Cuarentena extendida: Alberto Fernández necesita mostrar un horizonte

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Nota extraída de Clarìn por Fernando González

El Presidente retrocede en la cuarentena y no da señales de futuro que alivien a una sociedad agobiada.


El martes 29, cuando la Argentina cumpla 103 días de cuarentena, Merkel y Macron​ se reunirán en el Palacio Meseberg. No será un encuentro más. Ese día, Alemania y Francia comenzarán la reconstrucción de Europa. Pondrán en marcha el plan diseñado por la médica Von der Leyen, quien desde la presidencia de la Comisión Europea impulsará la inversión de 750 mil millones de euros para poner de pie a un continente que subestimó la irrupción inicial del coronavirus y está cruzando la barrera de los 200 mil muertos. Como lo hizo al final de la Segunda Guerra Mundial, Europa ya tiene un objetivo. Un horizonte después de la tragedia.

La Argentina tuvo la ventaja de poder observar desde el sur el espejo europeo. La improvisación, los contagios y las muertes en ese continente próspero al que el politólogo Andrés Malamud definen como el parque temático del planeta. La cuarentena sirvió para preparar con tiempo un sistema sanitario mucho más pobre, endeble y desatendido que el de quienes inventaron el estado de bienestar. Y la coordinación inestable pero bienvenida entre Fernández, Rodríguez Larreta y Kicillof​ logró que los contagios y muertes fueran relativamente bajas en los primeros meses de pandemia. Fue un mérito institucional que la sociedad se apuró a reconocer en las encuestas.

Pero es ahora cuando ha llegado el momento más desafiante. Suben los contagios y la cantidad de muertes. Y se acelera la ocupación de las camas de terapia, ese tesoro de la estructura de salud que precisa de un respirador, médicos y enfermeros especializados, y que escasean en los municipios peor gestionados del conurbano. La decisión del Presidente es retroceder en todo sentido. Cerrar el trote que alivia la psicología de los ciudadanos y restringir miles de comercios que le estaban dando algo de oxígeno a la actividad económica. Arrinconado, básicamente, por el consejo de los infectólogos que lo asesoran y por la presión política de Kicillof en la Provincia y de Máximo Kirchner en el Congreso.

El mayor problema de la estrategia presidencial es que no alumbra un horizonte de salida. No hay una fecha tentativa; ni actividades pensadas para transitar el encierro ni alternativas comerciales para combatir la recesión galopante. No hay remedio que pueda evitar el cierre traumático de quioscos, librerías o tiendas de ropa. Como lo dijo esta semana el sindicalista gastronómico, Luis Barrionuevo, viejo y polémico lobo del peronismo. “El problema es que no se ve una luz al final del túnel”. Compasivo, eligió pegarle al gabinete y no a Fernández por el 60% de restoranes argentinos que van camino al cierre inexorable.

El informe del Fondo Monetario no sólo señaló esta semana que la economía caerá cerca de un 10% este año. También ubicó a la Argentina entre los seis países que menos crecerá en 2021, cuando los efectos de la pandemia empiecen a ser un horrible recuerdo. Por eso es imprescindible que Alberto, y la misma consideración vale para Kicillof y para Rodríguez Larreta, incluyan en el único menú de la cuarentena estricta algunas soluciones que les permitan a los argentinos el respiro vital de pensar a futuro.

Son tiempos de mecha corta, como ha dicho algún pensador contemporáneo. El reclamo está a flor de piel y los gobernantes deben tener el olfato alerta ahora que han decidido prohibir por un tiempo el ejercicio insolente de correr en las calles o de salvar el comercio con el que muchos soñaron ganarse la vida.