Estafas piramidales: la increíble historia de vida de Carlo Ponzi, su creador

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Pasó de ser un inmigrante sin dinero a convertirse en millonario. Qué le prometía a los inversores y cómo fue que cayó su negocio

Carlo Ponzi, el creador de la estafa piramidal que lleva su apellido

Miles de personas de la localidad de San Pedro están pendientes de lo que pueda ocurrir con Rainbowex, una criptomoneda en la que invirtieron sus ahorros: es que ahora la Justicia investiga por posible estafa a Knight Consortium, la empresa que la promocionaba.

En concreto, los investigadores creen que se trató de una posible maniobra bajo el esquema Ponzi, ya que los inversores deben reclutar nuevos participantes, un mecanismo clásico en las estafas piramidales. 

Se trata de un tipo de estafa que tuvo su origen en Estados Unidos, alrededor de 1920, y su «creador» fue Carlo Ponzi, quien le dio nombre a una maniobra que se extendió en el tiempo y que, con el paso de los años, fue adquiriendo distintas facetas. Pero que, generalmente, tiene en el esquema piramidal su razón de ser.

¿Quién fue Carlo Ponzi, el creador de la estafa piramidal?

En 1920, Carlo Ponzi, un inmigrante italiano en Estados Unidos, pasó de ser un hombre sin dinero a un supuesto magnate, luego de atraer a miles de inversionistas con promesas de riqueza rápida. Prometía ganancias del 50% en 90 días a través de su empresa, la Security Exchanges Company, que aseguraba generar altos retornos mediante un sistema ingenioso de compra y venta de cupones postales. No obstante, cuando las autoridades empezaron a investigar, la prosperidad que muchos creían tener en sus manos se esfumó.

Ponzi llegó a Estados Unidos en 1903 con solo u$s2,50 en el bolsillo, pero con la ambición de hacerse rico. Sin habilidades especiales ni conocimientos de inglés, trabajó en empleos de baja categoría hasta que, tras un breve tiempo en Canadá, fue encarcelado por fraude bancario. Esta primera experiencia criminal sentó las bases para lo que vendría más tarde. De vuelta en Estados Unidos, empezó a idear un plan más audaz.

Su esquema se basaba, según explicaba, en sacar provecho de las diferencias en el valor de cupones postales internacionales, que se vendían en distintos países. Compraba estos cupones en países donde la moneda era débil, como Italia, y los vendía en lugares donde valían más, convirtiéndolos luego en efectivo.

En teoría, este proceso de compra y canje podía generar una ganancia rápida y sustancial. Ponzi aseguraba que el ciclo completo le permitía multiplicar los fondos de los inversores, alcanzando hasta un 400% de beneficio en 45 días.

El negocio despegó en diciembre de 1919, cuando Ponzi empezó a recibir pequeñas sumas de inversores, que pronto se convirtieron en millones de dólares. Para julio de 1920, sus oficinas en Boston atraían a miles de personas que, captadas por las noticias de rápidos beneficios, hacían fila para invertir sus ahorros. El interés por su empresa creció hasta el punto de que diariamente se acumulaban multitudes. En medio del fervor, sin embargo, surgieron dudas.

A medida que el Gobierno comenzó a investigar su empresa, se desató el pánico entre los inversores. Muchos acudieron a las oficinas de Ponzi exigiendo el reembolso de sus fondos. Con gran habilidad para el espectáculo, Ponzi salió al encuentro de la multitud y, rodeado de prensa, aseguró que su empresa era sólida.

Prometió que reembolsaría a todos los inversionistas, incluso a aquellos que no habían cumplido los 90 días de espera. En un gesto que parecía generoso, repartió café y comida gratuita a los que esperaban. Durante un tiempo, su encanto y su capacidad para inspirar confianza parecieron calmar la situación.

¿Cómo cayó Carlo Ponzi y cuántos millones estafó?

Sin embargo, la calma duró poco. Menos de dos semanas después, las autoridades federales anunciaron que la empresa de Ponzi enfrentaba deudas que superaban los u$s7 millones, mientras que él solo tenía u$s4 millones. Las autoridades descubrieron que Ponzi no había comprado ningún cupón postal; en cambio, estaba utilizando los depósitos de nuevos inversionistas para pagar las ganancias prometidas a los antiguos, en lo que luego sería conocido como un «esquema Ponzi».

La noticia provocó una segunda ola de indignación. Inversionistas de todos los estratos sociales, desde trabajadores de fábricas hasta empleados de tiendas, vieron sus sueños destrozados. Para algunos, Ponzi representaba la encarnación del «sueño americano»; para otros, un simple estafador. Finalmente, fue arrestado y condenado a cinco años de prisión en una cárcel federal. Durante su condena, enviaba tarjetas navideñas a sus acreedores, asegurando que les devolvería el dinero una vez saliera libre.

Al ser liberado tras cumplir tres años y medio, lo esperaba un nuevo juicio en Massachusetts por fraude. Ponzi apeló, aprovechando la libertad condicional para mudarse a Florida, donde comenzó un negocio de bienes raíces que rápidamente fue señalado como fraudulento. Tras huir a Texas, fue recapturado y enviado de vuelta a prisión, donde permaneció hasta 1934. Ese mismo año fue deportado a Italia, concluyendo así su carrera criminal en Estados Unidos.

En Italia, trató de comenzar de nuevo y consiguió un trabajo en una línea aérea, pero esta cerró al estallar la Segunda Guerra Mundial. Sus últimos años los pasó en Brasil, donde intentó sobrevivir vendiendo salchichas y dando clases de idiomas. Sin embargo, el fraude siempre pareció perseguirlo. Murió en la pobreza en 1949, en un hospital de beneficencia en Río de Janeiro, a los 66 años.

Aunque Ponzi murió en la miseria, el legado de su nombre persiste. Su «esquema Ponzi» se convirtió en sinónimo de fraude, un modelo de engaño que fue replicado en numerosas ocasiones a lo largo del tiempo.