viernes, septiembre 20

Celibato optativo, mujeres diáconos y matrimonio igualitario: ¿Hasta dónde llegarán las reformas de Francisco?

0
407

Nota extraída de TN por Sergio Rubín

Lo que quiere el Papa, más allá del debate de estos temas puntuales, es que se avance hacia una Iglesia internamente más dialoguista, pero no como un parlamento, sino para discernir ante los desafíos actuales a la luz de la fe.

Las actitudes de apertura religiosa que comenzó a evidenciar Jorge Bergoglio tras su elección como pontífice generaron prontamente la expectativa de que podría introducir reformas en la Iglesia en cuestiones que desde hace mucho tiempo son objeto de intensos debates entre los católicos. Por caso, el celibato optativo para los sacerdotes -o cuanto menos que hombres casados de probada fe puedan serlo en regiones de escasez de curas-, el acceso de las mujeres diaconado -el peldaño anterior al sacerdocio- o la bendición de la unión entre personas del mismo sexo.

A más de 10 años de haber llegado al Trono de Pedro, Francisco sólo concretó que los fieles divorciados en nueva unión puedan recibir la comunión con la autorización de la autoridad eclesiástica. Era una extendida demanda que, por muy razonable que parezca, le costó mucho satisfacer porque los sectores más conservadores consideraban que se estaba aceptando las relaciones sexuales fueran del matrimonio sacramental. Y, por tanto, aboliendo la indisolubilidad del vinculo porque, como se dice en el rito, “que lo que Dios ha unido no lo separe el hombre”.

Francisco lo aprobó tras dos sínodos mundiales de obispos (asambleas de un mes de duración en el Vaticano) en 2014 y 2015 sobre la familia -precedidos de una amplia consulta mundial- que terminaron mocionando por amplia mayoría esta posibilidad. Pero los opositores no se rindieron y cuatro cardenales -entre ellos los ex prefectos de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el alemán Gerard Müller, y del Tribunal de la Signatura Apostólica, el norteamericano Raymond Burke- le enviaron dos cartas al Papa objetando su decisión.

El Papa Francisco hablando por teléfono. (Foto: EFE)
El Papa Francisco hablando por teléfono. (Foto: EFE)

En 2019, otro sínodo, de la Amazonía, una región que sufre particularmente la escasez de sacerdotes, propuso como paliativo el acceso de hombres casados de probada fe al sacerdocio. La moción fue votada por el 76% de los padres sinodales. Pero en la exhortación post sinodal también lo desestimó. Habló de alternativas como un seminario para aborígenes y la promoción de misioneros. Y si bien no se cerró a un análisis, está claro que temió fuertes tensiones internas si avanzaba. “Consideré que la cuestión no estaba madura”, explicaría luego.

Respecto al celibato opcional Francisco suele recordar que es una cuestión disciplinar -no un dogma- que un Papa puede instaurar. De hecho, en los primeros siglos los sacerdotes eran hombres casados y en la Iglesia católica de rito oriental está vigente. Y si bien dice que mal vivido el celibato “es una tortura”, rectamente asumido “es algo precioso”. En el libro “El Pastor”, de reciente aparición, ratifica que mantiene esa exigencia. “En todo caso que disponga que sea optativo el Papa que me suceda si lo cree conveniente”, afirma.

También el sínodo de la Amazonía propuso el diaconado femenino. Lo hicieron el 82% de los padres sinodales. Pero tampoco el Papa lo asumió. Francisco explicó que el problema radica en que el diaconado es el primer grado en la ordenación sacramental (luego viene el sacerdocio y, finalmente, el ser obispo), que está reservada a los hombres. Entre sus funciones se cuenta la predicación, el bautismo, oficiar casamientos e impartir bendiciones, pero no pueden oficiar la misa, ni confesar, ni administrar la unción de los enfermos.

Dicho de otra manera: el acceso de las mujeres al diaconado implicaría el paso previo a ser sacerdotisas y luego a ser obispas. Pero la Iglesia católica tiene una posición teológica contraria muy firme en este sentido. Juan Pablo II fue en su momento categórico. Francisco suele recordar que creó en 2016 -a propuesta de las superioras generales de las congregaciones- una comisión para estudiar este tema y especialmente para determinar si en la Iglesia primitiva hubo diaconisas o colaboradoras sin la ordenación sacramental.

La apertura de la Iglesia a los gays es una actitud que Francisco subrayó desde el comienzo de su pontificado. Fue significativa aquella frase que lanzó ante los periodistas en el vuelo de regreso a Roma tras su paso por Río de Janeiro, a cuatro meses de su elección: “¿Quién soy para juzgar a un gay si busca honestamente a Dios?”, se preguntó. Luego diría que con su posición no está inventando nada, sino asumiendo lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica, que señala que deben ser recibidas y no discriminadas.

Francisco reafirmó una y otra vez el rechazo de la Iglesia al matrimonio igualitario. Cuanto menos el sacramental porque para el catolicismo es entre hombre y mujer abierto a la descendencia. Aunque no mostró resistencia a la unión civil para que los cónyuges puedan acceder a beneficios como la pensión, la obra social y la herencia. El siguiente paso es si aprobará la bendición de parejas gay, un reclamo cada vez más extendido dentro de la Iglesia, pero que suscita también gran controversia.

Papa Francisco. (Foto: AdobeStock)
Papa Francisco. (Foto: AdobeStock)

La Congregación la Doctrina de la fe del Vaticano dijo en 2021 que “no es lícito impartir una bendición a relaciones, o a parejas incluso estables, que implican una praxis sexual fuera del matrimonio. Pero el recientemente designado al frente de ese ministerio, el arzobispo argentino Víctor Manuel Fernández, no descartó que pueda ser reconsiderado. “Creo que, sin contradecir lo que dice ese documento, no estaría mal repensarlo a la luz de todo lo que nos ha enseñado Francisco”, afirmó.

Todas estas álgidas cuestiones están presentes en el documento de trabajo del Sínodo de la Sinodalidad que en dos partes sesionará en octubre de este año y del próximo. Como en el de la familia, los temas también surgieron de una amplia consulta mundial. Lo que quiere Francisco -más allá del debate de estos temas puntuales- es que se avance hacia una Iglesia internamente más dialoguista, pero no como un parlamento, sino para discernir ante los desafíos actuales a la luz de la fe.

Habrá que ver cuánto se avanza en estos aspectos. Pero más allá de las reformas en materia de normas lo que quiere Francisco es un cambio de actitud. Es decir, una Iglesia abierta y comprensiva -”hospital de campaña que recoge a los heridos de la vida”, como suele decir- en vez de que esté repartiendo condenas. Una Iglesia menos controladora y más facilitadora de la fe. Es la revolución cultural que lleva adelante y que con el Sínodo de la Sinodalidad parece querer acelerar.