sábado, noviembre 16

Dolarizar, la palabra mágica de Milei

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Nota extraída de Clarín por Miguel Wiñazki

Lo crucial, al menos en esta instancia de campaña, es el poder mismo de la palabra de la que todos hablan. Poco importa si puede llegar a ser efectiva. De Harry Potter al libertario, pasando por Raúl Alfonsín y Néstor Kirchner.

Javier Milei, el candidato más votado en las PASO.

No hay poder real sin palabras mágicas, que no son exactamente reales pero sí en algún sentido poderosas.

Dolarizar es la palabra mágica de Javier Milei.

La palabra se impone por sobre la literalidad de los hechos.

Las palabras mágicas de Perón por ejemplo, fueron muchas; en primer lugar su propio apellido, “Perón” con el agregado “que grande sos” y la afirmación que no pudo verificarse taxativamente, “combatiendo al capital”. La marcha fue la colección de sus palabras mágicas cantadas.

Las de Alfonsín se conjugaron en la afirmación de que con la “democracia se cura, se come y se educa”, pero también en modismos mágicos, “desde luego”, “estoy persuadido”, “un médico allí”. La magia residía en que remitían a la identidad del enunciador, lo rodeaban de una aureola inconfundible. Las de Menem fueron contundentes: “Salariazo”, “Revolución productiva”, “No los voy a defraudar”… De la Rúa se concentró en una frase por contraposición a Menem: “Dicen que soy aburrido…” reiteraba y se contraponía a su antecesor.

No le fue bien.

Las de Kirchner además del tan gráfico “éxtasis”, era salvacionistas “que florezcan mil flores”, “No voy a dejar mis convicciones en las puertas de la Casa Rosada”, “convicciones” allí opera centralmente y también esas otras inaugurales; “Vengo a proponerles un sueño…”

Las palabras mágicas de Cristina quizás pueden resumirse en un objetivo explícito: “¡Vamos por todo!”. Y también en sus modismos conocidos: “¿Que te pasa gorila?” “Sabés que…” “No se hagan los rulos”.

Macri que no fue muy locuaz era insistente con una frase: “Tenemos que apostar al trabajo en equipo».

“Equipo” en ese caso.

Tras las últimas PASO el equipo pareció tambalear.

La frase mágica de Alberto Fernández no funcionó. “Vengo a poner a la Argentina de pie”.

Y ahora “dolarizar” de Milei que atrapó hipnóticamente. La potencia de la palabra mágica es que no necesariamente se ajusta a los hechos. Es la palabra en sí misma la que opera la magia. “Ábrete Sésamo”.

“Abracadabra”.

A lo largo de la historia las palabras mágicas operaron como hechizos para detener males y desmanes. Las usaron sacerdotes y chamanes de todos las tiempos.

La cultura contemporánea recoge ese espíritu desde la niñez.

Harry Potter enuncia una colección de palabras mágicas para conjurar hechizos:

Alohomora…

Expelliarmus…

Wingardium Leviosa…

Avada Kedavra…

Expecto Patronum…

Protego…

Petrificus Totalus.

No pueden traducirse, de allí su magia. Se sitúan en otra dimensión.

No importa que dolarizar sea efectivo realmente o no.

Lo crucial, al menos en esta instancia de campaña, es el poder mismo de la palabra de la que todos hablan.

La vehemencia de Milei encontró la palabra mágica del momento.

“O sea”…la varita mágica.

Toda sociedad es vulnerable a las palabras mágicas.

La gran pregunta que quizás deberían formularse el oficialismo y Juntos por el Cambio hoy, es ¿por qué no han encontrado una palabra mágica que supere a ‘dolarizar’?

El hallazgo de las palabras mágicas es un tópico crucial para analizar la política.

George Orwell en su insoslayable “ 1984” escribió que los tres grandes eslóganes del Partido totalitario que representa su novela:

La Guerra es la Paz.

La libertad es la Esclavitud.

La ignorancia es la fuerza.

Exhibían la locura dictatorial. El Ministerio de la Paz se ocupaba de promover la guerra. La libertad estaba prohibida, de manera que quien la buscaba era encarcelado y torturado, esclavizado, y aprender estaba vedado a la vez.

La Policía del Pensamiento leía las mentes y lo censuraba todo.

El enamoramiento era quizás el peor de los pecados. Solo debía amarse al Big Brother, al ojo censurador que todo lo ve y todo lo controla.

La magia enmudecedora que opera petrificando toda inteligencia .

“En base a éste método -escribe Orwell- fue posible disminuir enormemente el vocabulario”.

No hay totalitarismo sin jibarización del lenguaje y del pensamiento.

Le “Neolengua”, un lenguaje de eslóganes, imperaba en 1984 hasta liquidar lo humano de los seres humanos: el habla abierta enriquecida en el diálogo libre.

Sin acusaciones a priori y generalistas que pretenden paralizar así las lenguas.

No por mágicas las palabras son positivas.

Hace días, el tenista alemán Alexander Zverev hizo detener por un instante el partido que jugaba para hacer expulsar a un sujeto que pronunció una frase endemoniadamente mágica que Hitler vanagloriaba: “Deutschland Über alles”, Alemania por sobre todos. A veces la magia es realmente siniestra.

En otras circunstancias es vencedora: “Sangre, sudor y lágrimas”, enunció Churchill y así triunfó. Prometió también y cumplió en ese discurso “toil”; esfuerzo. “Blood, toil sweat and tears” dijo en realidad.

En ese caso, la magia era real.

“Dolarizar” tiene magia por ahora.

¿La tendrá en el futuro?