La tragedia detrás de «Matilda», el film sobre la tierna niña con telequinesis

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  • 2019-11-16

Mara Wilson, la nena protagonista, vivió su momento más duro mientras grababa esa película. El emotivo gesto de Danny DeVito y su mujer.

Mientras maravillaba al mundo en la gran comedia familiar de los 90, la pequeña actriz vivía uno de los mayores dolores del ser humano: perder a su mamá. Danny DeVito y su esposa fueron sus grandes aliados.

En 1996 miles de chicos deseaban realizar cuentas matemáticas increíbles sin calculadora y solo con el poder de su mente levantar y mover objetos. Este sueño común tenía un nombre: Matilda, una maravillosa película que narraba las peripecias de una niña brillante en una familia con bastante de disfuncional y más de patética. El film se convirtió en un clásico moderno e incluso el año pasado y veinte después de su estreno, fue furor el “Matilda Challenge” que buscaba imitar los movimientos telepáticos de su protagonista.

Pero mientras bajo el hashtag #MatildaChallenge cientos de usuarios compartían sus videos, otros se preguntaban ¿qué fue de Mara Wilson, la pequeña gran actriz que la inmortalizó? Y en este caso la realidad muestra que a veces la magia solo queda en las películas. Porque esa niña graciosa, desenvuelta y magnética que se veía en pantalla atravesaba un inmenso dolor. Quizá por tal motivo, esa melancólica mirada de Matilda no se debe a una exigencia del guión, ni al raro color de ojos de su protagonista. No, nada de eso. La mirada no era la de una niña irreal que vivía rodeada de una familia irreal sino la de una pequeña de ocho años que mientras actuaba sabía que su mamá intentaba curarse en un hospital.

Cuando Mara Wilson se presentó al casting para Matilda había cumplido 8 años pero el mundo de las cámaras, filmaciones y escenografías no era nuevo para ella. Desde los tres años había participado en distintas publicidades y a los seis hizo su gran debut en el cine nada más ni nada menos que junto Robin Williams y como su hija en Papá por siempre. Muchos años después, al enterarse de la muerte del actor escribió unas palabras que mostraban su pena por haber descuidado el vínculo con su padre de ficción. “Estuve preocupada muchas veces por perder gente que me importa, pero nunca imaginé perder a Robin», aseguró y agregó que Williams “era una persona cálida, gentil, expresiva, enriquecedora y brillante» y reconoció que a raíz de su despedida empezó a decir “gracias” y “te quiero” a sus seres queridos.

Después de Papá por siempre protagonizó la película navideña Milagro en la Calle 34. Se la veía segura, desenvuelta y con una mezcla encantadora de ternura y picardía. Su talento no pasó desapercibido para un actor con ojo de productor, Danny DeVito quien vio en ella a la personita ideal para encarnar a Matilda.

La película está basada en “Matilda” el maravilloso libro de Roald Dahl, autor de esa otra joyita que es «Charlie y la fábrica de chocolate”. Narra la historia de una niña brillante con poderes psicoquinéticos, criada por unos padres bastante mamarrachos que la inscriben una escuela tan horrible como su horrible directora, la malvada Agatha Tronchatoro. La película logra atrapar a los chicos que se sienten identificadas con esa pequeña de poderes extraordinarios que con solo mover un dedo o sus ojos logra “vengarse” de los malos, pero también atrapa a los adultos gracias al genio para la comedia de Danny DeVito y a la ternura que despierta su protagonista. La película fue un exitazo de público y de críticas.

Pero detrás de ese éxito había una niña real a la que la vida real le asignaba una de las peores cartas: la enfermedad terminal de su mamá. Esa misma mamá que le había leído “Matilda” mucho antes de que se convirtiera en ella, esa mamá que la acompañaba a casting sin descuidar la crianza de Danny, Jon, Joel y Anna sus otros hijos. Esa mamá que parecía mágica y todopoderosa, apenas un año antes de que su hija fuera elegida para la película había sido diagnosticada con cáncer.

Suzie no solo era la mamá de Mara, también era su representante. “Nunca se habría llamado a sí misma de esa manera (su mayor miedo era que la etiquetaran como la típica mamá de niño artista) pero es lo que era, y lo hacía muy bien. Nunca me perdía de vista en los sets de rodaje. Yo estaba ahí para desempeñar un trabajo, y ella estaba ahí para asegurar que yo lo hiciera de manera segura y me lo tomara en serio. De todos nosotros, quizá ella y yo fuimos quienes pasamos más tiempo juntas. Estoy muy agradecida por ello, pero todos los días me arrepiento del tiempo con ella que le quité a mis hermanos”, la recordaría su hija dos décadas después en una conmovedora carta que escribió en The New York Times.

“Su película favorita era Los viajes de Sullivan. Odiaba Love Story. Hablaba quedito, pero podía cantar con voz de soprano. Su caligrafía era tan bonita que ella misma escribió a mano las invitaciones para su boda. Me ayudaba a escribirle notas al Ratón Pérez y le ponía trocitos de queso. Se comía los tomates como si fueran manzanas”, la describe no como esa niña que se hizo famosa sino como esa hija traspasada por la pena de crecer sin su mamá.

Como tantas mujeres de su época, Suzie había escondido o postergado su propio talento artístico para criar a sus hijos. “No sabemos qué habría sido de nuestra madre si no se hubiera dedicado a la casa y a criar a cinco niños. No sabemos quién habría sido si hubiera vencido al cáncer, como nos había prometido hacer. Sin embargo, con ese último acto nos mostró quién era: una mujer entregada a sus hijos, hasta el final”.

Y fue así, mientras Matilda brillaba en el set, su madre disimulaba sus dolores y batallaba contra la enfermedad. Primero intentó con la medicina tradicional, se sometió a una masectomía y a quimioterapia pero cuando la ciencia conocida no logró ayudarla probó medicina arbolaria, acupuntura y yoga. Nada de esto se lo contó a sus hijos. Es que cómo explicar lo inexplicable. Cómo hace una mamá para decirle a sus hijos de 17,15, 13, 8 y 3 años que la persona más importante de su mundo se está muriendo y no hay medicina ni deseos que la curen.

Pero en medio de semejante tsunami personal, Suzie y Mara encontraron dos aliados inesperados que, aunque no podían evitarles el mal trago, al menos ayudarían a hacerlo menos amargo. Danny DeVito y Rhea Perlman los horribles padres de Matilda en la ficción eran dos hermosas personas en la vida real. Casados y felices, cuando supieron la tragedia de Suzie inmediatamente priorizaron a Mara niña antes que a Mara estrella.

Porque si De Vito como Harry Wormwood era un padre chanta y abandónico y Rhea Perlman como Xinnia era una madre superficial y medio boba, en la vida real ambos actores resultaron ser dos seres empáticos y solidarios. El De Vito productor descubrió el talento de Mara, el DeVito persona sabía que la pequeña actriz necesitaba un presente de abrazos más que un futuro de marquesinas.

Así que cuando terminaban las largas jornadas de grabación, en vez de quedarse en su casa descansando o repasando guiones invitaban a Mara y sus amigos a su pileta y organizaban fiestas infantiles en lugar de eventos de prensa. Le preparaban su comida favorita y escuchaban con atención todas las historias que Mara les contaba. Como tenían un microcine solían armarle programas para ver películas infantiles y reírse juntos, a carcajadas y olvidarse aunque sea por un ratito que el mundo a veces es un lugar hostil. El matrimonio no dudaba en cuidarla cada vez que sus padres debían ir al hospital para seguir el tratamiento de Suzie, incluso se encargaban de acompañarla en las sesiones de quimio como amigos y no como estrellas de Hollywood.

Pero DeVito fue por más, la película se había terminado de filmar. La salud de Suzie empeoraba día a día y en su cama de hospital se lamentaba por no poder ver la historia completa. Danny la escuchó y decidió que algo debía hacer. Apuró a técnicos y compaginadores, le habló a enfermeras y médicos, buscó una pantalla especial, pidió permiso para acomodar una habitación. Fue entonces que el hospital se transformó en un cine, la cama en una butaca de lujo y en ese lugar donde la muerte rondaba, la vida decidió que aunque la guerra estaba perdida daría una última batalla. En una verdadera función privada, Suzie vio Matilda. Se rio y lloró como reímos y lloramos todos los que vimos la película. Cuando terminó la proyección hizo lo que hace cualquier mamá. Buscó su abrazo más fuerte para envolver a Mara y le dijo que estaba orgullosa de ella.

Ese pequeño gran acto de amor fue el comienzo de una despedida que no por esperada resultó menos dolorosa. Suzie murió el 26 de abril de 1996, la película fue estrenada unas semanas después, cuenta Infobae. 

La pérdida de su mamá y un padre al que el dolor volvió tan sobreprotector que ni la dejaba cruzar la calle sola hizo que la carrera de la actriz comenzara a declinar. Poco a poco se alejó de la actuación. Cuando se cumplieron 20 años del estreno del film que la hizo famosa publicó su autobiografía “Were Am I Now?” (¿Dónde estoy ahora?). En sus páginas no revela escándalos sexuales, problemas con las drogas ni historias de adultos abusivos. Mara solo comparte que, si es complejo crecer, mucho más lo es si debés hacerlo ante los ojos del mundo. En medio de sus reflexiones hay un capítulo especial destinado a Danny DeVito y su esposa. Matilda con un movimiento de su mano podía cambiar lo que no le gustaba del mundo, Mara no podía hacerlo y lo sabía. Matilda en la película encuentra una maestra que comprende su soledad y la lleva a su mundo mágico. Mara en la vida real encontró a Danny y Rhea. No la pudieron llevar a un mundo mágico pero al menos la cubrieron de abrazos y eso suele ser mucho más efectivo que cualquier poder telequinético.