La verdad detrás del nuevo swap chino: qué gana y qué arriesga Massa en plena crisis del dólar
Sergio Massa anunció el acuerdo como la garantía de paz cambiaria hasta la segunda vuelta electoral. Pero en el mercado el swap deja más dudas que certezas
El «timing» del anuncio no podía haber sido mejor: el swap de monedas con China por u$s6.500 millones llega en un momento en el que el Gobierno necesitaba algo más que gestos políticos y agentes policiales allanando cuevas en la city. De manera que Sergio Massa decidió aprovechar la «guerra fría de divisas» enetre el dólar y el yuan para obtener un alivio en el cierre de una campaña electoral signada por la tensión financiera.
Para empezar, al anunciar que contaba con nuevos recursos a los que echar mano para intervenir en el mercado cambiario, logró descomprimir el tema más caliente de este cierre de campaña electoral: se reportó una caída del dólar blue hasta el entorno de los $905 y una estabilización del MEP y el «contado con liqui».
Y hasta en el mercado de futuros, donde hace tres días se negociaban contratos a diciembre por $950, ahora se bajó la previsión del dólar por debajo de los $790. Claro, se llegó a esa cifra tras una intervención récord del Banco Central, que puso contratos por un volumen equivalente a u$s3.200 millones.
A cuatro días de la elección, el mensaje de Massa resultó claro: estaba dispuesto a dar la pulseada contra un mercado donde se habla abiertamente de hiperinflación y de mega devaluación. «Para los que especularon con el agotamiento de las reservas, en el swap tienen la respuesta», afirmó.
Lo cierto es que, con el anuncio, Massa confirmó su capacidad de supervivencia política y de seguir sacando «conejos de la galera» cuando el mercado ya lo daba por agotado. Así, el ministro/candidato logra despejar dudas sobre que Argentina honrará sus obligaciones financieras -están por vencer cuotas por u$s2.700 millones con el Fondo Monetario Internacional.
No es la primera vez que esto ocurre, claro: ya a finales de agosto, cuando parecía inexorable que Argentina cayera en default porque el FMI se mostraba renuente a desembolsar más dólares en medio de la incertidumbre electoral, Massa había recurrido al amigo chino. Una jugada que le costó críticas pero que le permitió atravesar la crisis y mantener indemne su candidatura.
El embajador chino en Argentina, Zou Xiaoli, había anunciado con Sergio Massa la voluntad de avanzar en el swap de monedas
Y, según la visión de los expertos del mercado, en este contexto político, la ayuda china también tiene que leerse a la luz de la maltrecha relación con el FMI.
«El gobierno sabe -lo sabemos todos, China también- que el programa con el FMI está descarrilado y que, por lo tanto, es muy difícil que el FMI nos vaya a girar fondos en noviembre», comenta Héctor Torres, ex representante argentino ante el Fondo, en diálogo con iProfesional.
Un guiño a los importadores
Lo cierto es que el anuncio llega justo cuando desde el sector empresarial se daban señales de agotamiento en el esquema de comercio exterior sin divisas -y que está generando una deuda ya estimada en u$s40.000 millones por financiación de importaciones impagas-. El martes, es decir el día previo a la confirmación del swap, la Unión Industrial Argentina había advertido que «los problemas en el acceso a los insumos necesarios para la producción siguen generando tensiones en las cadenas productivas y en la relación con los proveedores del exterior».
Era todo una advertencia para Massa, que suele jactarse de que, a pesar de la alta inflación y los problemas financieros derivados de la sequía, la actividad económica se mantuvo por encima de lo que habían pronosticado los economistas. De hecho, hasta hay algunas señales de recuperación: el último indicador industrial marca una suba de 3,1% respecto del mes anterior, y en el acumulado del año se mantiene el mismo nivel que el del año pasado.
Esa determinación de privilegiar la actividad hizo que, contra todos los pronósticos, se mantenga un nivel de importaciones superior a u$s6.500 millones, una cifra alta para un año en que el país ha reducido sus compras del rubro combustibles a menos de la mitad.
Los economistas suelen criticar ese nivel de importaciones altas, al que consideran que no se condice con la situación macroeconómica del país, y especialmente con su sufrida posición de reservas. Pero el propio Massa ha reconocido en entrevistas periodísticas que, puesto en la disyuntiva, prefirió exponerse a un alto nivel de inflación antes que bajar.
Por eso, para Massa fue particularmente preocupante que la UIA advirtiera que se estaba por cortar la cadena comercial con el exterior que quienes sufrirían un colapso inminente eran las pymes, con una deuda comercial de unos u$s1.800 millones.
Massa ha puesto a las pymes en un lugar central de su discurso proselitista. Y no por casualidad sus primeras declaraciones tras la confirmación del swap las tuvieron como destinatarias: «Estos es una enorme noticia para el fortalecimiento de las reservas y para acelerar el pago de importaciones pymes», dijo el candidato oficialista.
La carencia de divisas para importar puso en alerta a los industriales y fue determinante para acelerar el acuerdo con China
Oxígeno en un mercado nervioso
Claro que, como en la mayoría de las medidas de Massa, el anuncio del swap no estuvo exento de polémica. Desde las acusaciones de doble estándar por no considerar a este acuerdo como «una fuga de capitales» -la acusación clásica del kirchnerismo al salvataje del FMI en la gestión macrista- hasta las suspicacias respecto de cuáles son las verdaderas intenciones de China, todo volvió a ponerse en discusión.
Para empezar, estuvo la cuestión de si el monto de u$s6.500 millones es, en su totalidad, parte de un nuevo acuerdo, o si hay que descontar los u$s5.000 millones del segundo tramo que ya había sido anunciado. Esto generó mensajes irónicos, como el de Guido Sandleris, ex titular del BCRA en la gestión macrista, quien escribió en las redes: «Tercer anuncio del gobierno del mismo segundo tramo del swap con China. ¿La tercera es la vencida?».
Otros economistas pusieron en duda que los yuanes pudieran efectivamente ser usados para intervenir en el mercado cambiario -justamente uno de los principales mensajes que Massa quería enviar en un momento de volatilidad-.
Y quien terció en esa polémica fue el viceministro Gabriel Rubinstein, que argumentó que todo el monto anunciado está disponible y, lo más importante, que se podrá convertir a dólares de manera de que el Central pueda intervenir ante una situación de crisis.
En todo caso, lo que en el mercado se interpretó es que los yuanes se usarán para mantener aceitadas las importaciones desde china. Por lo que, en todo caso, habrá dólares comerciales que quedarán «liberados» para intervenir en el mercado cambiario. Un recordatorio de que, como suelen recordar los economistas, el dinero es fungible, sean dólares o yuanes.
Por otra parte, el viceministro ratificó que la decisión del Gobierno es mantener al tipo de cambio oficial en su actual nivel de $350 para anclar los precios: «Ya todos se han percatado, en el país y en el exterior, que sin un monto de dólares significativo para controlar el financiero, la maxi deva no sirve», argumentó. Y agregó que recién a partir del 15 de noviembre, se retomará el esquema de «crawling peg» a una lenta velocidad de 3% mensual.
En un momento de volatilidad cambiaria, Massa aprovechó la «guerra fría de divisas» entre China y Estados Unidos
¿Qué gana China con el acuerdo?
Pero, además de los detalles sobre la aplicación del swap, volvió la clásica polémica sobre las connotaciones geopolíticas del acuerdo, y cuánto quedaría condicionado el gobierno que asuma en diciembre.
Como ocurrió en otros momentos, volvieron las especulaciones en el sentido de si China tiene intereses ocultos vinculados a incrementar su influencia en América latina y facilitar el acceso a recursos naturales estratégicos.
Y volvieron, además, los recordatorios sobre la característica opacidad de los acuerdos financieros con China, donde suele mantenerse en secreto detalles como la tasa de interés pactada.
Así, Miguel Kiguel, ex secretario de Finanzas, se preguntó cuál es «la lógica» por la cual el gobierno chino concedió u$s6.500 millones al actual gobierno, en contraste con la negativa a prestar yuanes durante la gestión macrista.
En tanto, Rodolfo Santangelo, socio de Carlos Melconian, no sólo enfatizó en que el swap es una nueva deuda, sino que insinuó que será difícil pagarla para el próximo gobierno, que terminará «yendo a negociar a un futuro Club de Pekin».
«Nos están prestando plata para seguir en esta fiesta insostenible, para llegar al 10 de diciembre y seguir en esta irresponsabilidad de que Argentina importa pero no paga. Ahora en el mercado lo van a ir a probar para llevarle los yuanes y que el sector privado se saque de encima ese balurdo de la importación impaga; y la deuda le va a quedar al sector público», advirtió el economista en una entrevista con FM Milenium.
Una voz experta en este tipo de negociaciones es la de Héctor Torres, que pasó por el directorio del FMI, quien analiza el nuevo swap en la nueva política china de avanzar agresivamente en el uso de su moneda como divisa global que rivalice con el dólar.
«La weaponización de la posición dominante del dólar los ayuda mucho. A su vez, la agudización de las tensiones geopolíticas genera oportunidades de arbitraje para las potencias intermedias. China no tiene una red de alianzas como las que tiene Estados Unidos y probablemente esté interesada en descontar esa desventaja», dice Torres.
De todas maneras, aconseja «deflacionar» el anuncio oficial sobre el swap y se permite dudar sobre su cumplimiento: «China no desaprovecharía la oportunidad de molestar a Washington, pero dudo que quieran perder dinero».