y 1995-2000 y José Mujica (2010–2015), en la última sesión de ambos en el senado uruguayo. Foto: AFP

Aclarado el punto, vayamos a lo importante.

Es evidente que el país está atravesando una crisis sin precedentes y que existe un consenso generalizado de que la única solución es un gran acuerdo político que despeje toda duda sobre la continuidad de los valores esenciales de la República y sea el puntapié inicial de una lenta recuperación de la confianza.

Este verso es una obviedad que la sabemos todos nosotros, los boludos de la Patria, más allá de lo que cada uno haya votado. Pero lamentablemente nuestros principales dirigentes no lo ven. No lo entienden, no lo sienten, no lo creen.

Nunca creyó en eso Cristina, no lo entendió Macri y ni se le cruza por la cabeza a Alberto. Y si por casualidad se le llegara a cruzar, esa cabeza rodaría de un sablazo proveniente de ya sabemos que Instituto.

Así como los arquitectos estudiamos lo que hicieron los grandes maestros para resolver los problemas que se nos presentan hoy, los políticos también deberían aprender de los grandes estadistas para resolver los conflictos del presente.

Sin embargo, pareciera que ninguno de los altos dirigentes argentinos tiene la menor idea de lo que hizo Mandela para pacificar Sudáfrica y terminar con el apartheid o lo que hicieron Isaac Rabin y Yasser Arafat para alcanzar los acuerdos de Oslo. Apuesto que jamás escucharon hablar del Acuerdo de Belfast que desactivó el conflicto en Irlanda del Norte con el IRA, ni conocen la letra del acuerdo de la Moncloa que sacó a España del atraso franquista. Olvidate de saber como hicieron Henry Kissinger y Andrei Gromyko para lograr que Nixon y Brezhnev iniciaran el final de la guerra fría. Nuestra dirigencia no tiene tiempo para estudiar estas pavadas y mucho menos para inspirarse en ellas.

Están en otra cosa. Ahora que en el Instituto Patria llegó la televisión color, están a full con las series. Se compraron un Grundig Pal N de 20” y ya se vieron todos los capítulos de “El Hombre Nuclear” y van por la segunda temporada de “Dallas”.

Del lado de Juntos por el Cambio, si bien hay dirigentes que hablan de hacer acuerdos, la realidad es que gobernaron cuatro años sin que el tema de los acuerdos les importe demasiado. Para colmo, ahora que Boca pasó a octavos de final de la Libertadores, va a ser difícil pedirle al Gato que se distraiga aprendiendo quien fue Anwar el Sadat.

Por otra parte, cuando el gobierno piensa en estadistas y quiere mostrar un ejemplo de democracia, respeto a los derechos humanos y eficiencia administrativa, elige a Gildo Insfrán de Formosa. Y no lo eligen a Alperovich porque el estadista tucumano anda flojito de bragueta y lo tienen escondido, si no sería otro modelo a seguir.

Dada esta insalvable dificultad, los argentinos estamos obligados a buscar un camino alternativo.

Como el “Manteca” Martínez y el Maestro Tabárez en Boca, como el “Enzo” y Alzamendi en River, como Rubén Paz en la Academia, como el chivo Pavoni en el Rojo o el sapito Villar en San Lorenzo, honremos la gloriosa tradición charrúa en el fútbol argentino y hagamos lo mismo en la política: traigamos un presidente uruguayo para que nos ayude. Aunque sea uno a préstamo.

Por supuesto, sin tocar al presidente que ya tenemos. Pero viendo como juega Tío Alberto y los resultados obtenidos, es obvio que necesitamos un estadista uruguayo que le enseñe algo y se cargue el equipo al hombro.

Casualmente esta semana se retiraron dos de los más grandes: Don Julio María Sanguinetti y el Pepe Mujica. Están disponibles. Con que acepte uno solo, haciendo home office por Zoom y dos veces por semana, ya nos iría mejor que con nuestros cracks.

Sanguinetti me gusta porque tiene una mirada más global. Pero el Pepe Mujica corre con la ventaja de que a Cristina ya la tiene caladísima. Le sacó la ficha desde el primer día.

En realidad, lo ideal sería contratar a Lacalle Pou. Un capo. Tendríamos que apurarnos antes de que se nos terminen los dólares porque no creo que allá acepten pesos.

Solo verlo bajar del Buquebus mientras tira las filminas al río, ya sería un golpe de efecto que ayudaría a recuperar la confianza.

Al revés de lo que hizo Tío Alberto cuando dijo, sin que nadie se lo pregunte, que jamás iba a devaluar ni tocar los depósitos de los ahorristas.

Luego Máximo sumó confianza cuando declaró: “Los mercados tienen que entender que la economía la maneja el gobierno”. Linda frase para decir un domingo con el dólar a 175 pesos y después preguntarse porque el viernes cerró a 195. Así no hay Guzmán que aguante.

Lo positivo es que, dado que Máximo tiene declarados exactamente 2.848.072 de dólares en plazo fijo, cuando empezó la semana el tipo tenía 498.412.600 de pesos en efectivo y cuando terminó ya eran 555.374.040 pesos. O sea que se ganó 56.961.440 pesos en cinco días por el sólo hecho de decir esa boludez. Francamente no se para que lo quieren traer a Lavagna si así como están les va fenómeno.

Volviendo al punto ¿Podría un estadista uruguayo dar vuelta el resultado? ¿Sería capaz de revertir la pérdida de confianza? En realidad es difícil. La dueña de la cantina es la misma de siempre. Por más que cambien el menú, los que tiene guita para pagar la cuenta no quieren entrar. Saben que los quieren a vacunar. Con la rusa, con la cubana o con la que sea. En este caso da lo mismo.

Tal vez sea como dijo Mujica: “Los argentinos necesitan al mago Mandrake”.