viernes, noviembre 1

Alberto, Cristina y el riesgo argentino de la peruanización

0
179

Nota extraída de Infobae por Fernando González

El Presidente, siguiendo directivas de la Vicepresidenta, se resiste a obedecer un fallo de la Corte Suprema. En Perú, por ir contra la Justicia y el Congreso, Pedro Castillo terminó preso

Argentina puede ser Perú, el país hermano de América Latina que atraviesa una trágica situación institucional. Hace unas tres semanas, debió alejarse su presidente, Pedro Castillo, a quien se le ocurrió que una buena manera de resolver la crisis de su país era ponerse por encima de la Justicia y del Parlamento para erigirse en un nuevo autócrata del continente en riesgo.

La fantasía autoritaria de Pedro Castillo duró menos de veinticuatro horas. El profesor de izquierdas que ilusionó a su país durante 497 días ahora está depuesto por “permanente incapacidad moral” y fue detenido cuando intentaba llegar a la embajada de México como exiliado. Estará preso por 18 meses en una cárcel de Barbadillo, un barrio de la zona este de Lima.

Argentina puede ser Perú porque Alberto Fernández ha decidido desconocer un fallo de la Corte Suprema de Justicia, que le ordena restituirle a la Ciudad de Buenos Aires una parte de los fondos que el Presidente le había sacado a los porteños para transferírselos a la provincia de Buenos Aires. El “ha decidido” es una metáfora piadosa. Quien lo decidió es Cristina Kirchner, con el acompañamiento temeroso de los gobernadores peronistas. Ella siempre ha contado con ese miedo de hombres y mujeres elegidos por el voto para sostener su apuesta a todo o nada.

“Intenten algo ustedes; yo estoy acorralado”, es el mensaje que el Presidente le envió a varios dirigentes de la oposición a través de un ministro de su gabinete. Ante cada momento de crisis, Alberto Fernández siempre ha intentado ubicarse en el lugar de víctima de Cristina para diluir su responsabilidad. Ahora avanza con la revocatoria “in extremis” del fallo de la Corte Suprema y la recusación contra sus cuatro miembros: el presidente Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrantz, Ricardo Lorenzetti y Juan Carlos Maqueda. Es exactamente lo que le ordenó el kirchnerismo.

El horizonte señala un conflicto de poderes entre el Gobierno y la Justicia, y un inédito deterioro institucional que amenaza prolongarse durante todo el verano. El Jefe de Gobierno de la Ciudad, Horacio Rodríguez Larreta, denunciará entre lunes y martes al Estado nacional por el incumplimiento de la sentencia de la Corte Suprema. Desde el miércoles pasado, el Banco Nación debería haberle duplicado de 500 a 1.000 millones de pesos diarios las transferencias que le corresponden por el nuevo fallo. Pero, hasta ahora, no hubo cambios en el ingreso de dinero.

En línea paralela, los principales dirigentes de Juntos por el Cambio han comenzado a sumar denuncias contra los máximos integrantes de la conducción del Gobierno. Los abogados de la Ciudad y Elisa Carrió lo hacen contra el Jefe de Gabinete, Juan Manzur; contra el ministro de Economía, Sergio Massa; y contra la línea directiva del Banco Nación, que encabeza la ex ministra Silvina Batakis, la economista que fue destituida mientras viajaba en un avión. Esta semana se sumará también Patricia Bullrich.

Y el ex ministro Ricardo López Murphy insiste con una apuesta todavía mayor. Si se puede comprobar que Cristina forma parte de la decisión de no pagarle a la Ciudad lo que ordenó la Justicia, pide ampliar la denuncia contra el Presidente y la Vice, y explorar la posibilidad de iniciarle el juicio político a ambos. Una hipótesis inquietante para un país que navega las aguas turbulentas de una inflación del 100%; una pobreza que alcanza a la mitad de los argentinos y un dólar que en los últimos días se ha vuelto a encabritar. No son tiempos para jugar a las bravuconadas.

El más complicado con esta situación es, sin dudas, el ministro Sergio Massa. Apostaba a pasar el verano con los ingresos del dólar soja y con la bendición emocional que atravesó al país con la obtención del Campeonato Mundial de Fútbol en Qatar. Ni siquiera eso. La hazaña de Lionel Messi y sus muchachos empezó a agotarse con la Navidad y a cederle el espacio a la crisis auto generada por el Gobierno. Con la suba del dólar blue, el Banco Central y el ministerio de Economía se preparan para otro verano caliente. “Si no ganamos tiempo con una Copa del Mundo, es que estamos jodidos en serio”, se persigna un funcionario.

En vez de celebrar los goles de Messi y de Di María contra Francia, en el Gobierno echaron maldiciones cuando leyeron los comunicados empresarios condenando la posibilidad de que no se respete el fallo de la Corte Suprema. Sorprendió la dureza de la AmChan, la cámara de las empresas de origen estadounidense, pero también la de los hombres de negocios argentinos.

“Alzarse contra la Constitución Nacional y la división de poderes no ayuda la desarrollo; y el fallo de la Corte Suprema puede no gustar, pero hay que cumplirlo”, explicó con contundencia el presidente de la Unión, Daniel Funes de Rioja, durante un diálogo con CNN Radio pocas horas antes del brindis de Nochebuena. Las consultas nerviosas por whatsapp en lo más alto del poder no respetaron ni los festejos de Navidad.

“No te lo puedo explicar, porque no vas a entender”

Un consultor político de los importantes, cuyos informes leen con atención los dirigentes del Gobierno y muchos de la oposición, se encontró en el fin de semana con las preguntas que le acercaron varios financistas de un grupo inversor extranjero.

– ¿Es verdad que el Gobierno va a desconocer un fallo de la Corte Suprema?-, lo interrogaron, con la preocupación que en estos casos embarga a quienes tienen que explicar ante sus casas matrices el riesgo que está corriendo su dinero.

El consultor, curtido por la historia reciente de la Argentina pero acorralado por las circunstancias, les respondió con una estrofa de la canción “Muchachos”, la que se quedó con toda la banda sonora del Mundial. “No te lo puedo explicar, porque no vas a entender”, les cantó a los inversores a falta de respuestas concretas. Hay una sabiduría ancestral en las tribunas del fútbol.

La duda mayor que recorre los despachos del poder es hasta donde llega la intención política del Gobierno. En la Casa Rosada intentan bajarle el tono a la postura del Presidente, y explican que la maniobra de fondo es ganar tiempo y patear la pelota para que la discusión por el destino de los dineros de la Coparticipación se resuelva bien entrado febrero, cuando haya terminado la feria judicial. Pero desde La Cámpora cantan otra canción, el hit preferido del kirchnerismo. “Esta pelea es a fondo y Cristina va por la cabeza de los jueces de la Corte”, amenazan.

La Vicepresidenta se subirá a una tribuna el martes, durante un acto político en Avellaneda junto al intendente Jorge Ferraresi. Va a inaugurar un centro deportivo al que bautizaron Diego Maradona. Después de la gambeta que Lionel Messi les hizo a Alberto Fernández y a Wado De Pedro para no cruzárselos durante los festejos multitudinarios del Mundial, que Cristina reivindique al otro gran referente del fútbol argentino parece una ironía del destino. La grieta siempre puede aparecer al costado de cualquier camino cuando se trata de la Argentina.

Queda claro que ni Alberto, ni Cristina ni los gobernadores que irresponsablemente juegan la carta de desobedecer a la Justicia son conscientes del peligro institucional al que someten a un país que ya tiene bastante castigo con sus años de decadencia social y económica. No es casualidad que Massa le haya pedido al Procurador del Tesoro, al ultra kirchnerista Carlos Zannini, que sea él quien garantice con su firma la orden de no pagar las transferencias de fondos que ordenó la Corte Suprema.

El ministro de Economía no quiere quedar pegado en una maniobra que pueda tener consecuencias penales. La imagen de Cristina condenada por un tribunal oral por fraude al Estado en la causa Vialidad es un símbolo que todos los funcionarios tienen muy presente. “Ni siquiera Videla desobedeció a la Corte de la dictadura”, señaló Elisa Carrió durante el fin de semana. Ni la Argentina ni la región están para jugar a las imprudencias.

Sin embargo, la imprudencia es el juego al que se suma la Argentina cuando acompaña a México, a Bolivia y a Colombia en la defensa del detenido Pedro Castillo. El presidente que quiso vulnerar al Congreso de su país, y a todas las instancias de la Justicia, terminó juzgado y detenido por intento de golpe de Estado. Allí reside el riesgo creciente de la peruanización para la Argentina. Castillo avanzó en una apuesta autoritaria creyendo que se podía imponer, aún desde su extrema debilidad.

Esa misma debilidad política hoy complica a Alberto Fernández. Con la audacia de la desesperación, el Presidente cree que tiene una chance más de seguir compitiendo por el poder sostenido en las necesidades de Cristina y en el seguidismo penoso de los gobernadores. El descalabro peruano es un espejo conveniente en el que mirarse. Para aprender de sus enseñanzas, y no caer en la trampa de cometer esos mismos errores institucionales.

Porque las semejanzas con el Perú se acaban cuando aparece la economía. El país andino transita todavía el milagro de tres décadas de crecimiento sostenido. Tiene un modelo exportador apoyado en la minería, un Banco Central con política financiera estable desde los ‘90 y el mismo presidente (Julio Velarde) desde 2006. A pesar de las protestas sociales de estas semanas y de una informalidad laboral altísima, Perú ha multiplicado su PBI por seis desde 1993. Son cifras que nos dejan pensando.

A un año de las elecciones presidenciales, el escenario institucional de la Argentina produce vértigo de solo mirarlo.

La lista es impresionante. El Gobierno está denunciando a los miembros de la Corte Suprema de Justicia y se resiste a obedecer uno de sus fallos. La Vicepresidenta, y cabeza del Senado, está condenada por corrupción. La presidenta de la Cámara de Diputados no tiene aval de la oposición para ser reelecta. Y el Consejo de la Magistratura no se puede terminar de conformar por falta de acuerdo político. Como en la tragedia de Hamlet, algo huele a podrido, y no es precisamente en Dinamarca.