sábado, noviembre 16

El dilema de Alberto Fernández: el consenso o Cristina Kirchner

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Nota extraída de Clarín Por Eduardo Van Der Kooy.

Un tuit de la vicepresidenta y una carta de Hebe de Bonafini le marcaron la cancha a Alberto Fernández después de su invitación a empresarios el 9 de Julio y su reunión virtual con Cambiemos.


El dilema de Alberto Fernández: el consenso o Cristina Kirchner

La agenda pública de Alberto Fernández está siendo sometida a tensiones extremas. Existen, sin dudas, los problemas de vínculo con la oposición. Es casi natural que así sea, pese a que la crisis de la pandemia ofrece fotografías periódicas de concordancia. Al menos, con Horacio Rodríguez Larreta​, el jefe porteño. Territorio que cotiza en oro para las aspiraciones políticas de Cambiemos.

Lo llamativo, en cambio, es que aquella agenda presidencial sea con frecuencia cuestionada desde el Frente de Todos. Tampoco se puede generalizar. Las objeciones parecen nacer del Instituto Patria. La sede de Cristina Fernández y su tropa. Alrededor de la vicepresidenta orbitan núcleos o personajes que dicen obrar con autonomía. También interpelan la conducta política de Alberto.

El Presidente tuvo dos gestos, en los últimos días, que parecieron sintonizar con las exigencias que demanda la pandemia. Y el futuro. El 9 de Julio convocó para la celebración de la Independencia al llamado Grupo de los Seis. Entre ellos figuran la UIA, la Sociedad Rural y la Asociación de Bancos de Buenos Aires (ADEBA). Se añadió Héctor Daer, secretario general de la CGT.

El lunes, después de muchos cabildeos, realizó la primera reunión virtual con Cambiemos desde que comenzó la cuarentena. La anterior y única, había sucedido el 18 de marzo para conversar sobre la emergencia que se avecinaba a propósito del coronavirus​. Desde entonces, la oposición mayoritaria solicitó tres audiencias que nunca fueron respondidas.

Aquel encuentro con empresarios y sindicalistas tuvo sus pliegues. Los hombres de negocios fueron convocados por el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz​, para una bilateral con Alberto. Pero repentinamente -en el lugar- resultaron invitados para participar de la celebración patria. Cuando concluyó, el Presidente debió retirarse y la bilateral formal quedó en promesa.

Tres días después de aquella reunión a medias, Cristina tuiteó acerca del “mejor análisis que he leído en mucho tiempo”. Refirió a un artículo de Página 12, del periodista Alfredo Zaiat, que puso en duda que el G6 “esté dispuesto a sumarse a la construcción de una nueva normalidad económica, que deje atrás el capitalismo neoliberal hegemonizado por las finanzas globales”. Por ahora una simple conjetura: aquel cónclave quedó en mera insinuación.

La sutileza crítica de la vicepresidenta contó con otra secuencia que careció de ambigüedades. Hebe de Bonafini, la titular de Madres de Plaza de Mayo, dijo sentirse “agraviada y herida en lo más profundo” por aquella fotografía de Alberto con los empresarios. “Los que explotan a nuestros trabajadores, los que saquearon el país y los que secuestraron a muchos de nuestros hijos”, ametralló Hebe.

Este choque posee un antecedente que sucedió en enero. Alberto opinó, entonces, que no había en la Argentina presos políticos. Exactamente al revés del pensamiento de Cristina. Quien, por otra parte, se siente víctima de una persecución política y judicial que habría desatado en su momento el macrismo. En aquella ocasión, la réplica brotó de la misma boca que ahora. Hebe interrogó públicamente a Alberto sobre “en que bando está”. La paz se reinstaló después de un almuerzo que ambos compartieron en la Casa Rosada. Ahora Alberto le respondió con una frase: “Mi compromiso siempre es estar con los que menos tienen”.

Hebe podría haberse anticipado, tal vez, a otro malestar aún oculto de Cristina. También criticó al Presidente por haber mantenido una reunión privada (virtual) con los legisladores de Cambiemos. “¿Pero quién gobierna, Fernández, quien gobierna?”, preguntó con su vozarrón habitual.

El Presidente debe haber palpitado en la previa con la oposición algo de lo que en las últimas horas blanqueó Hebe. De allí, dos prevenciones que adoptó. Tres horas antes de la teleconferencia declaró que ningún gobierno antes del de Mauricio Macri había contado con una mesa judicial para encarcelar opositores. Una mezcla de necesidad y amnesia. Apenas inició el diálogo con la mesa legislativa de Cambiemos reprochó el documento emitido por el asesinato de Fabián Gutiérrez​, ex secretario de Cristina. Que revolvió la parte oscura de la historia del matrimonio.

Existieron señales tangibles que aquellas armonías no terminan nunca de calzar en el espíritu hosco de la vicepresidenta. Se supuso que la reunión era con Cambiemos y, en otra ronda, con el resto de los opositores. Pero en la mesa de comando, junto a Alberto y Sergio Massa, el titular de la Cámara de Diputados, apareció también Máximo Kirchner. Que se sepa es oficialista. En las pantallas irrumpieron además los senadores cristinistas José Mayans, de Formosa, y la mendocina Anabel Fernández Sagasti. Autora del proyecto de intervención y expropiación de la agro-industrial Vicentin. También se supone que son oficialistas. ¿Lo son?

Con ese contexto no era posible pedir demasiado del encuentro. Pareció agotarse en si mismo. Con la promesa de Alberto acerca que enviará un temario para la pos pandemia a ser debatido con la oposición en el Congreso. La génesis de la reunión también pudo haber significado un condicionante.

Los motores fueron encendidos por Massa. Actuó de mensajero también entre el Presidente y Cambiemos ni bien nacieron los primeros desajustes. Por caso, cuando macristas y radicales pidieron exclusividad en el diálogo con Alberto. La obtuvieron. No corrieron, en cambio, la misma suerte al pretender sumar al Bloque Federal Peronista del Senado. Allí están el salteño Juan Carlos Romero y Carlos Reutemann, entre otros. El Presidente bajó su pulgar. ¿Cómo convalidar a viejos peronistas ahora en la vereda de enfrente?, preguntó. Alberto presume que esos peronistas deberían formar parte del Frente de Todos.

La sorpresa pudo haber estallado en las últimas horas. Un grupo de intelectuales, peronistas, macristas duros y blandos, radicales y organizaciones religiosas, sociales y empresarias, difundieron un documento en el cual le piden al Gobierno que promueva una mesa de diálogo nacional para hacer frente a la crisis presente y a la hecatombe que se avecina.

Entre los firmantes peronistas destacados están el ex gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, y el ex presidente Eduardo Duhalde. El también ex gobernador de Buenos Aires y ex senador estuvo hace pocos días desayunando con Alberto en Olivos. El 11 de junio había formulado una definición categórica: “Alberto puede sacarle tarjeta roja a Cristina”, sostuvo en un reportaje en el cual denunció la imposibilidad de un poder bifronte.

La combinación de Cambiemos con los sectores que firmaron el documento reclamando una mesa de consenso podría someter al Presidente a un juego de pinzas. Por un lado, esa solicitud de amplísima representación política y social. Por otro, la resistencia infranqueable de Cristina. La líder natural del Frente de Todos, según la definición nunca desmentida del ministro de Seguridad de Buenos Aires, Sergio Berni.