lunes, noviembre 18

La “prueba de amor” de Sergio Massa con el FMI que enmudece al kirchnerismo

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Nota extraída de Clarín por Eduardo van deer Kooy

El organismo le tendió una mano al ministro-candidato que hace campaña en La Rural y en las provincias peronistas. La Cámpora lo mira de reojo y apenas pone su energía en bolsones del conurbano.

Existen dos contrastes en la campaña de Unión por la Patria que se están convirtiendo en una enorme dificultad para Sergio Massa. Por un lado, figura la presencia persistente del Fondo Monetario Internacional (FMI) en la escena política. Entendible en el marco de un gobierno que debe negociar vencimientos por su insolvencia para saldarlos.

Por otro lado, sobresalen la soledad del ministro-candidato y la prescindencia, se supone que coyuntural, de la fuerza que supo encumbrarlo: el kirchnerismo. Habrá que ver si antes de las PASO de agosto los términos de esa ecuación incómoda logran ser modificados.

La intervención del último domingo del FMI, con un comunicado a través de las redes, fue en realidad una mano tendida al ministro-candidato. En un lenguaje ambiguo, el organismo comunicó el progreso en las conversaciones para arribar a un acuerdo. No dijo cuándo, ni cómo. Persiguió dos objetivos: intentar apaciguar el mercado cambiario en la Argentina en su apertura del lunes. No lo consiguió. Acompañar además las primeras medidas que anunció Massa, en la dirección de lo que se continúa conversando con el organismo financiero. Básicamente, achicar el déficit fiscal y perseguir un fortalecimiento de las reservas.

Se trataría, en verdad, de la primera señal brindada por Massa para que las negociaciones que sostienen sus delegados del ministerio de Economía no se vuelvan a trabar. Lo que algunos llamaron “la prueba de amor”, que el FMI supo corresponder con rapidez. De allí la segunda declaración (el lunes) en la que consideró que las medidas impositivas y cambiarias “son positivas para fortalecer las reservas y consolidar el camino al orden fiscal”. Lo impensado llegó luego por vía burocrática. El organismo, dentro de un análisis global periódico, empeoró sus previsiones acerca de nuestro país. Caída de 2.5 puntos en la actividad. Inflación del 120% anual.

El ministro-candidato no ignora el costo de las decisiones. Justo en tránsito hacia un recambio presidencial. Su segundo gesto fue asistir a la Sociedad Rural donde aceptó que “hay medidas que son cuestionables, pero tienen que ver con la realidad del momento”. Ese momento refiere a un país virtualmente quebrado, un gobierno cuyo vacío de poder intenta disimular el ministro-candidato, el liderazgo declinante de Cristina Fernández y una oposición que no ha sido todavía capaz de edificar un horizonte de confianza.

La síntesis de las resoluciones económicas puede enmarcarse en una devaluación encubierta a través de varios tecnicismos fiscales. Que dejará secuelas en la actividad económica y la inflación. Seguramente las evidencias no alcanzarán a ser tangibles antes de las PASO. Difícilmente puedan ser ocultadas cuando se arribe a las generales de octubre. Fue el riesgo menor que debió asumir el ministro-candidato.

En cuestión de horas, Massa archivó el fogoso discurso de campaña que por semanas tuvo como blanco el FMI. Llegó a decir que “hay que pagarle para que se vaya y no vuelva nunca más”. Melodía encantadora para el oído kirchnerista. Carente de cualquier asidero. La Argentina debe US$ 50 mil millones y el Banco Central apenas tiene como reservas el tramo que le queda del swap ampliado con China.

El ministro-candidato se ha visto forzado a atenuar la kirchnerización en la medida que comenzaron a avanzar las negociaciones con el FMI. Por ese motivo le hizo un pedido especial a un amigo recuperado de viejos tiempos. Amado Boudou, su ex compañero de la ANSES, condenado a 5 años de prisión por el escándalo Ciccone, se llamó a silencio. Cesó de ese modo un propalador de críticas al FMI. También difusor de un presunto gran acuerdo para que en los próximos años la Argentina pueda zafar de la mega deuda.

No se conoce, en cambio, que el ministro-candidato le haya hecho alguna solicitud similar al kirchnerismo. En especial, a La Cámpora. Desde ese planeta supieron acompañar la radicalización inicial de Massa. Varios intendentes lo cortejaron. Hizo lo propio Axel Kicillof, el gobernador que busca la reelección en Buenos Aires. Cristina ofertó su valiosa compañía en tres apariciones públicas consecutivas. Pero la reciente “prueba de amor” de Massa al FMI, o aún antes, produjo un enmudecimiento del kirchnerismo.

Máximo Kirchner pasó muchos días en Rio Gallegos ocupado en asuntos personales. Dedicado también a la articulación política en Santa Cruz donde su tía, Alicia Kirchner, no será candidata en esta oportunidad.

La energía y el entusiasmo de La Cámpora parecieran haber quedado circunscriptas a bolsones del conurbano. Reina la euforia en Hurlingham donde el camporista Damián Selci viene dando batalla para destronar de la intendencia a Juan Zabaleta. El ex ministro de Desarrollo Social de Alberto Fernández. Que nunca pierde ocasión de reivindicar la candidatura de Massa.

Conociendo el desagrado que su inevitable acercamiento al FMI provocaría en el kirchnerismo, el ministro-candidato empezó a entreabrir puertas. Estuvo en Santiago del Estero junto al gobernador Gerardo Zamora. Lejos de su habitual tono desafiante pidió “disculpas” a un auditorio de dirigentes y militantes por no haber podido dar respuesta satisfactoria al problema de la inflación. Su gira abarcará de aquí hasta las PASO a todos los distritos provinciales administrados por el peronismo. El tiempo no le alcanzará, en este tramo, para ir en búsqueda de los “independientes desencantados”.

Como de costumbre, tampoco se privó de alguna picardía que haría más llevadera esta coyuntura política tan ingrata. Pretendió colgarse de la victoria peronista en la intendencia de Córdoba capital. Signo, a la par, de un traspié de Juntos por el Cambio. Elogió a Daniel Passerini, peronista discípulo de Martín Llaryora, electo gobernador en julio pasado. Sucesor de Juan Schiaretti con quien nunca compartió la idea, al final frustrada, de una posible alianza con Horacio Rodríguez Larreta.

Habiendo descifrado la jugada, Schiaretti, precandidato a presidente junto a Florencio Randazzo, no la dejó pasar. “Massa es la imagen de un gobierno que ha fracasado”, repitió varias veces desde el último domingo.

Córdoba atesora un voto peronista de inconfundible perfil anti kirchnerista. El candidato a la intendencia de ese sector apenas arañó el 3%. Massa pretendería pescar en esas aguas demasiado navegadas. Está el recuerdo de la fortaleza provincial de Mauricio Macri. También el presente de Juntos por el Cambio, qué de la mano de la UCR, aún en la derrota, recuperó en las elecciones de julio numerosas intendencias del interior cordobés.

En sus apariciones (lo hizo en Santiago del Estero) Massa jamás se olvida de recordar la herencia macrista. Tampoco de atribuirle, cuatro años después, todas las desgracias del presente. Es la cuerda que en este tramo lo mantiene aferrado al kirchnerismo.