Un búlgaro en la Casa Rosada

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Alejandro Borensztein Humor Político

Humor politico.Nota extraída de Clarin por Alejandro Borenstein

Se ve que Alberto leyó el libro de Dorfman-Mattelart (1972) y se quedó ahí, nomás.

El día después. Alberto Fernández ya como presidente electo se reunió con Mauricio Macri en la Casa Rosada.

02/11/2019

Antes que nada quiero felicitar al presidente electo Fernández por el triunfo y por la manera impactante con que cerró su discurso celebratorio del domingo pasado. Dijo Tío Alberto textualmente: “El gobierno volvió a manos de los argentinos… gracias por todo… gracias por acompañarnos… muchas gracias… los abrazo!!

Así como lo lee, amigo lector, esta es la transcripción exacta. Posta. Por más que lo quieran explicar de cualquier otra forma, si decimos que “el gobierno volvió a manos de los argentinos” eso significa que hasta ahora estuvo en manos de los extranjeros. No hay otra lectura posible.

¿Tal vez Macri era un espía búlgaro? ¿Sica y Lacunza dos sicarios calabreses? ¿Stanley una pirata inglesa? ¿Bullrich y Dietrich un par de criminales croatas? ¿Vidal y Peña dos franquistas trasnochados? Evidentemente Rubinstein debe ser polaco, alemán, ruso o de algún país de por ahí, pero seguro que de acá no es. ¿Acaso un agente del Mossad? ¿Un ex KGB? ¿Y si Lousteau resultara ser un colaboracionista francés?

¿Qué podemos pensar de esos 10 millones de invasores que le otorgaron a esta cofradía foránea el 40% de los votos? ¿De donde salieron? ¿Cómo entraron al país? Todos asuntos que deberán ser investigados cuando la AFI vuelva efectivamente a manos argentinas.

La frase es contundente. “El gobierno volvió a manos de los argentinos”. Histórica. Mortal. Y curiosamente no fue advertida por nadie. Sin embargo, así fue dicha. No le toqué ni una coma. Pueden googlearlo, buscarlo en Youtube, lo que quieran. Con esta definición Tío Alberto cerró su primera noche de presidente electo.

¿Esto quiere decir algo? En cualquier otro país sería muy preocupante. Tomada literalmente (que es como hay que tomar las expresiones políticas para entender lo que esconden esas cabecitas locas), la frase explicaría lo que pasó en la Argentina en los últimos 16 años, lo que pasa actualmente y lo que va a pasar en el futuro. Ni más ni menos que el preámbulo de un nuevo intento del “vamos por todo”. O sea, nosotros, los argentinos, contra ellos, los extranjeros, que hasta ahora usurpaban el gobierno.

Sin embargo, en la Argentina Cambalache en la que vivimos, esto es sólo un eslabón más de una comedieta nacional que lleva décadas entreteniendo generaciones. Y empobreciéndolas, por supuesto. No deberíamos tomarlo en serio.

Pregunta. ¿Por qué tamaña declaración en semejante momento histórico pasó desapercibida y no provocó el más mínimo comentario de nadie? Hasta mis amigos a los que les comenté la frase, me sugirieron que seguramente había escuchado mal, que no era posible que un presidente recién elegido hubiera dicho eso.

Pero lo dijo. Quedó grabado. Conclusión: o es la frase fundacional del cuarto gobierno kirchnerista y, pese a lo que dicen, el delirio autoritario está intacto o estamos todos locos y ya decimos cualquier pavada. Honestamente, me inclino por esto último.

De hecho, los macristas también están completamente locos porque sacaron el 40% de los votos, perdieron el poder y están más felices que nunca. “Esto recién empieza” es la nueva consigna de Cambiemos. Rara manera de ver la derrota final de un gobierno.

Y los kirchneristas están mucho más locos aún porque sacaron el 48% de los votos, ganaron las elecciones y están amargadísimos. Es más, denuncian fraude.

Gioja y Massa hicieron presentaciones judiciales reclamando el urgente recuento de los votos porque, según dicen ellos, ganaron por mucho más. “No puede ser, nosotros los argentinos somos el 60% o más”, piensan de ese lado.

Para ser francos, desde que empezó el recuento minucioso, Cambiemos confirmó el segundo senador por Entre Ríos que estaba en duda, ganó uno por Tierra del Fuego que al principio no había entrado y metió un diputado más por Chubut. Yo sugiero que no recuenten más, no sea cosa que termine ganando Macri y el gobierno siga en manos de los búlgaros, Dios no lo permita.

La fatídica frase “el gobierno volvió a manos de los argentinos” fue pronunciada sobre el escenario en una puesta teatral protagonizada por Cristina, Kicillof, Máximo, Wado de Pedro, Cuervo Larroque y la participación especial de Alberto Fernández.

Rodeado por todos ellos pusieron de extra a un muchacho que andaba por ahí, muy parecido a Sergio Massa, seguramente para cargarlo a Sergio Massa que debía estar en su casa mirando la escena por televisión.

Minutos antes, el presidente Macri daba su mejor discurso desde el escenario de su propio bunker confirmando que acababa de llamar a Fernández para felicitarlo y convocarlo a la Casa Rosada para acordar los pasos a seguir. Ni más ni menos que lo que debió haber hecho el 11 de diciembre de 2015 si es que realmente querían cambiar algo, pero bueno. Ya fue.

Un rato después, Fernández agradeció la llamada de felicitación que le hizo Roberto Lavagna y mencionó la de Macri sin agradecerla porque, como todo el mundo sabe, a los extranjeros que usurpan nuestro territorio no hay que agradecerles nada.

¿Estamos entonces frente al mismo disparate de siempre? ¿Otra vez sopa? Veamos.

Mirta Tundis, la diputada del Frente Renovador y ahora también integrante del Frente para Todos, contó que durante los festejos post comicio, Cristina la saludó de manera poco cordial. La miró mal. Esto lo dijo en el programa de Ernesto Tenembaum, el martes a la mañana. O sea, 36 horas después del triunfo, Mirta Tundis contó por radio que Cristina Kirchner le puso cara de orto, lo cual es todo una novedad.

Obviamente, la novedad no es la cara de orto, de hecho esa es la especialidad de la casa, sino que lo novedoso es que Tundis lo cuente. Antes se hubieran callado. ¿Le perdieron el miedo? ¿Comenzó el desafío? ¿Tan rápido?

Este dato sería un buen síntoma de que algo ha cambiado y de que el “vamos por todo” va quedando atrás si no fuera por el hecho de que un par de días después el Profesor Tío Alberto disertó sobre Bugs Bunny, la Warner Brothers y el Correcaminos con una autoridad desopilante sin que ningún compañero salga a decirle “todo bien Alberto, vas a ser el mejor presidente de la historia pero lo que acabas de decir sobre la cultura de la animación es una pelotudez que demuestra que, sobre el tema, no entendés nada, macho”. Se ve que el tipo leyó “Como leer al Pato Donald” de Dorfman y Mattelart (1972) y ahí se quedó nomás. Alguien debería avivarlo de que el mundo ya es otra cosa. En fin, el tiempo dirá si termina imperando la vieja obediencia verticalista o el siglo XXI.

Mientras tanto, Tío Alberto pospuso su lucha para la liberación y decidió asistir a la Casa Rosada para conversar y sacarse una foto con el presidente extranjero.

Si nos olvidamos por un momento de que Macri es un búlgaro que habla un castellano raro pero piensa en otro idioma y responde a los intereses de otro país, la foto conjunta de un presidente en ejercicio y un presidente electo es un gesto civilizado. Un dato muy positivo elogiado desde todos los sectores.

Una simple foto de dos mandatarios y un 48% a 40% en lugar de un 55% a 33%, calmó al país. Parece mentira pero fue así.

Mauricio y Alberto fotografiados juntos mientras conversan sobre el futuro es un episodio simple y cotidiano para cualquier país del mundo. Para nosotros es como si hubiéramos puesto un hombre en la Luna.

Un pequeño paso para estos dos muchachos. Un gran paso para la democracia.

En realidad, lo más probable es que todo esto haya sido para la gilada y que mañana lunes volvamos al mismo zafarrancho de siempre.

Hoy domingo, Cristina está en Cuba arreglando sus problemas personales, Alberto en México hablando de Bugs Bunny con López Obrador y nosotros acá, con los búlgaros. Esperando que alguien nos explique como carajo seguimos.