
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO*
*17 de Octubre*
Dar
la vida por Jesús no es una cosa de personas tristes, amargadas o
resignadas. Es un gozo que no se puede imaginar, porque sólo lo entiende
el que es tocado por el Espíritu Santo y llamado a la entrega total.
Hoy recordamos a Ignacio de Antioquía, y en él descubrimos de qué manera
nos fortalece el Espíritu Santo. Porque él no sólo nos da fuerza;
también nos da gozo y pasión.San Ignacio fue
asesinado por su fe en el año 107. Cuando era llevado por los soldados, a
ellos les llamaba la atención ver su rostro sereno y alegre. Ignacio
explicó lo que sentía, en una de sus cartas: «Hay dentro de mí un
manantial que clama y grita: ‘¡Ven al Padre!'».La
atracción de esa fuente definitiva de vida y de plenitud que es el Padre
amado, compensaba infinitamente cualquier sacrificio, justificaba
cualquier renuncia y merecía una entrega definitiva. El Espíritu Santo
es el que coloca en nuestros corazones esa dulce atracción. Vale la pena
recordar algunas frases de las preciosas cartas de Ignacio, donde se
manifiesta su apasionado e inquebrantable amor:»Déjenme
que sea pasto para las fieras, por las que podré alcanzar al Señor. Soy
trigo de Dios, y quiero ser molido por esos dientes, para convertirme
en un limpio pan de Cristo.»Es admirable este
misterioso poder de la gracia, que despliega toda su belleza en quienes
no oponen resistencia a su acción. La deslumbrante libertad de San
Ignacio de Antioquía, capaz de entregarse feliz y extasiado, nos invita a
relativizar nuestros sufrimientos y a desterrar tanta tristeza inútil,
tantos lamentos innecesarios, tantas quejas infecundas. Nosotros no
podemos buscar el martirio, porque es un regalo; pero podemos pedirle al
Espíritu Santo que nos ayude a vivir esa entrega total, viviendo con
alegría y profunda fe en medio de los sufrimientos y preocupaciones que
nos toque vivir cada día, para dar la vida gota a gota.