Luego de echar sin miramientos a la Canciller, avisó que empezará una especie de persecución para detectar y sacar a los diplomáticos que sean “impulsores de agendas enemigas de la libertad”. Las elecciones de Estados Unidos, en la mira
Desde que llegó a la presidencia, Javier Mileiya dio sobradas señales de su plan para mostrar un estilo firme, no solo en política nacional, sino también internacional, sin importar los costos que deba pagar.
Echó sin miramientos a la canciller Diana Mondino y avisó que empezará una especie de persecución para detectar y sacar a los diplomáticos que sean “impulsores de agendas enemigas de la libertad”.
Purga o caza de brujas. Nombres no han faltado en la historia argentina, y no solo en el cuerpo diplomático. Basta recordar lo que ocurría cuando gobernaba el kirchnerismo.
En realidad, Milei ya había dado señales de un ajuste muy profundo en los gastos de la Cancillería, dentro y fuera del país, en lo que hace a bienes o al bolsillo del personal que cumple funciones en el exterior.
En el ministerio de Relaciones Exteriores, donde abunda una de las muchas corporaciones que hay en la Argentina, los anuncios causaron un gran revuelo, pero saben que el presidente no dará marcha atrás.
Quedará todavía para la discusión la forma en que fue echada Mondino por haber votado contra el bloqueo a Cuba, que mantiene desde hace décadas los Estados Unidos, en las Naciones Unidas.
Esta posición la ha sostenido durante mucho tiempo la Argentina, pensando en los respaldos que año a año recibe del Comité de Descolonización de la ONU para que el Reino Unido se siente a dialogar sobre la soberanía de las Islas Malvinas. Una posición que nunca le quitó el sueño a los Estados Unidos, conocedor de las idas y vueltas de ese organismo internacional.
Si bien el diálogo estaba casi cortado con Milei, en el entorno de Mondino aseguran que les habían avisado a los delegados de Karina Milei y el superasesor, Santiago Caputo, en Cancillería. Es decir, el secretario de Culto, Nahuel Sotelo, y la abogada Úrsula Basset. Y que la luz verde le había llegado a la ministra para ponerse en la vereda de enfrente de EE.UU. e Israel.
Más allá de quién tenga razón, lo cierto es que Milei encontró la causa esperada para eyectar a Mondino y poner en su lugar al empresario y embajador en Washington, Gerardo Werthein, cuya independencia de Karina y Caputo es aún un interrogante.
Werthein tendrá una dura tarea en el ministerio, sobre todo si en las elecciones de EE.UU. pierde el republicano Donald Trump y gana la demócrata Kamala Harris.
Milei se ha jugado a fondo a favor de Trump y ya piensa en cómo será su relación. De lo contrario, tendrá que hacer un giro copernicano, como le gustaba decir a su ídolo Carlos Menem, para mantener su alineamiento con WDC.
El que sigue con atención lo que ocurre en el Gobierno es Mauricio Macri, quien se acerca tantas veces como se aleja a Milei.
A Macri no lo convence la manera que en Milei está tratando la reforma de la Cancillería, como tampoco le gusta demasiado la poca relación que mantiene con los jefes de Estado de las principales naciones de occidente.
El expresidente sigue manteniendo su postura de apoyar en todo lo que puede al Gobierno, a través de los votos del PRO en el Congreso, pero quiere señales concretas de reciprocidad, tanto en el Congreso como en la relación con los gobernadores.
El macrismo está predispuesto a aprobar el Presupuesto 2025, con algunas modificaciones, y también respaldaría a la Casa Rosada en su intento por evitar que la oposición limite los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU), algo que el PRO quería años atrás.
Una “mayor institucionalidad” parece ser el leitmotiv del bloque macrista, guiado por Cristian Ritondo, el enlace con el círculo de hierro de Milei (Karina y Caputo). Allí aparecen, entre otras cuestiones, la designación de los miembros de la Auditoría General de la Nación y la modificación del decreto que cambió la ley de Acceso a la Información Pública.
Pero Milei también necesita los votos de los radicales “amigos” y por eso no se entiende por qué razón le disparó con munición gruesa a la figura de Raúl Alfonsín, al afirmar que, junto a Eduardo Duhalde, participó en un movimiento para voltear al presidente de la Alianza, Fernando de la Rúa.
Si faltaba algo, Patricia Bullrich le echó más leña al fuego al involucrar en una supuesta conspiración a los sindicalistas Hugo Moyano y Luis Barrionuevo y al entonces titular de la UIA Ignacio de Mendiguren, que luego fue ministro durante la presidencia de Duhalde.
En el medio de tanto ruido dentro del gobierno nacional, Cristina Kirchner logró lo que quería de la jueza Servini: que reconozca que es la única que puede presentarse para la presidencia del Partido Justicialista, el 17 de noviembre, dejando a un costado a la lista del gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela.
De esta manera, se evitó que por primera vez en más de 70 años haya una interna en el PJ para elegir autoridades y que nadie se atreva a ensombrecer un triunfo de Cristina.
Dentro del kirchnerismo, a nadie le interesa que le recuerden lo que opinaba Cristina, años atrás, del PJ, sus símbolos, la marchita y hasta la figura del propio Juan Perón.
CFK quiere alinear a todo el peronismo detrás de su figura, sobre todo si la Cámara de Casación confirma, como se especula, la condena a seis años de prisión por la causa conocida como Vialidad y la inhabilita para ejercer cargos públicos.
Por lo que se ve, los vientos políticos y judiciales han cambiado en la Argentina y Milei quiere aprovechar mientras lo impulsan hacia adelante