jueves, marzo 28

Un ex millonario que vive en una isla desierta con dos maniquíes desde hace 23 años contó cómo es su experiencia aislado

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David Glasheen, de 76 años, era un exitoso corredor de bolsa australiano que perdió su fortuna y decidió recluirse en la solitaria Isla de la Restauración 28 de abril de 2020

David Glasheen traslada en una carretilla a uno de sus maniquíes
David Glasheen traslada en una carretilla a uno de sus maniquíes

La pandemia llevó a los gobiernos del mundo a imponer severos confinamientos para evitar la propagación del virus. Algunas personas permanecen en sus casas con sus familias, pero otros deben enfrentar el aislamiento en la más absoluta soledad. A más de un mes de la aplicación de estas medidas en gran parte del planeta, los efectos en la salud mental se empiezan a sentir.

Sin embargo, hay personas que eligen la soledad y desde hace mucho tiempo. El de David Glasheen es un ejemplo extremo, pero puede servir para entender cómo se hace para vivir aislado.

Glasheen era un exitoso corredor de bolsa australiano, pero con la crisis financiera de 1987 perdió una fortuna de casi 10 millones de dólares y quedó en la ruina. Tras vivir una década en la pobreza, en 1997 emprendió un proyecto impensable para muchos: radicarse en una isla desierta.

El ex corredor de bolsa posa junto a su embarcación
El ex corredor de bolsa posa junto a su embarcación

El lugar elegido fue la deshabitada Isla de la Restauración, en el Parque Nacional Ma’alpiku, ubicado en el estado de Queensland, en el noreste de Australia y a pocos kilómetros de Papúa Nueva Guinea. Con la promesa de desarrollar un polo turístico que nunca se materializó, Glasheen consiguió que le concedieran un tercio de la isla y allí vive desde hace 23 años.

El náufrago por elección construyó una precaria cabaña, que ahora cuenta con paneles solares con los que genera la energía suficiente para conectarse a internet. Además hizo su propia huerta, donde cultiva frutas y verduras para consumo personal, y hasta elabora su propia cerveza. Claro, también tiene una embarcación con la que va al continente al menos una vez por año a comprar provisiones.

SI bien recibe la visita de algunos turistas que se alojan con él, lo cual le permite ganar algunos dólares para satisfacer algunas de sus necesidades materiales, ese es todo el contacto humano que tiene. Eso lo llevó a desarrollar ciertas estrategias para afrontar el aislamiento. Algunas son ciertamente extravagantes.

Para empezar, tiene un perro, Zeddi, sin dudas su compañía más importante. Pero como eso no era suficiente, Glasheen sintió la necesidad de incorporar otro tipo de acompañantes. Así fue como compró dos maniquíes femeninos a los que vistió de cuerpo entero y bautizó Miranda y Phyllis.

Por supuesto, internet le permite tener contacto a distancia con personas reales. De hecho, desde hace años busca pareja a través de sitios de citas, pero por ahora sin éxito. No ha encontrado ninguna mujer dispuesta a ir a la isla para conocerlo y entablar una relación.

El
El «náufrago» por elección junto a su perro Zeddi

Para entretenerse, Glasheen tiene algunos juegos de mesa tradicionales y lee. “Siempre es importante tener un par de gafas de lectura de repuesto”, ya que perder la capacidad de leer lo haría sentirse “bastante miserable”, dijo en una entrevista reciente con MailOnline Travel.

Otra cosa, algo más insólita, que Glasheen recomienda guardar es una bolsa de monedas de plata. “En ocasiones, puede que necesites dinero. Las monedas de plata son fáciles de guardar y probablemente se apreciarán en valor también”.

Por otro lado, con tanto tiempo libre, pudo escribir un libro de memorias, llamado El millonario náufrago. “Restauración afirmó mi compromiso de encontrar una forma de vida diferente: una más allá del círculo vicioso de la presión de ganar suficiente dinero para un estilo de vida por el cual otras personas miden su valor y éxito”, reflexiona en sus páginas.