La tregua de Alberto y Cristina significa que respecto al rumbo económico no acordaron nada
Nota extraída de TN po sergio Berenstein
El presidente Alberto Fernández tendrá que empezar a tomar decisiones sopesando los riesgos, en un marco de desdibujamiento de su autoridad y peleas permanentes en el Frente de Todos.
El presidente Alberto Fernández está frente a un dilema complejo. Si avanza con el programa con el FMI e implementa las medidas necesarias para detener, al menos en parte, el deterioro de las principales variables macroeconómicas, volverá a estimular los conflictos políticos con el kirchnerismo. Por el contrario, si intenta conformar a Cristina Kirchner, aplicando las acciones que ella viene promocionando (aumento del gasto público, atraso tarifario, financiamiento monetario del déficit, es decir, incumplimiento con el FMI), terminará profundizando la crisis económica.
Un eventual “waiver” o, peor aún, un escenario en el que el programa con el Fondo se cae por completo, arrastraría al país a una situación extremadamente peligrosa, con resultados inciertos para el dólar, la inflación, el riesgo país, la inversión y el nivel de actividad.
Esto plantea una dificultad de cortísimo plazo para el mandatario, que tendrá que empezar a tomar decisiones sopesando los riesgos. Pero más allá de este dilema, lo que ha venido ocurriendo en el marco del desdibujamiento de su autoridad, las peleas permanentes en el Frente de Todos y los recambios de funcionarios, es una parálisis de la gestión, que dicho sea de paso nunca se caracterizó por su dinamismo o sus logros.
Áreas que pueden o no estar operando mal se transforman en moneda de cambio para contener tensiones y satisfacer demandas dentro de la coalición. Tal como le pasó a Felipe Solá, que de la noche a la mañana fue notificado de su despido por la misma persona que tomó su lugar, Santiago Cafiero. Y esto porque el presidente Alberto Fernández no pudo resistir las presiones para mantener a su funcionario de mayor confianza en la Jefatura de Gabinete.
Así, se erige un escenario endeble para la toma de decisiones, en el cual los rumores de cambios abundan constantemente y, al parecer, nadie tiene su lugar asegurado. El efecto indirecto de las peleas en el Frente de Todos es, entonces, que la gestión queda seriamente comprometida, porque ministros y secretarios cuentan con un disminuido respaldo político. Los “funcionarios que no funcionan” funcionan menos cuando hay pánico. Esto agrava el clima interno de un gobierno que está atravesando una crisis que parece no tener fin.
La novedad ahora es que, aparentemente, los “tres mosqueteros” del Frente de Todos (Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa) alcanzaron una tregua. Sin embargo, esto no termina de eliminar los ruidos internos. Al contrario, porque la pregunta que todos se están haciendo es hasta cuándo durará, a sabiendas de que difícilmente sea permanente, en gran parte por el dilema que mencionamos al comienzo.
De hecho, la palabra “tregua” con la que todos se refieren a este frágil equilibrio no es casual, porque eso implica que los problemas de fondo siguen latentes. Si fuese permanente, seguramente lo llamaríamos de otra forma. Esto es lo que más afecta a las expectativas, no solamente para los funcionarios pertenecientes al gobierno, sino fundamentalmente las expectativas económicas.
La sociedad sospecha que estos nuevos arreglos son improvisaciones destinadas a perecer más temprano que tarde. Porque si la pelea entró en una fase de “tregua”, esto quiere decir que respecto al rumbo económico no se ha acordado nada.