miércoles, abril 24

Vulvodinia: de qué trata el trastorno que provoca pérdida del deseo sexual

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Qué caracteriza a este problema que genera dolor y deserotización

La vulvodinia es un trastorno que se caracteriza por un intenso dolor en la parte externa de la vagina, una molestia crónica, con ardor, irritación, prurito, quemazón, dispareunia (malestar en el momento de la penetración), pero no se recibió el diagnóstico adecuado.

Una vez que el problema está instalado, la mujer va restringiendo las relaciones sexuales e ingresa en una etapa de deserotización que genera la pérdida de estrógenos locales y la consecuente disminución de la lubricación y más molestias.

Puede ser una combinación de varios subtipos, con un desarrollo que ocurre simultáneamente o de manera secuencial. Comúnmente, coexisten o se superponen la vulvovaginitis y la vestibulitis.

La vestibulitis vulvar se caracteriza por molestias e hipersensibilidad en la parte más externa de la vagina. Incluye dolor intenso al tacto o al intento de ingreso vaginal, y sensibilidad a la presión localizada. La vulvovaginitis comprende dolor en toda la vulva. Es habitual que la zona esté enrojecida.

Existen muchas causas para la vulvodinia. También hay que descartar otras como infecciones, problemas físicos por accidentes o abuso sexual, enfermedades como la de Behcet (inflamación de los vasos sanguíneos) y el síndrome de Sjrögen (trastorno autoinmune en donde se destruyen las glándulas que producen lágrimas y saliva, y que causa resequedad en boca y ojos y puede afectar otras partes del cuerpo).

También hay que eliminar la posibilidad de enfermedad de Crohn (inflamación de partes del tubo digestivo), condiciones precancerígenas y cáncer, irritación provocada por el uso de ropa interior de mala calidad, cremas supositorios y productos para la higiene femenina y ciertas patologías de la piel (dermatitis, eccemas, psoriasis), entre otras.

Entre las múltiples pautas que pueden dar cuenta de un cuadro de vulvodinia, están: dolor después de un tratamiento por infecciones vaginales; ciclos recurrentes de infecciones urinarias y vaginales; dolor, pero no infección; síntomas que se presentan tras una serie de infecciones o de un trauma pélvico como una operación o una caída; alergias o problemas dermatológicos; diagnóstico de cistitis intersticial, fibromialgia, colon irritable o alguna enfermedad autoinmune o inflamatoria; declive en el interés sexual, depresión o estrés. No automedicarse, recurrir siempre a un profesional.

Fuente: Dra. Laura Szafirstein – Conbienestar