miércoles, mayo 8

Despedimos otro año plagado de deudas pendientes

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Nota extraída de Infobae por ManuelAdorni

Objetivos no alcanzados, promesas incumplidas, expectativas no satisfechas y un país que no funciona son parte del paisaje a enfrentar cuando culmina un nuevo año 31 diciembre, 2021

En la Argentina se han transformado en una constante las deudas pendientes. Los objetivos no alcanzados, las promesas incumplidas, las expectativas no satisfechas y un país que no funciona son parte del paisaje cada vez que nos aproximamos a culminar un nuevo año.

Los números hablan por sí solos y son realmente alarmantes. Los 20.000.000 de argentinos debajo de la línea de pobreza, el 65% de pobreza infantil, la desocupación disfrazada de mayor empleo público y menor calidad de empleo, el 50% de inflación anual y una buena parte de la dirigencia política que no está conectada con la realidad son parte de la foto perfecta que describe la triste realidad con la que convive la Argentina.

Muchas veces lo más relevante no es el presente sino lo que el futuro tiene deparado para nosotros. Ahí juegan las expectativas: cada año, entre promesas y demagogia de alguna u otra manera renovamos las esperanzas e intentamos convencernos de que algo distinto puede venir el día de mañana. Lo cierto es que la fuerza con la que la esperanza nos invade cada año fue desvaneciéndose con el paso del tiempo y esa renovación de fe en lo que viene va quedando extinta.

La sociedad tiene múltiples reclamos que poco a poco se van transformando en históricos: la inflación, ese flagelo que nos afecta a todos pero por sobre todo a los que menos tienen, convive con nosotros hace prácticamente 19 años. Un problema que el mundo ha resuelto hace medio siglo, aquí se sigue discutiendo tomando medidas que solo degradan más la situación: emisión monetaria descontrolada, congelamiento de precios y hostigamiento a empresarios hacen un coctel peligroso que no encuentra final feliz.

Otro de los reclamos sociales son los impuestos. A pesar del agobio del sector privado y con una economía cada vez más marginal, la política no entiende razones. En 24 meses han incrementado o agregado nuevos impuestos cada 22 días hábiles: todo un record histórico. Más de 180 impuestos, amenazas de gravar hasta las herencias (que ya han pagado impuestos con creces) y una burocracia ridícula se transforman en una economía absolutamente frenada y sin perspectivas hacia adelante. Nadie quiere responder a este reclamo de la gente. La brutal presión impositiva significa más actividades al margen de la ley, menos inversión, menos empleo y por sobre todo, menos libertades. La idea de la política de que siempre hay un puñado de contribuyentes a quienes se les puede sacar más dinero nos está empobreciendo día a día, sin respiro ni pausa.

La otra cara de la moneda impositiva son los gastos del Estado. La baja del despilfarro público es otra deuda que aún resta por saldar. Parece que tampoco han entendido esto: en la provincia de Buenos Aires aprobaron la creación de más de 25.000 cargos públicos, han gastado 4.500.000 en “fresbees” para regalar a quienes tengan la suerte de poder visitar la Costa Atlántica y los presupuestos (tanto el nacional que no se aprobó como la mayoría de los provinciales y municipales) han aumentado sus gastos en relación al año anterior.

La creación de empleo debe ser hoy la principal preocupación de los funcionarios y otra de las necesidades que pone sobre la mesa la sociedad. La Argentina hace 15 años que no crea empresas y 11 que no crea empleo genuino. Miles de argentinos emigran en busca de un futuro mejor y los salarios de los que tienen la suerte de tener empleo son cada vez más miserables. Este cuadro de situación amerita que todos los esfuerzos se aboquen a intentar crear las condiciones para que la inversión llegue (y con ella la creación de empleo). Pero nadie hace nada: el Presidente transmite que el futuro depende de la casualidad y los legisladores viajan por Disney y las Islas Maldivas disfrutando de los placeres de la vida.

La Argentina no da más y nuestros gobernantes no están tomando nota. La distancia entre ellos y la realidad es cada vez más grande y la deuda con la sociedad se está tornando impagable. La política está en default, aunque esta vez los acreedores somos cada uno de los argentinos.