viernes, septiembre 20

Mujeres incómodas

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Nota extraída de La Nación por Laura Di Marco

Muchos aún preguntan: ¿por qué hay un Día Internacional de la Mujer y no uno del Hombre? Un usuario mayor de 50, en Twitter, preguntaba esta semana, con genuina curiosidad. “En la Semana de la Mujer, consulto: ¿qué tareas esenciales para la igualdad entre la mujer y el varón aún quedan pendientes en la Argentina?”. Es curiosa esa pregunta sobre una desigualdad tan obvia, que puede medirse con datos oficiales muy concretos. Para el arranque, digamos que de cada 10 pobres en el mundo 7 son mujeres.

El World Economic Forum lo dice de otro modo: en un relevamiento realizado en 156 países llegó a la conclusión de que las mujeres están a 267, 6 años de distancia de la real paridad en términos económicos. Es que la pobreza no solo es de dinero, sino de tiempo.

Según la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo, con datos de 2021 para la Argentina, las mujeres emplean más de 6 horas de su día en tareas domésticas y de cuidados de otros, contra tres de los varones. Dicho de otro modo: el 70% de estos trabajos no remunerados, esenciales para el mantenimiento de la vida y la reproducción, están hechos por ellas. Tareas que las mujeres pagan con su tiempo. Un tiempo restado, por caso, a la construcción de una carrera, la generación del networking o el diseño de cualquier emprendimiento.

Como explica la economista Justina Lee, de Ecofeminita, el sector de cuidados y mantenimiento de la vida cotidiana es el que más aporta a la economía (15,9% del PBI), seguido por la industria y el comercio. Hasta el Papa, en su propio registro, habló de la inclinación de esa cancha en una entrevista reciente, que ofreció en el Vaticano. “Provengo de un país machista”, describió a la Argentina.

“Es insólito que todavía haya que explicar por qué se celebra el Día de la Mujer o el Día del Orgullo, aunque sé que vivimos en la Argentina, donde hay que explicar que el agua moja. Se celebran estos días para hacer visible lo obvio: la disparidad y la exclusión de mujeres y diversidades”, acerca Luis Novaresio, conductor de LN+, quien confiesa que vivió muchos años bajo el mandato patriarcal de que la orientación sexual no se cuenta. “Fue un error; hoy creo que quienes gozamos de cierta notoriedad pública tenemos la responsabilidad de hacer visible la diversidad para seguir reclamando la igualdad de oportunidades”.

Una de las dificultades, en la Argentina, para explicar que el agua moja es que la causa feminista ha sido apropiada –o, más bien, vandalizada– por el kirchnerismo, y que el debate se metió en la grieta. Esta dinámica corrosiva genera múltiples riesgos. El primero y más obvio es que el feminismo –ciertamente uno de los movimientos más vigorosos de las democracias liberales avanzadas– sea asociado con Cristina Kirchner y, por lo tanto, rechazado. Otro es que las mujeres políticas de la oposición, que sufren los prejuicios y la exclusión en sus propios espacios, se dejen robar esa bandera o traten de tomar distancia. El tercero es que, apalancadas por la radicalización del kirchnerismo, últimamente hayan brotado vertientes muy violentas, que promueven discursos de odio. Un odio que intoxica el mensaje.

Es paradójico: si la cultura machista tiene como valor central el sometimiento del otro (en general, del más débil), Cristina Kirchner podría ser una de sus exponentes máximas.

Pero sigamos con los datos. En el empleo formal, la brecha salarial es de casi el 25% (24,54%) a igual trabajo. A la vez, ellas tienen un 20% menos de acceso a las oportunidades laborales. Dicho de otro modo: el mundo del empleo sigue apostando por ellos. Según la Casa del Encuentro, en lo que va de 2023, hubo un femicidio cada 25 horas. Casi uno por día. Como vemos, no se trata de opiniones ni de “victimización”, sino de lo que describe la Encuesta Permanente de Hogares (Indec).

Pero la violencia puede asumir muchas formas. La física es la más visible, pero no necesariamente la más dañina. La influencer y nutrióloga Raquel Lobatón pone de relieve que la violencia estética está dirigida básicamente hacia ellas. Y se pregunta: “¿Cuánta energía, dinero y tiempo tenemos que invertir en producirnos? Y no es porque seamos más vanidosas, sino porque nos enseñaron que tenemos que competir entre nosotras para ver quién es la más bella. Nos enseñaron que nuestro valor reside en nuestra apariencia”. Mujeres incómodas las que mueven así el avispero.

Pero ¿y qué pasa en las cúpulas? ¿Quién toma las decisiones? Esto también se puede medir. El equipo de ELA (Equipo Latinoamericano de Justicia y Género) concluyó que, aun en aquellos espacios donde la participación de las mujeres es masiva y está por encima del 50% (educación, derecho, salud), su acceso a los puestos de la más alta decisión está lejos de la paridad: en educación es del 14%; en la Justicia Federal, del 20%. Y en Salud, por cada 10 directivos, hay 3 mujeres. Hay avances, es cierto, pero mucho más lentos de lo que se perciben.

Algunos pensarán: pero la persona más poderosa de la Argentina es mujer. Se llama Cristina Kirchner. Es cierto, aunque el poder de Cristina, heredado del imperio construido por Néstor Kirchner, la asemeja más a una monarca –a una reina peronista– que a una líder democrática. A pesar de su extraordinaria astucia, la lideresa del peronismo llegó adonde hoy está a través de los peldaños que le fue armando su marido. Que se entienda bien: no porque a ella le faltara habilidad, sino porque a la política argentina le sobran prejuicios.

A pesar de los evidentes y valiosos esfuerzos de la industria por incluirlas, el periodismo político y económico también sigue siendo autorreferencialmente masculino. Salvo excepciones, que las hay, a los medios de comunicación les sigue costando mucho incluir la palabra editorializante –el análisis– de una mujer en temas duros. Las mujeres, en todo caso, están para acompañar, orbitar, ornamentar con su belleza física; incluso, para brindar información, pero son pocas, poquísimas, las que verdaderamente lideran equipos en radio, televisión y la prensa gráfica. En una charla privada con funcionarias uruguayas, la primera dama Lorena Ponce de León, Loli, reveló un costado desconocido de su crisis conyugal con Lacalle Pou: “Me niego a ser el puré del bife”. Otra mujer incómoda.

A fines del año pasado, la encuestadora Poliarquía hizo un sondeo entre los integrantes del círculo rojo –empresarios, economistas, políticos, una mayoría de varones– y concluyó que los diez periodistas más respetables de la Argentina son varones. ¿Será que el círculo rojo no encontró a ninguna periodista respetable o que, a la luz del cuadro que mostramos, los prejuicios les impiden verlas?

No vemos el mundo como es sino a través de nuestros propios filtros, como los de Instagram.

Claro que hay cambios y signos evidentes de una cultura que está mutando. The New York Times, por caso, fue el primer periódico importante en incluir a una editora de género, Jessica Bennett, una periodista que escribe desde hace años sobre sexismo sutil. Esa violencia intangible, hecha de ideas y creencias, que hace aparecer a las mujeres como seres de menor valor.

Todo está en revisión, incluso las canciones románticas, hechas de hombres conquistadores y mujeres conquistadas. Ricardo Arjona armó un gran revuelo este fin de semana, en Montevideo, cuando se quejó de la “pérdida de poder” de los varones. Del otro lado del charco, la psicóloga Virginia Gawel, otra mujer que incomoda sanamente con sus palabras, le responde con la idea de paridad. “Para que haya una verdadera pareja, la mujer tiene que tener un lugar igual de valioso que el hombre. Pareja es paridad”. ¿Cambiará las letras de las canciones de amor?