Nota extraìda de Clarìn por Ricardo Roa. miércoles 27 de mayo de 2020
Aplican el método chino en una villa y el método de los servicios con vecinos que protestan.
Las dos cosas ocurrieron casi al mismo tiempo y a las dos cuesta encontrarles una lógica. Los intendentes de Avellaneda y Quilmes decidieron que el mejor método para enfrentar el coronavirus en una villa compartida era acordonarla con policías con todos los habitantes adentro para que nadie pueda salir ni entrar. Método Wuhan. Y el de Tigre decidió que el mejor método para enfrentar una protesta de vecinos era filmarlos a todos. Método de servicios de inteligencia. Un detalle: los tres intendentes son kirchneristas.
Aislar a miles de familias como en un ghetto hubiera tenido una lógica si allí no hubiera ningún contagiado: impedir la entrada del virus. Pero si el virus ya se metió como se metió, esa lógica desaparece y lo que aparece es la lógica opuesta: impedir que salga el virus. El problema es que así se expone al contagio a la gente no contagiada. Y hay otro problema o un conflicto más: si la gente se bancará esta cuarentena radical.
¿Y cuál es la lógica del intendente de Tigre? Según él, denunciar a vecinos que violan la cuarentena. Más verdadero: querer atemorizar a los vecinos que protestan contra la cuarentena o contra la forma en que aplica la cuarentena para silenciar las protestas. Todo muy democrático. El virus da para todo.
Se vienen tiempos más duros por la pandemia, una cuarentena tan larga que va camino del Guinness y la situación económica. Y hay bronca no sólo en Tigre sino sobre todo en los sectores medios porteños, que son la base electoral de Rodríguez Larreta y a los que perjudicó más con la marcha atrás de la cuarentena.
Larreta también está pagando el costo de su relación con Alberto Fernández tanto con al menos una parte de sus votantes como con los dirigentes del PRO que le cuestionan hacer seguidismo con el presidente.
No le critican que lo acompañe: le critican que ese acompañamiento se haya convertido en un acompañamiento incondicional. Algo o bastante de eso se vio el sábado en Olivos, cuando Axel Kicillof delante de Fernández y de Larreta criticó con dureza a María Eugenia Vidal.
Vidal es la figura más cercana a Larreta y Larreta no dijo una palabra. Recién habló dos días después. Más que defender a Vidal buscó evitar una pelea con Kicillof. Dijo: “Valoro muchísimo el trabajo de Vidal pero no voy a entrar en ninguna polémica”. La estrategia de no meter ningún ruido con el cristinismo. Pero que mete ruido interno.
Colado en el medio hay otro ruido que altera a la sociedad y complica a Larreta: el dejar hacer que Fernández deja a Cristina para que avance como una epidemia de impunidad.
Hay otras cosas de Kicillof que son casi graciosas como anunciar que si hay coronavirus en un country también lo va acordonar. Una promesa de ir contra los ricos para justificar haber ido contra los pobres. Y hay otras cosas que pasan con el cristinismo más serias y temibles como considerar que quien critica a la cuarentena o habla sobre los costos de la cuarentena está contra la salud y la vida de la gente. Son enemigos de la Patria.
Fernández alienta esa idea cuando dice que no puede “hacer una mesa con los economistas porque su voluntad no es necesariamente salvar vidas”. Merkel los tiene en su equipo contra la pandemia y encabeza el modelo más exitoso del mundo desarrollado. Es la manera que encuentra Fernández para patear hacia adelante los problemas de la economía. Pero no puede ocultar que no encontró el modo de conciliar el cuidado de la gente con el cuidado del empleo y el bolsillo de la gente.