La revolución que llevó aCristina a querer reunirse con Macri

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Nota extraída de TN por Marcos Novaro

Después de la conmoción generada por el intento de asesinato de la vicepresidenta, las cosas vuelven de a poco a seguir su cauce. Y no lo hacen con los ánimos menos crispados. Pero sí con menos chances que antes de que esa crispación domine el escenario e imponga su ley. Simplemente porque nos dimos flor de susto, y el miedo no es tonto, enseña a distinguir rápido entre lo que importa y lo que no, entre lo que hay que preservar y de lo que se puede prescindir.

Y lo que importa por sobre todas las cosas, a la enorme mayoría de los argentinos, es la convivencia pacífica en el respeto a la ley. Es decir, asegurarse de que algo del estilo del intento de asesinato del 1° de septiembre no vuelva a suceder. Y si sucede, que fracase no como esta vez, por la torpeza de sus perpetradores, sino porque todos los demás estén prevenidos para detenerlos.

La causa Vialidad, el atentado y el desgobierno de la Economía

Ese es, finalmente, el núcleo del “consenso del ´83″, que muchos oficialistas, incluida la propia Cristina Kirchner, curiosamente se apresuraron en estos días en dar por terminado. Cuando en verdad lo que ha sucedido es más bien lo contrario: ese acuerdo de convivencia recuperó su visibilidad y utilidad para la enorme mayoría, ante el riesgo bien visible de que una bala efectivamente lo liquidara.

El jefe de bloque del Frente de Todos en el Senado, José Mayans, pidió frenar el juicio por la causa Vialidad (Foto: DyN).
El jefe de bloque del Frente de Todos en el Senado, José Mayans, pidió frenar el juicio por la causa Vialidad (Foto: DyN).

Si eso es lo importante, dentro de lo secundario, entre otras cosas, está la suerte judicial de Cristina Kirchner. Así que es al revés de como lo quiso ver el senador Mayans, ganado por el entusiasmo victimista: la paz social no va a depender de lo que fallen los tribunales, sea a su favor o en su contra. En verdad, difícilmente iba a depender de eso antes de que a los copitos se les ocurriera hacer lo que hicieron. Menos todavía va a ser así después, en que quedó claramente a la vista que “dar la vida por Cristina”, sea a favor o en contra, solo interesa realmente a muy pocos exaltados. Todos los demás podrán tener sus ideas al respecto, pero lo que realmente quieren es que su vida sea lo más larga y soportable que sea posible, e independiente de la de Cristina Kirchner.

De lo que podemos estar bastante seguros es de que la paz social iba a estar sí en cuestión, en cambio, si seguía mucho más tiempo el desgobierno de la economía que se generó entre los últimos e inconducentes intentos de Guzmán y la entrada al Ejecutivo de Massa. Ese descalabro sí amenazó con liquidar, si no el consenso del 83, al menos la posibilidad de administrar pacíficamente nuestro empobrecimiento. Que parece ser la última gran tarea que es capaz de proponerse el actual gobierno. Porque si la inflación seguía acelerándose, y los intercambios económicos volviéndose más y más inciertos, el combo de recesión y caída de los ingresos difícilmente podía terminar en algo distinto a un estallido.

Pero esto es así porque afectaría a millones de personas, sumiéndolos en la pobreza de un día para el otro, o enterrándolos aún más en ella. Y sabemos muy bien cómo es eso, porque sucedió ya en varias ocasiones, a todas las generaciones. Cada vez que pasó algo por el estilo, y experimentamos una nueva variante de nuestra recurrente vocación por el fracaso económico, la convivencia democrática quedó pendiendo de un hilo.

La revolución que llevó a Cristina Kirchner a querer reunirse con Mauricio Macri

¿Podía suceder algo parecido porque el fiscal Luciani tipificara las responsabilidades de Cristina Kirchner en la obra pública durante sus presidencias? De ninguna manera. Si acaso alguna facción particularmente entusiasta del oficialismo hubiera creído que su conmoción por ese hecho era similar a la de millones de argentinos cayendo en la pobreza, y hubiera entonces pasado a la acción directa, atacando los tribunales, por decir algo, el mayor daño hubiera sido el autoinfligido, a esa facción y al oficialismo en su conjunto. Y en el gobierno lo saben muy bien. De allí que dejen que se coree eso del “quilombo que se va a armar” y “dar la vida por Cristina”, pero nadie tenga la menor intención de pasar a los hechos.

Menos todavía hoy, que ha quedado bien a la luz lo fácil que es pasar a los hechos y lo difícil que suele ser controlar los efectos.

La carta del encuentro

No por nada, la única iniciativa práctica relevante de los últimos días desde el oficialismo no ha sido una nueva convocatoria a asediar los tribunales, sino algo por completo impensable semanas atrás: explorar la posibilidad de un encuentro entre los dos grandes del buen humor, Mauricio Macri y Cristina Kirchner. Una reunión que, aunque no se concrete, ya por el solo hecho de que se instale como posibilidad tiene un efecto balsámico para la convivencia, revelador de las prioridades del momento: nunca fue siquiera imaginable y ahora es factible, porque los dos sacarían algún provecho de mostrarse interesados en preservar la paz, y tendrían poco que explicar a sus adeptos más fanáticos por hacerlo.

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No es casual que, en cambio, las iniciativas para volver a movilizar a la tropa oficialista hayan quedado, al menos de momento, congeladas. Es cierto que a sus dirigentes les falta registro de lo que sucede en la opinión pública. Pero alguna noticia evidentemente tienen de que insistir una y otra vez con lo mismo, movilizar repetida y aburridamente a sus militantes para que manifiesten su conocido enojo contra jueces y fiscales, no tiene mayor sentido. Y hacerlo hoy aún menos, en que se está esperando de la misma Justicia que investigue y condene a los que atentaron contra la señora, y nos dé así alguna garantía de que esto no se repita, para que las autoridades, incluida también ella, puedan volver a ocuparse de su verdadera función, el control de la inflación, el crecimiento del empleo, las inversiones, todo eso de lo que realmente depende nuestra supervivencia y nuestro futuro.

Y tampoco es casual que la mayor transformación se haya dado, como quien no quiere la cosa, en la propia Cristina Kirchner: a contramano de todo lo que ha hecho y dicho durante medio siglo de vida política, está hoy interesada en sentarse con su mayor adversario y conversar; o al menos lo está en mostrarle a todo el mundo, a propios y extraños, que quisiera hacerlo.

OPINIÓN. El reinicio de la causa de Vialidad está mostrando que el diagnóstico de José Mayans afortunadamente era errado: el atentado no sirvió de aval para las patoteadas oficialistas contra las instituciones, sino que le quitó el poco sustento y empuje que tenían.