Lo denunció un sindicalista K por presuntas irregularidades en sus campos en Santa Fe, cercanos al área de influencia de Agustín Rossi. El Gobierno ya lo había embargado por no pagar el Impuesto a la Riqueza. El apoyo de Patricia Bullrich.
Gabriel Batistuta trató de conservarse entero, pero terminó quebrado al aire. Estaba dando una entrevista radial para defenderse de acusaciones en su contra. Un sector del sindicalismo kirchnerista de Santa Fe, bajo el paraguas de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (UATRE), lo había denunciado por explotación y maltrato en uno de sus campos de Reconquista, su lugar en el mundo.
Se había enterado a la mañana, mientras mateaba en su casa de Malabrigo, leyendo los diarios digitales. Ajustó la búsqueda: decían barbaridades en redes sociales, se viralizaban fotos de supuestas casas precarias de sus peones. Pensó: “¿Por qué otra vez?”. Las pruebas eran endebles, pero el impacto mediático se veía imparable.
¿Cómo frenarlo? ¿Salir a hablar? ¿Justo el Bati, que escapa de lo mediático, que cultiva el bajo perfil? Decidió defenderse. No por él, diría más tarde, sino porque el motor que mueve esas tierras es don Osmar, su padre, de 75 años, el que le pone garra y cuerpo al negocio. “Mi familia no se merece esto”, concluyó el ex 9 de la Selección nacional.
Antes de dar la entrevista en la que lloró, con el periodista Gustavo Raffin, de Reconquista Hoy, tuiteó, con foto: «Estas son las 35 casas para uso de nuestro personal rural y sus familiares. Construimos una casa por año. Se invirtió en la escuela, caminos, energía eléctrica y pantallas solares. Nuestros trabajadores se enrolan conforme a derecho de la Ley de Contrato de Trabajo y del Estatuto del Peón Rural”.
En un segundo tuit agregó: «Respetamos los convenios sindicales. Contamos con un médico laboralista y una licenciada en seguridad e higiene de industria permanentemente para verificar las condiciones de todo el establecimiento. Estas imágenes son de hoy, dentro del campo. Todo esto y más, ¿es incumplir?”.
Las fotos de la respuesta de Gabriel Batistuta a una denuncia gremial por las condiciones de sus peones en Santa Fe. Son las casas que construyó para sus empleados.
Para José Voytenco, al parecer, sí. El titular de la UATRE deberá refrendar su denuncia en instancias judiciales el 14 de julio. Deberá sostener que hubo, como publicaron las webs ultra oficialistas, “un Batigol en contra”. Voytenco es el hombre que tomó el manejo del sindicato después de dos muertes. Primero la de Gerónimo “el Momo” Venegas, que había fundado un sindicalismo macrista, más moderado y dialoguista, y luego la del sucesor del Momo, Ramón Ayala, víctima del Covid en 2020.
Con Voytenco al frente, cuentan fuentes de la provincia, la UATRE giró de manera radical. “Siempre fuimos peronistas”, proclamaba el chaqueño de 61 años mientras tejía alianzas con Pablo Moyano y conseguía apoyos financieros en los despachos de Alberto Fernández, Axel Kiciloff y Máximo Kirchner.
Voytenco hizo que la UATRE regresara a la CGT. Sepultó el pasado macrista y comenzó a gestionar una caja muy atractiva para la política en tiempos de campaña electoral. Hay quienes dicen que un pacto con alfiles de Sergio Massa le permitió a Voytenco consolidar su poder. Hoy la UATRE administra $800 millones mensuales. Su obra social, Osprera, unos $2800 millones. Son más de 12 millones de dólares que surgen de la contribución del 2% del sueldo de 400.000 afiliados activos, del aporte a la salud por parte de trabajadores y empresas y de otras fuentes de financiamiento.
José Voytenco, el jefe de la UATRE que denunció a Gabriel Batistuta con pocas pruebas.
Voytenco cree que 7 de cada 10 empleados rurales trabaja en negro. Anda a la pesca y tiene respaldo político para poner el ojo en grandes empresarios de la zona núcleo de Santa Fe. Es la misma área de influencia del candidato a vicepresidente de la Nación por el oficialismo, Agustín Rossi. Los Rossi, apellido fuerte en el departamento vecino de Vera, supieron manejar el transporte de Santa Fe y de otras ciudades del país.
Según Voytenco, en la estancia de Batistuta, hallaron “siete trabajadores en una vivienda precaria, sin pago de horas extras, sin registración y sin ropa de trabajo”. No había papeles, no había más que una foto confusa, no se presentaron más pruebas, habló de manchas de humedad. Batistuta, entonces, estalló de bronca. En paralelo decidió iniciar acciones legales contra el sindicato.
Este sábado, en medio del conflicto, salió a respaldarlo Patricia Bullrich. «Da
trabajo, genera riqueza y hoy lo persigue la mafia sindical», sostuvo
la precandidata a presidenta en una crítica a Voytenco.
La compañía familiar
Batistuta & Batistuta es una compañía agropecuaria familiar dedicada a la cría de ganado bovino desde hace más de 30 años. Son seis estancias que se extienden a lo largo de 126 mil hectáreas entre la llamada cuña boscosa y los bajos meridionales de Santa Fe, muy cerca del límite con Chaco. Allí las posibilidades mayoritarias son dos: soja o ganado.
Producen Bradford, un híbrido entre vacas Hereford y Brahman. “Todo el dinero que Bati ganó lo puso en la Argentina, lo trajo al país para que su familia llevara adelante ese emprendimiento que aman. Es todo trabajo responsable con máximos estándares de calidad”, le explica a Clarín Pablo Tiburzi, uno de los mejores amigos del 9. “Los Batistuta todavía no saben cuál es la denuncia concreta, pero sí pueden demostrar todo lo que hacen: las 35 casas, los paneles de energía solar, la escuela para los hijos de los empleados, los dos hijos de peones que ya van a la universidad. Pero esto viene de atrás, de cuando Bati se negó a pagar el impuesto a la riqueza”, agrega.
Juan Capozzolo, otro conocido de la zona, aporta: “Por la crisis, muchos pequeños productores se van y no consiguen aguantar. Por eso te puedo asegurar que todos quieren trabajar con un empleador de la calidad de los Batistuta”.
«A mí me huele que lo quieren obligar a vender o a poner plata para la campaña», definen desde sectores cercanos a la compañía Vicentín, que también sabe de presiones.
Batistuta es uno de los grandes contribuyentes de la provincia y del país. Quiere vivir en paz. Pero no calla si algo lo inquieta. Su nombre siempre suena como candidato de Juntos por el Cambio. Miguel Del Sel lo ha tentado cuando peleaba la gobernación de Santa Fe. Pero el ex jugador, siempre se negó. No quiere hacer política. Sí reclamar por lo que considera justo.
En agosto de 2022, criticaba al Gobierno por la falta de obras peatonales sobre la ruta 11. “ ¿Vos sabés la gente que se mató sobre la ruta 11? Estoy pidiendo un puente, ¡un puente!, estoy tratando de salvar vidas. No ataco a nadie, cuento la realidad».
Más adelante, declaró: «Pago millones de pesos de impuestos por el campo… Hay que pagar los impuestos y tener los beneficios por pagarlos: me refiero a las rutas en buen estado, los puentes… ¿Adónde van mis retenciones? Porque si yo veo obras fabulosas, cierro la boca».
Batistuta en uno de sus campos haciendo un asado.
Pero el gran contrapunto con el kirchnerismo viene de su rechazo a pagar en 2021 el impuesto a la riqueza creado por Máximo Kirchner para “morigerar los efectos de la pandemia”. Batistuta no aceptó pagar y presentó un recurso de amparo en la Justicia Federal. Debido a eso le embargaron tres inmuebles por 71 millones de pesos. “Yo no quise pagar y me mataron -declaró entonces-, pero no iba a aceptar algo con lo que estaba en desacuerdo”.
Fue un estigma. Más adelante debió pagar un nuevo embargo de la AFIP. Siempre millones, siempre finalmente a reglamento, a veces cansado. «Sí -confesó esta semana- a veces pienso en irme del país, agarrar todo y listo. Pero este es mi lugar. A dónde vamos a ir. Mi esperanza al final es que algo va a cambiar». Perón decía que «un compañero es aquel que comparte la causa y trabaja por lo mismo, más allá de las formas». Batistuta hizo caso omiso a esa frase de misal y para el kirchnerismo, sencillamente, dejó de ser un ídolo. Mucho menos un compañero. Las consecuencias, ahora, se pueden ver.
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