sábado, julio 27

Amenazas al por mayor y la fiebre del caos

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Nota extraída de Clarín por Miguel Wiñazki

La cercanía de las elecciones incentiva a los hacedores del caos. Mientras tanto la violencia privada continúa y como en un juego de tenazas que incentiva la incertidumbre presiona sobre todos. ¿A quién elegir?

Ocurrió en la calle en plena Plaza de Mayo, sucede tantas veces que ya no sorprende y sin embargo debería sorprender.

Un cobarde desde una moto le roba el celular a una mujer y en el arrebato le araña la cara y brota la sangre, como brotan las lágrimas de ella y el villano huye y huye impune.

Ese rostro arrebatado y lastimado por sorpresa de la villanía atracadora resume millones de rostros, agraviados y arañados de una o de otra manera.

La maldad y la impunidad es tan siniestra que no hay calificativo posible.

El mal argentino se incuba desde hace eras, y se ahonda y ahora enfrenta la gran encrucijada. Hay que elegir.

Nunca es fácil elegir.

En ésta semana, detectives de la Superintendencia de Investigaciones Federales, a través de la División Delitos Constitucionales, detuvieron a un grupo de jóvenes presuntamente responsables de diversas amenazas de bomba lanzadas contra estaciones de tren de las líneas Roca y Sarmiento, y también a varias del subte de Buenos Aires. Pero hubo más. Amenazaron también a la Casa Rosada, al Congreso, a la Cámara Electoral, a diversas Instituciones educativas, y a funcionarios de primera línea del gobierno nacional. Multiplicaron las llamadas amenazantes, según la policía hacia el búnker en el que trabaja Sergio Massa y por lo menos también a un juez federal.

Se constataron hasta ahora 30 amenazas.

¿Es “fuego” enemigo o “fuego” amigo?

La cercanía de las elecciones incentiva a los hacedores del caos. Se perdieron millones suspendiendo servicios de transporte y escaló el malestar de los que viajan y pese todo persisten en trabajar y en no delinquir.

Mientras tanto la violencia privada continúa y como en un juego de tenazas que incentiva la incertidumbre presiona sobre todos.

¿A quién elegir?

Hamlet enseña siempre mucho: “Alguien puede sonreír y ser un villano”.

No bastan las sonrisas de campaña para resolver ningún problema.

Tampoco alcanza el zoomorfismo propagandístico. Los leones están en la selva. La utilización metafórica del León, puede ser efectiva para imantar tribunas, pero tampoco indica nada respecto de eventuales y precisas soluciones a los graves problemas que nos acucian.

La audaz intervención de Macri podría morigerar gritos y dotar de política a los rugidos estentóreos.

O no.

Nada se sabe a ciencia cierta en la Argentina.

La previa a las elecciones es sólo la previa.

La verdad acontecerá luego, cuando cambie la escena socio política.

¿Cambiará?

¿Y hacia qué dirección?

La sociedad es la que eligió las ofertas gubernamentales por las que debemos optar.

No son ellos.

Somos nosotros.

Hay un punto de intersección entre la mujer robada, arañada y con lágrimas entremezcladas con la sangre de su rostro tras el asalto, con las amenazas, con el crimen que no da respiro, con la corrupción, con las escuchas, con la muerte de Nisman, con los espías que espiaban el departamento de Nisman antes de que la sociedad se enterara de que ya estaba muerto -según la justicia asesinado- con Chocolate Rigau y el reparto de dinero ajeno a mansalva, con el Yate Bandido y Marbella y con la inflación que no cesa a base de emisión irresponsable.

El espía Ariel Zancheta, inorgánico pero operativo pareciera ser una caja de Pandora que guarda un millón de secretos.

¿Por qué y para qué habría dirigido su periscopio hacia Diego Carbone, el custodio de Cristina Fernández, antes del fallido atentado de Sabag Montiel contra la vicepresidenta?

La perplejidades se acumulan configurando un vértice en el que confluyen confusamente una triangularidad del poder: el poder oscuro de los espías, el poder político sin presidente a la vista , y sin vicepresidenta a la vista, pero con una ministro candidato hiper visible, y la sociedad misma que también tiene poder.

Porque no se trata de desligar al cuerpo social del propio destino de la sociedad toda.

Ya no cabe delegar culpas o alabanzas si las hubiera exclusivamente sobre la clase política.

La democracia requiere del autoexamen de los ciudadanos en su conjunto.

Quienes hundieron sus manos en el barro de la corrupción fueron elegidos una y otra vez.

Los liberadores de criminales amparados en filosofías no punitivistas para los delincuentes fueron elegidos una y otra vez.

Los señores feudales han tenido y en muchos casos continúan exhibiendo gran competitividad electoral.

La ineficiencia inclusive ha sido una y otra vez premiada por el voto.

El adoctrinamiento escolar e incluso el adoctrinamiento universitario no ha sido conjurado y en muchos casos fue alentado y expandido.

¿Ha habido resistencia a todos esos males?

Si, en parte.

Pero no lo suficiente para que el mal argentino continúe vivo y tan tóxico como el veneno ideologizado fantasioso y ajeno a toda realidad.

Se manifiesta en la intolerancia como imposición. Impera un determinado tipo de concepciones que excluyen por defeniciòn otro tipo de cosmovisiones. Son rechazos mutuos, que empobrecen la expresión de todos.

Es en el fondo un rechazo a la palabra enriquecida por la escucha, para ungir así los esloganes y las calificaciones vacías pero ruidosas y en el fondo antidemocráticas, por sordera frente a la divergencia.

El rostro inolvidable de la mujer a la que robaron, en el que se conjugaron sus lágrimas la sangre de los arañazos de un malvado, entre tanto que roban, que lastiman y que huyen, es el rostro sufriente que llora por todos nosotros.