domingo, noviembre 17

La interpretación de la locura

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Nota extraída de Clarín por Miguel Wiñazki

¿Está loco el Presidente? ¿O la gente salió a las calles con cacerolazos, o los efusivos libertarios? ¿Cuánta locura expresa la inflación? ¿Son sensatos los jefes de la arcaica CGT que despertaron ahora a la resistencia?

Todo tiene que ver con la locura, pero no necesariamente en el sentido despectivo del concepto.

La locura fue concebida en sus orígenes históricos como una palabra divergente de la dominante, como un animus frontal en contra de la denominada normalidad, y por eso mismo, veraz.

En la antigüedad clásica la locura era ponderada como la expresión sin inhibiciones de lo que no debe decirse, que sin embargo y por ello mismo navega mudo en el inconsciente colectivo, hasta que explota como un volcán y dispersa su lava ardiente por lo esclerosado en los extendidos relatos ficticios.

La locura es un concepto polisémico y no es fácil depositar el sayo: ¿Quién es el loco, Alberto Fernández o el asombroso y para tantos tan inquietante Javier Milei?

Es necesario recalcar que no se enuncia aquí el término como un necesario demérito, sino como un vector para pensar.

Pero también se puede connotar negativamente.

¿Estamos todos locos en un sentido doloroso y desbrujulado?

Debajo de la superficie polémica en la Argentina, hay dos mundos.

Dos tribus. Dos entusiasmos, dos mundos antagónicos, dos planetas, dos países .

Hay un frenesí libertario.

Se percibe mejor en quien transita esos senderos. Hay fiestas en estos días, eventos espontáneos, espectaculares, auspiciadas por el espíritu del autodenominado león que ya es presidente, y la gente en alaridos manifiesta sus devociones como en recitales desenfrenados, pero no por eso irrelevantes. Al contrario.

Esto es información. Lo constató in situ periodísticamente, éste cronista.

Más allá o más acá de las discusiones relativas al mega decreto, acontece una aparición de muchísimos, con valores sociopolíticos antagónicos a los que dominaron durante tanto tiempo. Y cantan y bailan y gritan.

Son valores supra-políticos: diferentes modos de vinculación, de comunicación, de efusión transformacional.

Acontece en reuniones, boliches, encuentros y abrazos al libertarianismo.

Y por otra parte hay un entusiasmo preocupado,opuesto y complementario al anterior, que ya salió a las calles con cacerolazos, no menos frenéticos que los de los efusivos libertarios.

Las romerías fragmentadas salieron a las calles al instante de la finalización del enunciado del mega decreto presidencial. Las cacerolas estallando como cántaros, y entre algunos resurgió un alarido de triste memoria: “Que se vayan todos”.

Observando los rostros de los refutadores del gobierno, se sentía el latido arrítmico de la furia. Las caras gesticulantes y las muecas insultadoras desde la sola plasticidad de los ademanes trepidantes.

Hay una dicotomía social que es más profunda -es una hipótesis- que lo que se discute en la superficie de las nuevas batallas políticas.

Hay dos Argentinas, como tantas veces, una estadocéntrica, otra, prescindente del Estado.

Pero es más que eso. Es otra cosa, es una identidad profunda que se está jugando en las zonas más reticentes a los análisis clásicos.

¿Son sensatos los jefes de la arcaica CGT que despertaron ahora a la resistencia?

¿Es sensata La Cámpora?

A la vez, ¿cuánta locura acumulada expresa la inflación?

Es el síntoma de una sociedad, y no solo de la sociedad política, que no encuentra hasta ahora ningún camino.

¿Es el síntoma delirante de una sociedad, o de una sector de la sociedad que ya pide un paro general frente a un gobierno que tiene días en el poder?

La violencia en las calles de la inseguridad, la agresión política real y virtual, el predominio del pasado y la decadencia del futuro, como espacio abierto a la mayor incertidumbre, abruman a la psicología social general.

¿Cual es la resistencia real en las calles frente al nuevo gobierno? ¿Cuántos son los protestantes? Se irá viendo con el tiempo, pero rápidamente.

En rigor, hay una aceleración de los tiempos.

Por el momento las marchas continúan y se multiplican, también las amenazas de diverso tono y todas estremecedoras frente a las intenciones privatizadoras prometidas por el oficialismo.

Hay una paradoja muy particular. Para Foucault la locura era el nombre que se le daba al ocio; los marginales, los homeless según diríamos en términos contemporáneos, los improductivos eran designados dementes y encerrados o exiliados en islas, o cárceles u hospitales.

Aquí está ocurriendo un fenómeno inverso. El designado “Loco” en el poder, considera ociosos y anti meritocráticos a los que se conciben normales, por descansar a sueldo en estamentos estatales o para estatales que les pagan por no producir.

No es desde luego justo bautizar como vagos a los empleados del Estado. Hay vidas dedicadas en esos espacios al trabajo y al esfuerzo, pero también es cierto que lo contrario también existe: innumerables de los denominados “ñoquis”.

Ayer fue un día caótico porque también es utópico suponer que puede calzarse una camisa de fuerza policial militar a la protesta pública de un día para otro.

Estamos atravesando, otra vez, un momento históricamente crucial.

La Argentina alterada no se cura de la alteración, la profundiza.

La agitación, el nerviosismo, la ansiedad, el sobresalto contínuo, el miedo, de pronto el ataque de pánico social se agudizan y se imbrican con la perturbación que produce todo lo nuevo.

¿Es lo nuevo amenazado por lo viejo?

¿O no hay novedad alguna, y sigue y persiste la repetida y sísifica Argentina dramática y siempre insensata