Se impuso la «doctrina Marcó del Pont»: el cepo cambiario ya no es una medida, es el modelo

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Se impuso la "doctrina Marcó del Pont": el cepo cambiario ya no es una medida, es el modelo

La directora de AFIP, creadora del cepo original en 2011 y defensora de los controles cambiarios, logró imponer su punto de vista en el debate interno

La reinstauración del cepo cambiario en su versión más dura deja en evidencia la victoria cultural y política del ala del Gobierno que cree que, dado el carácter bimonetario de la economía argentina, no hay ninguna posibilidad de dejar flotar el tipo de cambio ni, mucho menos, de garantizar el libre acceso del billete verde a los ahorristas.

En otras palabras, que el cepo no será una situación transitoria ni la respuesta apurada a un momento de estrés con las reservas del Banco Central, sino que llegó para quedarse mucho tiempo y pasará a jugar un rol protagónico del modelo de desarrollo nacional.

Es una visión que ya se venía expresando por parte de funcionarios de primera línea, como la vicejefa de gabinete, Cecilia Todesca, que había dicho que los argentinos deberían «amigarse con el cepo» porque las restricciones cambiarias llegaron para quedarse mucho tiempo.

También el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, que en una reunión con empresarios recriminó a los industriales nacionales que pretenden acceso ilimitado para la importación de insumos. Y focalizó  en la industria automotriz, responsable de un déficit cambiario crónico.

«Si nos ponemos a importar y descuidamos la producción nacional es ahí cuando nos quedamos sin dólares y terminás devaluando abruptamente. Y si devaluás caen los salarios reales y los ingresos y no vendés más autos», argumentó el ministro. 

La influencia de este grupo fue creciendo en desmedro del ala más «liberal» en este sentido, que tiene muchos adeptos fuera del Gobierno pero casi ninguno adentro. Entre ellos el ministro de Economía, Martín Guzmán, que quedó desairado por ver cómo sus promesas se contradijeron en 48 horas con la aplicación de las nuevas medidas.

La conversión ideológica más notable en esta materia la dio el propio presidente Alberto Fernández, que pasó de definir al cepo como «una piedra en la puerta giratoria» a defender su necesidad. Cuando estaba en campaña electoral, afirmaba que no volvería la restricción, porque si bien era cierto que impedía la salida de dólares, también imposibilitaba su entrada. Ahora, aquella postura dejó paso a su ya célebre frase: «Los dólares son para producir, no para guardar y acumular».

Pero si hubiera que señalar a alguien como autor intelectual, ideólogo y defensor principal del cepo en Argentina, esa persona es Mercedes Marcó del Pont. La ahora directora de AFIP fue la creadora del cepo original en 2011, cuando ocupaba la presidencia del Banco Central durante la gestión de Cristina Kirchner.

Marcó del Pont es la principal impulsora de un esquema para

Marcó del Pont es la principal impulsora de un esquema para «desdolarizar» la economía

«Tendría que traer tranquilidad»

Durante años fue criticada por haber impulsado la medida, pero tuvo la satisfacción intelectual de ver cómo el mismísimo Mauricio Macri tenía que reinstaurar los cupos a la venta de dólares al sufrir una sangría de reservas en el turbulento final de su período de gobierno.

Y ya en las semanas previas al cambio de gobierno, Marcó del Pont daba lineamientos que, vistos con retrospectiva, sonaban a premonición sobre lo que finalmente terminaría ocurriendo.

Desde su «think tank» desarrollista, la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE), se encargó de coordinar y orientar a los técnicos que diseñaron el plan que se está aplicando en estos días. Se le atribuye incluso haber tenido influencia en la formación de funcionarios que hoy están en primera línea, como Todesca y Kulfas.

Durante la campaña electoral había adoptado un perfil bajo, por lo cual no se terminó de decodificar ciertas señales que enviaba desde trabajos técnicos de la FIDE.

Por ejemplo, cuando abogó por la desdolarización de la economía y defendió la necesidad de que esa tarea fuera parte de la agenda del acuerdo social. Acaso haya allí una autocrítica de Marcó del Pont, no en el fondo sino en la forma: ella ratifica su convicción de que en la Argentina no puede haber un régimen de libre cambio como el que intentó sostener el macrismo, pero acepta que si hay controles, tienen que contar con un amplio apoyo social y la explícita aceptación del sector empresario, algo que no había ocurrido en el cepo original ni tampoco se está percibiendo en estos días.

«Es necesario discutir la desdolarización no sólo como un problema para la acumulación sino que es importante para el acuerdo social que las regulaciones cambiarias sean parte de una política macroeconómica permanente«, dijo al respecto, dando a entender que no se debe pensar en restringir el acceso a dólares solamente en tiempos de crédito escaso o de reservas en baja, sino que debería ser aceptado como una política de Estado.

Desde la FIDE, también hacía esta recomendación elocuente: «La vigencia de un régimen cambiario que combine tipos de cambio efectivos diferenciales con regulaciones tendientes a evitar la fuga de capitales constituye, a nuestro entender, un esquema coherente no sólo frente a la urgencia por estabilizar las principales variables macroeconómicas, sino también con el desafío más a mediano plazo de la industrialización y la equidad», remarcó. 

Fue, en definitiva, lo que se terminó plasmando, primero en la ley de emergencia económica, que estableció por cinco años el impuesto de 30% a la compra de divisas. Y ahora, en este último paquete de medidas, instauró el cargo del 35% a cuenta del pago de impuestos a las Ganancias y Bienes Personales, un esquema muy similar al que ella había ideado en la gestión de Cristina Kirchner.

«Es un tema que me desvela desde hace tiempo. Escucho mucho que se dice esto es un paliativo, que es transitorio, que no resuelve temas de fondo. Y es cierto, los problemas más de fondo de Argentina tienen que ver con esta cuestión más estructural de ser un país que vende productos primarios, que tiene que industrializar y agregar valor a exportaciones. Esa es la salida virtuosa, a través de exportaciones y sustitución de importaciones, que va a llevar tiempo en un contexto global complicado», dijo Marcó del Pont, en una entrevista al programa radial «Pasaron Cosas».

Desde su punto de vista, «no tiene lógica» que se defienda la apertura cambiaria cuando es necesario canalizar los dólares escasos hacia la producción. Y protesta por las visiones negativas que dejó el anuncio del cepo recargado: «Me parece que, lejos de generar ruido, tendría que traer tranquilidad, porque sabemos que lo que ocurre en el mercado de cambios es fundamental para traer estabilidad».

En ese esquema de pensamiento, la compra de dólares es una actividad que, a lo sumo, afecta al 10% más rico de la población y a quienes tienen el deseo de realizar compras de «bienes suntuarios».

Marcó del Pont, en un zoom con senadores para fundamentar la moratoria: la AFIP contó al impuesto PAIS como uno de sus principales ingresos

Marcó del Pont, en un zoom con senadores para fundamentar la moratoria: la AFIP contó al impuesto PAIS como uno de sus principales ingresos

Recaudando gracias al fervor dolarizador

Ahora, desde su rol de directora de AFIP, Marcó del Pont no sólo sigue dedicada a su batalla personal contra la cultura dolarizadora sino que, paradójicamente, se beneficia de esa situación a través de la recaudación del impuesto PAIS, el de mayor crecimiento en un contexto híper recesivo.

Según establece el proyecto del Presupuesto, durante 2021 ingresará a las arcas de la AFIP unos $342.713 millones por concepto del impuesto PAIS. Esto implica que los argentinos destinarán $1,48 billón a comprar dólares durante todo el año próximo. Esa sería la cifra total que incluiría el valor del dólar más el impuesto.

Si se calcula al tipo de cambio promedio previsto para el año próximo –un tipo de cambio oficial de $91, que queda en un «solidario» de $118- eso implica que, según la previsión oficial los argentinos se llevarán debajo de sus colchones algo así como 12.542 millones de dólares. Redondeando, unos u$s1.000 millones por mes.

Y llama la atención el hecho de que, en la previsión del equipo económico del Gobierno, el impuesto PAIS será, por lejos, el de mayor crecimiento: se prevé su expansión nominal en un 89% respecto de lo recaudado este año, frente a un incremento de 43,7% para la recaudación total.

Para pasar esas cifras a términos reales, si se considera que el Gobierno calcula una inflación en torno de 30% para el año próximo, eso implica que el ingreso por el impuesto PAIS tendrá una suba de 47%, contra una mejora de 12% en la recaudación impositiva global.

Provocando a la ortodoxia

Sobrina de Rogelio Frigerio, uno de los máximos referentes del desarrollismo en el país, Marcó del Pont se formó en esa escuela de pensamiento económico y siempre ha reivindicado el rol del Estado como interventor y regulador en la economía.

Una de sus obsesiones, ya desde su función como diputada, fue la reforma de la carta orgánica del Banco Central, objetivo que finalmente logró en 2012.

Y, particularmente, quería que la carta orgánica ya no fijara a la preservación de la moneda como misión fundamental de la entidad. En su lugar, se establecería: «Es misión primaria y fundamental del Banco Central preservar el valor de la moneda, de un modo consistente con las políticas orientadas a sostener un alto nivel de actividad y asegurar el máximo empleo de los recursos humanos y materiales disponibles, en un contexto de expansión sustentable de la economía».

Entre los momentos más recordados de su gestión figura la instauración del cepo en su versión más férrea, gracias a lo cual logró revertir la tendencia de caída de las reservas y llevarlas a un nivel de u$s52.000 millones. El lado oscuro de esa política fue el efecto colateral sobre la actividad en varios sectores, como el mercado inmobiliario, que registró un desplome histórico.

La entonces titular del Central quiso sustituir al dólar como la moneda del negocio inmobiliario, pero su intento resultó en un rotundo fracaso.

El otro gran efecto colateral fue, naturalmente, la conformación de un mercado paralelo, en el que más allá de su volumen, el dólar blue se convirtió en uno de los indicadores de referencia de la economía.

Su heterodoxia se expresó en medidas tales como el tope a las tasas de interés para los préstamos personales. Y también en declaraciones polémicas, como las que cuestionaban el vínculo entre la emisión monetaria y la inflación.

«Solamente en Argentina se mantiene esa idea de que la expansión de la cantidad de dinero genera inflación«, decía Marcó del Pont, en un momento en el que tanto en Europa como en Estados Unidos se recurría al estímulo monetario para reactivar la economía.

Lo cierto es que desde la ortodoxia siempre fue muy criticada. En especial por su gran obsesión con la desdolarización, algo que los economistas afirman que no se puede realizar de manera compulsiva.

Ahora le llegó su momento de revancha: a pesar de las críticas, nadie defiende una liberalización plena del mercado cambiario para el corto plazo. Ni siquiera los funcionarios del Fondo Monetario Internacional, que tuvieron que ver cómo buena parte de los u$s44.000 millones que le prestaron a Argentina terminaron evaporándose en manos de ahorristas ansiosos por huir de los pesos.

f:IProfesional