viernes, octubre 4

Reelecciones provinciales, un trabajo que Fernández y Massa sí hacen bien

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Nota extraída de TN por Marcos Novaro

El gobierno nacional es impotente ante la inflación y se desangra en un internismo salvaje. Los votantes lo detestan. Sin embargo, en las provincias, la mayoría no cambia: vota oficialismo. Pareciera que es el Estado nacional quebrado el que mantiene vivos a los caudillos locales.

Alberto Fernández anunció que iría a La Pampa a compartir los festejos del gobernador que acaba de ser reelecto. No se sabe si es en respuesta a una invitación de Sergio Ziliotto. Lo que es seguro es que éste le debe haber rogado que no se asomara por su provincia antes de los comicios, no fuera a ser que los votantes se confrontaran con el hecho de que el oficialismo provincial es el mismo, calcado, que el oficialismo nacional.

Lo cierto es, de todos modos, que Ziliotto tiene mucho que agradecerle tanto a Alberto como a Sergio Massa. Y no solo por el hecho de que no se les dio a ninguno de los dos por andar paseando por su distrito en los últimos meses. Ellos, desde el Ejecutivo nacional, se han dedicado con esmero en ese tiempo a asegurar que las provincias oficialistas tengan todos los recursos necesarios para hacer sus campañas electorales en paz.

Por caso, pagando sus sueldos a tiempo y con aumentos más generosos que la mayoría del sector privado. Y tan es así que la gestión del Frente de Todos ha logrado el milagro de que los sueldos de las áreas que el oficialismo controla y valora del sector público sean los que menos pierden frente a la inflación, pese a la enorme precariedad de las cuentas nacionales. También desde Nación se han ocupado de enviar puntualmente fondos para obras públicas y planes sociales, que allí no se recortan, porque la competencia de izquierda en general no tiene mucha incidencia en su distribución.

Esto sí lo han sabido hacer bien Alberto y Massa, asegurar que el peronismo unido, o más o menos unido, conserve sus asientos distritales, a salvo de cualquier disgusto que pueda existir con la economía, la situación social o institucional en el país. Fue el objetivo prioritario del FdT desde un principio, además de ayudar a Cristina Kirchner a zafar de los juicios en su contra. Y pareciera que van a conseguirlo en gran medida, pese a que la gestión nacional termina en un fenomenal desbarajuste.

Dos preguntas

Primero, cómo se entiende que los votantes disocien de tal manera su preferencia nacional y provincial. Porque en muchos casos son los mismos ciudadanos que dicen querer votar a Milei, o por lo menos sentirse atraidos por su discurso, los que revalidan los títulos de personajes como Ziliotto, Sáenz, Quintela o Melella. Buenos representantes de la casta todos ellos. Tal vez el problema sea justamente que el éxito del argumento contra la casta no revela una vocación reformista demasiado consistente, mucho menos programática, sino simplemente bronca con los resultados de la gestión económica, y que no se atribuye ninguna responsabilidad a los gobernadores en que la economía ande tan mal. Ellos son intendentes un poco más grandes, administran cosas locales y de la política nacional no se ocupan. También ese trabajo de disociación lo hacen muy bien.

La otra pregunta que cabe hacerse es qué tipo de fórmula política podrá funcionar en nuestro país si el resultado global de las elecciones de este año combina una reproducción casi completa del plantel dirigencial a niveles distritales y locales, y un cambio abrupto y sin mucha base de sustentación territorial de la dirigencia nacional. La respuesta es sencilla. Ninguna.

Que así resulte, si es el caso, no será fruto en lo más mínimo de la casualidad. El oficialismo está abocado a lograr una salida airosa para sí mismo aunque al país le crujan los huesos. Ella consiste en demostrar, una vez más, en condiciones peores que nunca antes, algo que siempre ha sido el sentido común más primario del peronismo, que él podrá gobernar muy mal, pero es capaz de asegurarse de que los demás no puedan gobernar en lo más mínimo.