Humor político Nota extraída de Clarín por Alejandro Borensztein
La conmoción del atentado le ofrece al gobierno, una vez más, la gran oportunidad de convocar a un amplio acuerdo político, superar la grieta y arrancar de una buena vez. ¿Va a pasar eso? Obvio que no. Ni se les cruza por la cabeza.
Cadena nacional. Alberto Fernández dispuso el jueves un feriado nacional por el ataque a Cristina.
Lo bueno de hacer humor político en la Argentina es que los genios que suelen gobernarnos son una fuente inagotable de inspiración. Lo malo es que te puede tocar un domingo como este.
Por eso, y antes que nada, solidaridad total con Cristina y repudio absoluto a la locura que vimos el jueves. De milagro no se transformó en la tragedia más grande de nuestra historia moderna.
Sin embargo, el episodio le ofrece a los dirigentes, una vez más, la gran oportunidad de un amplio acuerdo que refrende la Constitución vigente y defina cuatro o cinco políticas de Estado así superamos la grieta y arrancamos de una buena vez. ¿Va a pasar eso? Obvio que no. Ni se les cruza por la cabeza. No está ni en sus fantasías más remotas. Acá en Argentina no trabajamos ese producto. Búsquelo en otro negocio, amigo lector.
Como le vengo diciendo hace tiempo, la dirigencia argentina nos lleva feliz a un quilombo nacional. Sobre todo el gobierno kirchnerista, que controla todos los recursos del Estado como para que ese quilombo sea un verdadero éxito.
Ya no tiene sentido seguir remontándonos a la violencia del pasado. Es tan inoportuno como absurdo. Somos un país donde un militante de 30 años acusa a otro de su misma edad por los bombardeos en Plaza de Mayo que ocurrieron en 1955, cuando no habían nacido ni los padres de estos dos chambones.
Lo que sí podemos hacer hoy es recordar que el primer gesto de odio y confrontación de esta nueva etapa con Alberto y Cristina ocurrió el mismo día en que Alberto ganó las elecciones, aquel 27 de octubre de 2019. Para evitar tergiversaciones, reproduzco el párrafo inicial de la nota titulada “Un búlgaro en la Casa Rosada” publicada en esta página (de paso vamos zafando este domingo difícil con algún refrito):
“Antes que nada quiero felicitar al presidente electo Fernández por el triunfo y por la manera impactante con que cerró su discurso celebratorio del domingo. Dijo Tío Alberto textualmente: ‘el gobierno volvió a manos de los argentinos… gracias por todo… gracias por acompañarnos… muchas gracias,los abrazo!!’. Así como lo lee, amigo lector, esta es la transcripción exacta. Posta. Por más que la quieran disfrazar, si decimos que “el gobierno volvió a manos de los argentinos” significa que hasta ahora estuvo en manos de los extranjeros. No hay otra lectura posible.”
“¿Tal vez Macri era un espía búlgaro? ¿Sica y Lacunza dos sicarios calabreses? ¿Stanley una pirata inglesa? ¿Bullrich y Dietrich un par de criminales croatas? ¿Vidal y Peña dos franquistas trasnochados? ¿Será que Lousteau era un colaboracionista francés? ¿Qué podemos pensar de esos 11 millones de invasores que le otorgaron a esta cofradía foránea el 41% de los votos? ¿De dónde vinieron? ¿Cómo entraron al país? Todos asuntos que deberán ser investigados cuando la AFI vuelva efectivamente a manos argentinas”.
“La frase es contundente: ‘el gobierno volvió a manos de los argentinos’. Histórica. Mortal. Pasó inadvertida pero así fue dicha. No le toqué ni una coma. Pueden googlearlo, buscarlo en Youtube, lo que quieran. Con esta definición Tío Alberto cerró su primera noche de presidente electo”.
“Tomada literalmente (que es como hay que tomar las expresiones políticas para entender lo que esconden esas cabecitas locas), la frase explicaría lo que pasó en la Argentina en los últimos 16 años (2003/2019), lo que pasa actualmente y lo que va a pasar en el futuro: ni más ni menos que el preámbulo de un nuevo intento del “vamos por todo”. O sea, nosotros, los argentinos, contra ellos, los extranjeros que usurparon el gobierno hasta hoy” . (Fin de la cita, 2 de noviembre de 2019)
Más adelante en el tiempo, el jueves 1 de julio de 2021, Cristina reafirmó el concepto del odio y la confrontación en un acto en el que dijo textualmente: “no nos odian a nosotros, odian a los argentinos”. Esta idea fundacional es elhuevo de la serpiente. Argentinos son los que nos votan. El resto son extranjeros que odian.
¿Y la oposición no tiene responsabilidades? Claro que sí. Juntos por el Cambio nunca repudió públicamente a los fanáticos que llevaban a las marchas opositoras, guillotinas, horcas y otros juguetes sexuales. Jamás criticaron a los que escrachaban a Cristina ni dijeron nada cuando colgaron aquellas bolsas mortuorias en la Plaza de Mayo. Otra vez, para evitar tergiversaciones, copiamos un párrafo de la nota “Las muchachas de antes no usaban barbijo” publicada el domingo 6 de marzo de 2021 a raíz del asunto (y de paso metemos otro refrito para seguir zafando). Veamos:
“Para ser justos, no podemos dejar de darle la bienvenida a la simpática patota de fascistas que se ha incorporado a Juntos por el Cambio y que debutaron colgando bolsas mortuorias en las rejas de la Casa Rosada. Una belleza. Se autodenominan “Jóvenes Republicanos”. Yo le hubiera puesto ‘La falange amarilla’ o ‘Los Montoneros del Gato’ que suena más divertido. Lo destacable es que ningún dirigente importante de la oposición salió a repudiarlos de manera rotunda y contundente. Solo Martín Lousteau”. (Fin de la cita)
¿Cómo seguimos ahora? En principio bajando un cambio y poniéndole a nuestra dirigencia custodias como la gente. Y buscando acuerdos. Esta página viene rompiendo los kinotos con este tema desde hace años. La teoría es simple: jamás habrá cambios políticos duraderos sin acuerdos políticos serios. Eso no significa cogobernar ni nada por el estilo. Tampoco significa impunidad.
Cristina, como toda ciudadana, deberá dar las explicaciones correspondientes por sus temitas con Lázaro. Todos vimos cómo Báez se enriqueció de la noche a la mañana ayudado por López y De Vido que trabajaron para los Kirchner tan sólo 25 años (1991/2015) pero no tenían nada que ver con Cristina. Ya millonario, Báez le prestó la plata a Néstor para comprar el hotel Alto Calafate, se lo administró, luego se lo alquiló, se compraron y se vendieron propiedades entre ellos infinidad de veces, construyeron juntos y hasta Báez le alquiló el depto de Juncal y Uruguay antes de que sea transformado en santuario. ¿Casualidad? Puede ser. Seguramente Ella es inocente, pero no estaría de más si lo pudiera probar ante la Justicia así nos quedamos todos más tranquilos.
La política debe ir por otro carril. ¿Se puede dialogar y acordar entre gente que no se quiere ni ver? Obvio que sí. La historia nos enseña. Para no abandonar la misión de entretenerlo, amigo lector, recordemos un episodio del histórico acuerdo entre Ronald Reagan y Mijail Gorbachov y de paso homenajeamos al extraordinario estadista ruso fallecido esta semana.
Cuenta Ronald Reagan que durante la cumbre de Helsinki en la que discutía con Gorbachov el final de la guerra fría y la caída del Muro de Berlín, decidió contarle un popular chiste que circulaba por la Unión Soviética.
Parece ser que, en aquella época, para comprarse un auto en la URSS había que juntar todo el dinero, llevarlo a una oficina del Estado y luego esperar para la entrega… diez años!! En ese contexto, un ruso se acerca a la oficina con toda la mosca para encargar un auto. El empleado recibe la guita, la guarda, le toma los datos y le indica que debe volver en diez años para retirarlo. El comprador le pregunta: “Disculpe, dentro de diez años debo venir a la mañana o a la tarde?” . El empleado sorprendido le explica que, para el caso, daba lo mismo porque estaban hablando de algo que ocurriría dentro de diez años. El comprador lo mira preocupado y le explica: “Lo que pasa es que dentro de diez años, a la tarde, me toca el plomero”.
Según Reagan, este cuento sirvió para terminar de convencer a Mijail Gorbachov. A la hora de demoler los 70 años del régimen soviético, un chiste preciso en el momento exacto pudo ser mucho más efectivo que toda una biblioteca de ciencia política.
Siempre se puede dialogar. Es cuestión de encontrar el chiste apropiado.
Con una sonrisa todo es más fácil.