El médico investigaba sobre genética humana y buscaba crear una superraza germánica. Fue un personaje cínico y frío que llevó adelante los más atroces experimentos en el campo de concentración de Auschwitz durante la Segunda Guerra Mundial.
Walburga mandaba en la casa, hasta en los sueños de su familia. Su matriarcado era ejercido en el pueblo bávaro de Günzburg. Su marido, Karl, tenía una pequeña empresa que fabricaba equipos agrícolas. Walburga era una mujer enorme, de un carácter tan duro en la acepción de inclemente, cruel. Cuando visitaba la fábrica los empleados tenían un centinela que les avisaba y todos se empeñaban aún más para demostrarle que, o eran perezosos o despreocupados, características que despertaban la furia de Walburga, que era despiadada.
Con Karl habían tenido tres hijos, Josef, Alois y Karl jr. Todos los días llevaba a sus hijos a la iglesia como ferviente católica. No había en ella una pizca de piedad, era fría y distante con su marido y con sus hijos. Cuando su esposo llegó con un auto nuevo, que había comprado gracias a los crecientes beneficios que obtenía de su fábrica, Walburga le propinó un fiero reto por hacer compras frívolas. Quedo bien en claro quién mandaba en la casa. Para quienes la conocían, ella era incapaz de amar. Walburga dejaría una impresión imborrable en sus hijos.
El mayor, Josef, no obstante, desarrolló una personalidad extrovertida y alegre. Sus amigos, que eran muchos, lo llamaban “Beppo”. Nunca fue un alumno destacado pero tenía notas aceptables, se portaba bien y sus profesores lo estimaban. Deseaba estudiar ciencias y antropología. Quería sobresalir, que su nombre figurase en las enciclopedias, pero no era de los que se la pasaban todo el día estudiando. Le gustaba el ocio y estar con sus amistades. En 1930 ingresó a la Universidad de Münich.
A Josef no le había interesado la política; su familia era más bien conservadora, pero en Münich había por entonces mucha agitación política y discusión ideológica y el joven, que venía de Gunzburg, se posicionó claramente contra los marxistas. Se unió a la organización nacionalista llamada Stalhelm o Cascos de Acero, que vestían uniformes regionales. Mientras, en las aulas sus intereses eran múltiples; a la antropología le sumó la paleontología y la medicina, aunque esta última disciplina no era primordial para él. Fue aumentando su preferencia por la eugenesia, es decir, el estudio de las leyes de herencia para perfeccionar a la raza humana y revelar el origen de las deformidades e imperfecciones del hombre (varón y mujer). En esa época, no era pocos los académicos que sostenían la teoría de la “vida digna”, cuya hipótesis es que algunas vidas no era dignas de ser vividas. Josef quería ganar prestigio en este ámbito.
Josef Mengele y Adolf Hitler
Asistió a las conferencias de Ernst Rüdin, un fanático racial, que no sólo era partidario de la “vida digna” sino que sostenían que los médicos tenían la obligación de eliminar las vidas indignas. A su entender, la raza alemana se estaba “domesticando” y degeneraba en tasas altas de enfermedades mentales y otras dolencias. Había que defender a los alemanes con leyes de esterilización. Estos puntos de vista llamaron la atención de Adolf Hitler. En 1933, con los nazis en el poder, Rüdin, Alfred Ploetz y otros defensores de la higiene racial formaron el Comité de Expertos en Cuestiones de Población y Política Racial, bajo la dirección de Wilhelm Frick, Ministro del Interior del Reich. Tal era su fanatismo que a Rüdin le decían el “Reichsführer de la Esterilización”. El 1º de enero de 1934 el gobierno alemán aprobó la “Ley para la prevención de descendencia con enfermedades hereditarias”.
Ese año Hitler decidió que la Stalhelm o Cascos de Acero, a la que pertenecía Josef, pasara a integrar las SA, o Camisas Pardas, un grupo paramilitar de choque. Por su extrema violencia contra comunistas, judíos y opositores fue muy importante en el ascenso de Hitler al poder. Josef no pudo ser parte porque sufrió una dolencia renal, la que no le impidió graduarse en medicina con su tesis sobre la posibilidad de detectar e identificar diferentes grupos raciales estudiando la mandíbula. El argumento era similar al de quienes afirmaban que ciertas características físicas (la mandíbula o la forma de la nariz) era aptas para saber si alguien era judío.
Antes de viajar a Leipzig para trabajar en la clínica universitaria, Josef visitó a su familia en Gunzburg. Walburga y Karl Mengele celebraron con su hijo.
En Leipzig estuvo poco tiempo. En 1937 obtuvo el puesto de asistente en el Instituto de Herencia, Biología y Pureza Racial del Tercer Reich en la Universidad de Frankfort. Le asignaron trabajar para el profesor Otmar Freiherr von Verschuer. Ese mismo año se afilió al partido nazi y en 1938 ingresó en las Waffen SS, es decir el cuerpo de combate de las SS.
Josef Mengele, la Cruz de Hierro y Auschwitz
Luego de recibir entrenamiento militar, fue designado en el frente oriental. Combatió en Ucrania y ganó la Cruz de Hierro de segunda clase. En 1942 estaba en la Divisiòn Viking SS. A pesar de estar herido, rescató a dos soldados que estaban en un tanque que se incendiaba y le otorgaron la Cruz de Hierro de primera clase y también la Insignia Negra para los Heridos. Lo enviaron a la Oficina de Raza y Reasentamiento, en Berlín, ya con el grado de capitán. En mayo de 1943, Mengele partió hacia su siguiente misión: el campo de concentración de Auschwitz, en Polonia.
Auschwitz era una fábrica de muerte, un espanto de miseria humana. Las condiciones sanitarias eran pésimas. Dominaba el tifus, los piojos, las alimañas y las pulgas. La misión declarada de Mengele era realizar investigaciones sobre genética humana, idear métodos para erradicar cadenas genéticas inferiores de la población humana como medio para crear una super raza germánica. Él era el único médico condecorado por sus acciones de guerra y se encargó de que brillasen sus medallas en su uniforme impecable.
Poco después de su llegada se declaró una epidemia de tifus. Mengele ordenó que 1000 hombres y mujeres gitanos que se habían contagiado fueran enviados a las cámaras de gas, pero le perdonó la vida a los gitanos alemanes. Para Mengele los gitanos eran una subespecie de la raza humana y, por lo tanto, eran “una vida indigna”. ¿Y los gitanos alemanes? No hay una explicación. Hay quien ha querido ver en este gesto una especie de identificación física: Mengele no era de piel blanca, tenía el cabello oscuro al igual que sus ojos; o sea, no se podía decir que era un ario de pelo rubio y ojos celestes.
Josef Mengele, amo y señor en Auschwitz
Mengele quería ser la principal autoridad del campo para decidir quién moría y quién vivía. El comandante de Auschwitz, Rudolf Höss (colgado después de la guerra), no tenía reparos. Unos 30 médicos sirvieron en Auschwitz durante el período en que Mengele estuvo asignado al campo, pero fue él quien se propuso sobresalir y se encargó de la tarea de selección cuando llegaban los trenes de ganado que transportaban prisioneros judíos. La médica austríaca Ella Lingens, llevada al campo por ocultar a amigos judíos, aseguró que Mengele disfrutaba su papel de seleccionador. Otros médicos como Werner Rhode (fue ahorcado al finalizar la guerra) y Hans König (escapó y nunca fue hallado) se emborrachaban antes de recibir a los prisioneros para no tener una conciencia plena de lo repugnante de su tarea. Pero dos médicos estaban sobrios y entusiasmados: Mengele y Fritz Klein (ahorcado al finalizar la guerra). Mengele, según la médica Lingens, era particularmente frío y cínico.
Los soldados de la SS, con ametralladoras, abrían violentamente las puertas de los vagones de ganado y gritaban: “¡Raus, raus!” (¡afuera, afuera!). Los prisioneros judíos, asustados y desconcertados, iban saliendo y recibían garrotazos, empujones, patadas, e iban pasando muy cerca de los dientes de los perros, contenidos por el momento. “¡Schnell! ¡Schnell!”. (¡Más rápido! ¡Más rápido!), gritaban los soldados. El sonido era ensordecedor y confuso por las órdenes a voz en cuello, los ladridos de los perros y el hedor a carne y pelo quemados que salía de las chimeneas de los crematorios del campo las 24 horas del día.
Las familias eran rápidamente separadas, una hilera formaban los varones y otra las mujeres. Las tropas de las SS , entonces, los llevaban ante un oficial de las SS que, en medio de toda esa agonía, tenía una sonrisa amable, con su uniforme impecable, limpio y planchado. Silbaba una melodía de una de las óperas de Richard Wagner. Llevaba una fusta, pero no golpeaba a nadie sino que con ella indicaba en qué dirección debían formar fila los seleccionados, si a izquierda o derecha.
Josef Mengele decidía sobre la vida y la muerte
La selección que hacía este oficial, que era Mengele, era una demostración de su poder sobre la vida y la muerte. Separaba a aquellos que consideraba aptos para trabajar de los que se dirigirían inmediatamente a las cámaras de gas y al crematorio. Entre el 10 y el 30 por ciento de los que iban a la fila de la izquierda, salvaban la vida por el momento. Los de la hilera de la derecha morirían enseguida.
Aunque el Ángel de la Muerte no era siempre simpático. La ginecóloga judía Gisella Perl contó que cierta vez una chica quiso escapar. Mengele la agarró del cuello y la golpeó tanto en la cabeza que quedó convertida en papilla. Mengele gritaba: “Querés escapar, ¿no? No podés escapar ahora. Vas a ladrar, sucia judía”.
Mengele era un médico ocupado, por ejemplo, en la disección de nenes vivos; la castración de chicos y hombres sin usar anestésicos; y la administración de descargas eléctricas de alto voltaje a las reclusas con la intención de poner a prueba su resistencia; las esterilizaciones de mujeres. Mataba haciendo pasar hambre, por agotamiento, aplicando inyecciones con fenol, nafta, cloroformo o aire. Hacía cavar fosas y luego las incendiaba. Junto con el comandante Höss, ordenaba que unos diez camiones volquetes llegaran hasta las llamas y vaciaran su carga en el fuego. Se trataba de chicos que caían directamente en las llamas. Los gritos de los nenes eran totalmente indiferentes para los oficiales. Algunos que lograban salir arrastrándose eran empujados nuevamente al fuego con palos.
Josef Mengele y los gemelos
El médico tuvo ocasión, en Auschwitz, de complacer a su mentor, el profesor von Verschuer, que había concentrado su investigación en los gemelos. Mengele ordenó a los guardias de las SS que registraran las filas de prisioneros en busca de gemelos. “Zwillinge, zwillinge”, (¡gemelos!, ¡gemelos!), gritaban los guardias mientras bajaban a los prisioneros de los vagones.
Mengele reservó un cuartel especial para “sus gemelos”, así como para enanos, lisiados y otros “especímenes exóticos”, según los llamaba. El cuartel recibió el sobrenombre de Zoológico. Los gemelos eran sus favoritos y recibían un trato especial, como conservar su cabello y su ropa, y recibir raciones adicionales de comida. Los guardias tenían prohibido abusar de los chicos. A estos gemelos se les llamó “los hijos de Mengele”.
La imaginación de este “doctor” no tenía límites. Los gemelos completaron un cuestionario, eran pesados y medidos. Todos los días Mengele tomaba muestras de sangre de los gemelos y se las mandaba a von Verschuer en Berlín. Inyectó muestras de sangre de un gemelo a otro gemelo de diferente tipo de sangre y registró la reacción. Esto puede provocar, entre otras cosas, fallas renales y hasta la muerte. Por otro lado, para determinar si el color de los ojos podía alterarse genéticamente, Mengele hizo inyectar un tinte en los ojos de varios gemelos, lo que provocaba infecciones dolorosas y, a veces, ceguera. Si esos gemelos murieran, Mengele les arrancaría los ojos y los clavaría en la pared de su oficina.
Colocó a niños pequeños en jaulas de aislamiento y se los sometió a una variedad de estímulos para ver cómo reaccionaban. Varios gemelos fueron castrados o esterilizados. A muchos les extirpó extremidades y órganos, el estómago, el corazón, en tétricos procedimientos quirúrgicos que realizó sin anestesia. A otros les inyectó agentes infecciosos para ver cuánto tiempo tardaban en morir de diversas enfermedades.
Es evidente que sólo estaba ejerciendo su poder.
El final de Josef Mengele en Sudamérica
Josef Mengele huyó de Auschwitz el 17 de enero de 1945, mientras el ejército soviético avanzaba a través del desmoronado frente oriental alemán hacia Berlín. Durante los primeros años de la posguerra, permaneció escondido en una granja cerca de su Gunzburg natal. Escapando de los soviéticos fue arrestado por los estadounidenses, pero por un breve lapso, pues no sabían quién era, es decir, que estaba buscado por crímenes de guerra.
Mengele llegó a la Argentina en 1949. Vivió y tuvo negocios en el país. Se mudó a Paraguay y finalmente a Brasil. Recibió ayuda adicional, además de la red de nazis en Sudamérica, a causa de la falta de compromiso del gobierno de Alemania Occidental y del Departamento de Justicia de Estados Unidos.
Josef Mengele murió el 8 de febrero de 1979 ahogado en la playa de Bertioga a los 68 años. Sufrió un infarto cerebral mientras nadaba. Fue enterrado con una identidad falsa, la de Wolfgang Gerhard. Este era el nombre de un amigo austríaco que lo había acogido en Brasil y que el “Ángel de la Muerte” usaba desde el fallecimiento de aquél en 1975. Mengele eludió su captura durante 34 años. Nunca pagó por sus crímenes.