¿Hacia dónde nos lleva Milei?

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Nota extraída de Clarín por Eduardo Van der Kooy

El eje del Presidente es ahora el equilibrio fiscal y el destape de ollas en el Estado. Insiste con un estilo ofensivo y de confrontación que no disimula el tendido de puentes con gobernadores. Enigmas sobre el modelo de democracia que imaginaría.

Javier Milei tiene disponible en esta coyuntura todo el capital que le permite su política. Logra, sin mensurar las consecuencias, un equilibrio fiscal. Unica esencia conocida de su programa económico. Exhibe una baja de la inflación, aún en valores estratosféricos. Su embestida contra “la casta” recibe la colaboración inestimable de la herencia kirchnerista. Cada día se revelan aberraciones increíbles en la administración del Estado. La oposición, incluso aquella que se declara colaboracionista, mantiene su desconcierto en retaguardia.

Cualquier observador al pasar opinaría que el Presidente posee delante suyo un panorama casi ideal para continuar enfrentando la crisis. Puede tratarse de un exceso de optimismo en vísperas de un segundo trimestre que el propio oficialismo prevé turbulento. Se empiezan a acumular las evidencias sobre el desplome de la actividad económica. La producción industrial cayó un 12,4% interanual en enero y un 1,3% respecto de diciembre. Números que proporcionó el Indec. La siderúrgica Acindar anunció que cierra sus plantas hasta mediados de abril. La Unión Industrial Argentina (UIA) aportó otro diagnóstico: al nivel más bajo de ventas se suma una caída y deterioro del empleo.

Para transitar aquel desierto no le alcancen, tal vez, a Milei, las herramientas políticas que manipula ahora. Requerirá un anclaje en el sistema político e institucional sobre el que nunca termina de blanquear su verdadero pensamiento. La Libertad Avanza posee calma muy escasa. Las intrigas entre sus legisladores fueron apaciguadas la semana anterior. Siempre alguna novedad disruptiva activa las alarmas. Ramiro Marra, libertario de origen, fue desplazado de la jefatura del bloque de la Legislatura porteña. Hace tiempo que venía teniendo fricciones con Karina Milei, El Jefe. La sorpresa sería otra: su lugar será ocupado por María del Pilar Ramírez. Una legisladora de recorrido largo y sinuoso. Antes de convertirse en libertaria trabajó con la kirchnerista bonaerense, María Laura Leguizamón, y con el senador Mariano Recalde en Aerolíneas Argentinas.

Esas dificultades y la proximidad de tiempos desapacibles indujeron al Presidente al acercamiento con los gobernadores. Un camino de llegada indirecta al Congreso donde naufragó la Ley Ómnibus y está siendo sometido a una fuerte presión opositora el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU). Las partes volvieron a concordar en la búsqueda de bases para garantizar la gobernabilidad. Pero entre varios, hay un núcleo de duda que no se logra disipar. Si las conversaciones con Guillermo Francos, el ministro del Interior, y Nicolás Posse, el jefe de Gabinete, serían avalados al final por Milei. También por Karina. En la cita faltó además otro hombre clave: Luis Caputo, el ministro de Economía, dueño del dinero. Experiencias anteriores abonan aquel escepticismo. Así se fueron los mandatarios del encuentro cumbre.

La aprobación de la Ley Ómnibus a cambio del alivio fiscal para las provincias sería factible porque el mega proyecto inicial sufriría una jibarización. El problema seguiría siendo, sin embargo, la obtención de fondos para compensar a los gobernadores que sufrieron recortes. Hubo mandatarios que pidieron que los Anticipos del Tesoro Nacional (ATN) sean coparticipables. Francos insistió con la reposición del Impuesto a las Ganancias, cuarta categoría, que fue derogado por Sergio Massa con la anuencia de los mandatarios (también del propio Milei) en la campaña electoral. Son varios los gobernadores que no están de acuerdo, empezando por Martín Llaryora, de Córdoba.

Muchos diputados, incluso colaboracionistas, también marcan objeciones que en enero no figuraban. Un indicador de la Secretaría de Trabajo señala que en los dos primeros meses de 2024 el deterioro de los salarios alcanzó el 20%. “¿Cómo haremos en esas condiciones para recortar aquellos sueldos sin que lluevan los insultos?”, preguntó un diputado de Hacemos Coalición Federal.

Prefirió no decir nada sobre un asunto que, en medio de la proclamada austeridad, hace ruido. El incremento del 30% dispuesto en las dietas del Congreso. Una decisión promovida por Martín Menem en Diputados y Victoria Villarruel en el Senado. ¿Milei no estaba al tanto o hizo trascender su furia por la mala repercusión? ¿También ignoraba la vigencia de un decreto K que dispara de modo automático los salarios del Poder Ejecutivo?

Aquel paquete conversado en la cumbre, con otros agregados, sería el pase para la firma del Pacto de Mayo al que Milei convocó en su discurso de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso. No habrá una cosa sin la otra. “Condicionamiento”, se quejan algunos gobernadores. Sería un paso de certidumbre para la marcha del Gobierno. Pero, más allá de las conversaciones intensas entre partes, hay cosas que no se terminan de despejar. ¿Los 10 puntos fundacionales enunciados por el Presidente son para rubricar a libro cerrado? ¿O para abrir otro debate?

“La casta” continúa sin tener claro si la propuesta del Gobierno consiste en asentar la gobernabilidad. O un entretenimiento para superar el próximo trance económico-social que se considera extremadamente difícil. La vacilación recoge algunos fundamentos. El Presidente no oculta improperios contra gobernadores, diputados y senadores. Asegura que podría seguir adelante con su programa sin ellos. Hay otro punto de fondo que permanece enigmático: si el cambio de sistema económico que propone Milei se haría dentro del sistema democrático y republicano que impera en la Argentina.

Nunca el Presidente se ocupó de hablar del marco institucional. Del respeto, en ese sentido, al orden establecido desde 1983. Sus fijaciones consisten por ahora en el equilibrio fiscal y el combate a la inflación. La decodificación de sus gestos resulta además contradictoria. Ejemplo: en las últimas semanas recibió en la Casa Rosada al secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken. Señal inconfundible para el demócrata Joe Biden. Dos días después viajó a Maryland para participar de la convención republicana que encabezó Donald Trump. Lo abrazó efusivamente y le deseó éxito en las elecciones de noviembre.

Este nuevo proceso político que lleva tres meses también parece labrado, caprichosamente, por la personalidad de Milei. Los últimos días visitó la muestra de Expoagro, en San Nicolás, por donde también pasó Mauricio Macri con un pedido fácil: que sean eliminadas las retenciones al campo. El Presidente prefirió no hacer ninguna definición sobre un sector cuya declinación en el rubro industrial (maquinaria agrícola) marcó un 28%. Su charla versó sobre la inflación, “la casta” y la importancia que tendría para el fútbol las presuntas inversiones que promete el Manchester City, de la Premier League, en instituciones de nuestro país.

Milei hizo también, acompañado por su hermana Karina, una visita al Colegio Cardenal Copello, donde se educaron ambos. Allí ocurrieron dos cosas. Un alumno que estaba a su izquierda se desmayó sin que el mandatario se inmutara. Ni interrumpiera el discurso. Karina tuvo, en cambio, una reacción sensible. El mandatario desarrolló un mensaje de fuerte contenido político, en el cual “la casta” fue lo de menos. Cuestionó a la izquierda, a los “zurditos”, al comunismo y al aborto. Réplica de una costumbre, desde otro polo ideológico, con la que la militancia de La Cámpora terminó por hastiar a una mayoría de la sociedad. ¿Entenderá de ese modo la posibilidad de construir una democracia mejor? ¿Tendrá en cuenta el concepto de diversidad? La batalla cultural a la que suelen aludir los libertarios, ¿justificaría todo?

Milei supone que la opinión pública que lo votó le habría dado un cheque en blanco para decir lo que quiera, sin que nadie se escandalice demasiado. El ocaso de los liderazgos en la oposición y su diáspora lo ayudan. En medio de despidos en la estatal AySA, su ex titular, Malena Galmarini, esposa de Sergio Massa, detonó una novedad. Después de realizar una autocrítica porque la frustración del gobierno anterior habría facilitado el regreso del “fascismo”, comunicó que el Frente Renovador fue echado del PJ. Ultimo trozo de lo que alguna vez se conoció como Unión por la Patria.

La revelación aparece rodeada de interrogantes. Entre varios motivos porque Massa, que se sepa, mantiene diálogos con Cristina Fernández. Quizás el secreto radique en la crisis que produjo en la conducción del PJ el descubrimiento de presuntos negociados que habría cometido Alberto Fernández con la contratación de seguros en infinidad de organismos del Estado. El barro llegaría a salpicar al ex ministro de Economía y ex candidato. Imperdonable para Malena, que siempre se ha sentido emblema de una familia impoluta.

El affaire motivó una dura conversación entre Alberto y Massa, intoxicada de reproches. Entre varios, las razones por las cuales el ex presidente habría permitido la intervención pública inicial en el conflicto de Gregorio Dalbón. Abogado, según el líder renovador, de bajísima ponderación pública. El escándalo derivó en otra secuela: Alberto pidió licencia como titular del PJ. Temporariamente la futura reorganización quedó en poder del formoseño Gildo Insfrán. Un auténtico “castazo”. Motivo de celebración para Milei.

La situación no sería mucho más auspiciosa en el PRO. El Presidente decidió reforzar su relación con Cristian Ritondo, jefe del bloque de Diputados. En desmedro evidente de Macri, que insiste con la integración con los libertarios, pero lanza dardos. El ex presidente agrupa voluntades para retomar la titularidad del partido. Hay dirigentes que no están de acuerdo. Horacio Rodríguez Larreta no es el único. Se distribuyen fotos de unidad. Patricia Bullrich se manifestó deseosa de poder sellar un abrazo con Macri. Excesiva simulación.