Benjamín Mendoza y Amor nació en Bolivia y vivió 10 años en la Argentina. Instalado en Filipinas, atacó e hirió a Paulo VI. Tras cumplir su condena, volvió a su país y expuso sus obras hasta su muerte en 2014.
Hay muchas maneras de alcanzar la fama. Una de ellas es lanzarse contra el Papa de la Iglesia católica para asesinarlo de una cuchillada.
Benjamín Mendoza y Amor había nacido en Bolivia, pero vivió diez años en Buenos Aires, hasta 1970. Aquí estudio pintura en la escuela de Bellas Artes. De notable talento, este pintor surrealista tenía 30 años cuando ilustró la tapa del último libro de Raúl Carlos Barón Biza, una novela llamada “Todo estaba sucio”, de 1963.
Barón Biza fue un playboy, político y escritor cordobés de vida novelesca y escandalosa, acusado de pornógrafo, que se suicidó de un tiro en la cabeza luego de corroer con ácido el rostro de su segunda esposa, Rosa Clotilde Sabattini, hija del líder radical Amadeo Sabattini. Años después, ella también se quitó la vida.
Benjamín, el pintor sin suerte
Allí estaba Benjamín, el pintor sin suerte. Tanto en su país como en la Argentina, se lo hallaba siempre en segunda fila. Mendoza y Amor había nacido en La Paz el 31 de marzo de 1933. Era un miembro de la etnia aymará, la de Evo Morales. Su madre se prostituyó para darle educación a sus hijos, en especial a Benjamín, el menor. Estudió en el prestigioso Colegio Salesiano de Ayacucho, el mismo en el que se educaron once presidentes y ministros de Bolivia. Fue entre esas paredes donde Mendoza descubrió su capacidad especial para dibujar con las dos manos. La pintura sería su destino.
En su juventud, trabajó para la sucursal de la CIA en Bolivia, pero las actividades subrepticias no le sentaban bien. En el verano de 1961, viajó a Mar del Plata y para pagarse la estadía pintó murales en el hotel “Manila”. Los críticos no le dieron demasiada importancia a sus obras. El pobre no vendía gran cosa. Establecido en Buenos Aires, llegó a pintar retratos de las señoras que iban a una peluquería de Recoleta para tener contante y sonante y poder mantenerse.Benjamín era un hombre insípido, cuya presencia carecía de gracia y atractivo. Pero era muy persistente. Así logró exponer sus obras en el Concejo Deliberante, pero también en el Hotel Llao Llao de Bariloche y además en la galería Witcomb de Buenos Aires, fundada en 1868 y donde expusieron artistas como Quinquela Martín, Leopoldo Presas, Vito Campanella, entre otros.
Los vientos parecían ser favorables ahora. Llevó sus obras a Boston, Chicago, Washington, Los Ángeles y hasta a Honolulu. No era fácil seguirle la pista. Para 1967 Mendoza y Amor estaba en Tokio. Viajó a Hiroshima, visitó la China insular de Chiang Kai Shek, el dictador anticomunista de Taiwan, y la Honk Kong aún británica en la China continental de Mao Tsé Tung.
Dos años después, se instaló en la capital de Filipinas, Manila, dominada por el régimen de Ferdinando Marcos y de su mujer, Imelda. Para entonces ya padecía de un trastorno de personalidad disociada que recién le sería diagnosticado años después.
El papa Paulo VI en Manila
El 27 de noviembre de 1970 se vistió como un sacerdote, tomó su puñal malayo y fue a esperar a Paulo VI al aeropuerto de Manila. Había muchísimas personas esperando al Santo Padre y Mendoza y Amor, con su hábito, pasó desapercibido. De a poco, logró acercarse a Paulo VI. Luego de bajar la escalerilla del avión de Alitalia, el Papa caminó unos pasos cuando el pintor boliviano le lanzó un golpe de cuchillo dirigido al pecho de Giovanni Battista Enrico Antonio Maria Montini o Paulo VI. Lo atacó con una daga corta, curva, de 32 centìmetros, que en ambas caras de su hoja llevaba inscriptas las palabras: balas, supersticiones, banderas, reinos, basura, ejércitos y mierda. Eran las 09.00. La inmaculada vestimenta papal se vio manchada con sangre que provenía del cuello. Algunos dijeron que le había raspado la oreja. Mendoza y Amor lanzó dos veces la daga.
¿De dónde provenìa la sangre? Fueron varios los que se tiraron sobre el atacante y también sobre el Sumo Pontìfice para protegerlo. Todos forcejearon. La leyenda dice que el dictador filipino Ferdinando Marcos salvó al Papa. No es verdad. Marcos estaba lejos, en el palco en el que esperaba a Paulo VI. La leyenda dice que quien liberó al Papa de la pasión furiosa de su asesino fue un joven cardenal americano, Paul Marcinkus, que iniciará desde ese día su veloz carrera diplomática en El Vaticano que terminaría involucrado en el escándalo de la quiebra del Banco Ambrosiano y envuelto en sospechas de arreglos con la logia terrorista P2. La leyenda afirma que fue Sou Kwan Kim, arzobispo de Seúl y cardenal de la iglesia romana de San Felice da Cantalice a Centocelle quien cubrió con su cuerpo el pecho del Papa y ayudó a desviar el golpe mortal. Esta versión es la más probable.
Mendoza y Amnor, cuando fue arrestado, gritó: “¡Deseo liberar!”. De él, habló entonces todo el planeta. Fue famoso. Luego confesaría que no quería matar al Papa sino solamente llamar la atención y hacerse publicidad. ¿Estaba loco? Probablemente.
Una pintura “del que quiso matar al Papa”
Desde el Vaticano, Paulo VI perdonó a su agresor, que es lo que hacen los papas. Entonces Mendoza pidió que levanten la acusación por intento de homicidio, pero fracasó. Todo había sido muy evidente. En febrero, como protesta, quemó una Biblia frente a los tribunales de Manila porque:“no lleva consuelo a la gente”. El 21 de abril de 1971, el juez Pedro Bautista lo condenó sólo por tentativa de homicidio; algo pasó durante el proceso: al parecer la daga malaya se había convertido en un cuchillo de goma, un verdadero milagro para recurrir a una parábola fácil. Además, como nadie había sido herido de gravedad, el intento de homicidio había quedado reducido a un incidente. En sumka, le dieron cuatro años de cárcel y deportación inmediata ni bien termine su condena.
Mendoza y Amor quemaba; quemaba al dictador Marcos; quemaba al sistema judicial filipino; es una sombra oscura a la que todos quieren ver lejos. Mendoza entró a la prisión de Quezón City con dos palomas en las manos y una Biblia. Sus cuadros, que habían sido expuestos en el Museo Nacional de Filipinas y en la Biblioteca Nacional sin que nadie se interesara por una sola de sus acuarelas o de sus óleos, luego del ataque al Papa se vendieron en diez días. Muchos suelen ser así. La obra era lo de menos pues lo importante es que se adquiría una pintura de “aquél que quiso matar al Papa”.
En 1974, cumplida ya la condena, fue enviado a Bolivia con custodia rigurosa. El avión hizo escala en Papeete, capital de Tahiti. En ese mismo aeropuerto, hacía escala otro avión que traía de regreso a la Argentina al cineasta Armando Bo y a la actriz Isabel Sarli. Ambos volvían de una extensa gira por Oriente y eran protegidos por la compañía Warner Brothers, que les abrió las puertas de Hollywood en contraste con la censura que imperaba en la Argentina.
El fallido atentado contra Paulo Vi le cambió la vida al pintor boliviano. El mundo se enteró quién era y qué hacía para ganarse la vida. Los galeristas le encargaron obras y comenzó a exponer. De todos modos, siempre fue recordado, más que por su obra pictórica, como el hombre que quiso matar al Papa Paulo VI. Murió en Lima a los 81 años, en 2014. Estaba alojado en un hogar para ancianos.
f: TN Ricardo Canaletti
ANSES: los calendarios de pago de los haberes para noviembre 2024
4 noviembre, 2024CyberMonday: 3 celulares Samsung a buen precio y en hasta 18 cuotas
4 noviembre, 2024