El ajuste de Milei es por el desajuste de Massa

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Nota extraída de Clarín por Ricardo Roa

Se puede discutir sobre cómo hacer el ajuste, no sobre la necesidad de hacerlo. El ajuste lo paga la gente. Milei tiene carta blanca, no se sabe por cuánto tiempo.

El gobierno kirchnerista agotó su abundante arsenal de artimañas y puso al país por el piso. Tanto, que en el Senado una señora que se puede decir recién llegada se las arregló para oponerle a Cristina, señora veterana experta en argucias, una impensada mayoría en contra, allí, en su otro lugar en el mundo.

Sería un hecho mayor si esta sorpresiva mayoría que logró Victoria Villarruel pudiera ser pensada permanente. Por ahora, es una señal de gobernabilidad en el momento que más se necesita. Al fracaso de Cristina en su pretensión nada republicana de poner a la oposición en la lista sucesoria, contribuyó el extendido rechazo en su propio bloque al protagonismo siempre mandón de dos senadoras que son como su otro yo: Fernández Sagasti y Di Tullio.

Pero Villarruel no la tiene fácil. Está de punta con Karina, la hermana del presidente que actúa como primera dama y le baja o le sube el pulgar a los funcionarios con Milei. Así de simple. Villarruel es un cuadro con ambición política: corrió al formoseño Paoltroni y colocó de vice segundo a Abdala, el único con historia en su bloque. Fue jefe del Pro en San Luis.

Perdieron Cristina y Cia. en el Senado y perdió el peronismo con la lista de jueces amigos que Fernández-Cristina-Massa habían mandado para que se colaran los que interesaba colar para que hicieran lo que todos sabemos que irían a hacer. De la lista, para ejemplo: la asesora legal de Wado de Pedro, y Eduardo Alonso, el impresentable juez de Paraná que se autoelevó a súper juez para avalar la rebelión de Cristina y Massa contra la Corte por la Magistratura. Le habían prometido premiarlo como camarista en Rosario. Seguirá participando.

La taba se dio vuelta en el aire porque la gente la dio vuelta. Caputo, el mismo villano de la gran deuda de Macri, pasa ahora a ser la esperanza blanca de la economía. Ya va a salir alguno, si las cosas no salen bien, del todo bien, que aludirá a gobierno de economistas como antes se aludió a gobierno de ceos y después a gobierno de científicos, lo cual, de esto último, mejor ni hablar.

Con cara de susto, Caputo explicó medidas para cambiarle el rumbo al Titanic Massa, antes Titanic Alberto, antes de antes, Titanic Cristina. Y punto. ¿Qué puede decir el peronismo, sin ofender al menos a esa masa ofendida desde hace rato, sobre la devaluación, los impuestos, y, llegado el caso, más deuda? Decir, puede decir lo que quiera pero el 200% de inflación con tarifas congeladas, el dólar de 60 a 1000 y casi la mitad del país en la pobreza no son cosa de Milei. Tampoco, el saque de más de US$ 100.000 millones en la deuda medida en dólares.

Con un mínimo de buena leche no se le puede pedir a un gobierno con días de gestión un plan para convertir al país en un paraíso cuando hay que evitar el naufragio y recién con el barco medio estabilizado, tratar de meter un plan que entusiasme. La durante todos los últimos cuatro años tan silenciosa CGT de pronto, se despertó. “No estamos ante un plan económico, estamos ante medidas desordenadas de ajuste”. Venía cantado que iba a ser esto. Y también que iban a olvidar que el expresidente part time Alberto Fernández decía: “Francamente, no creo en los planes económicos”.

Caputo dice: estamos al 1% diario de inflación, que asusta por vecindad o más que vecindad con la híper. Y el vocero de Milei, Adorni, dice: tenemos dólar quieto, pero también dice estamos en híper, y lo que buscamos es desactivarla. ¿Continúan la línea Milei del automiedo? ¿O la técnica de la verdad dramatizada?

El gobierno hizo una clásica: el ajuste fiscal. Flor de devaluación y flor de impuestazo por partida doble: por aumento de impuesto y por aumento de la inflación. El ajuste llega, inevitable, por el desajuste de gomas, motor, pintura y chapa del kirchnerismo. No se pueden hacer los distraídos.

Se puede discutir sobre cómo hacer el ajuste, no sobre la necesidad de hacerlo. Y se haga como se haga, el costo recaerá en la gente, no lo pagará la casta política. No existe tal cosa, por más que se diga. Por los errores casi extremos y el macaneo permanente del cristinismo-albertismo-sergismo, Milei tiene una cierta carta blanca. Pero ojo: no se sabe por cuánto tiempo.

Esperanza es una palabra casi ausente en el discurso oficial de los últimos días aunque, curiosamente, no en la masa que por mileísta y/o antimassista votó Milei en masa. También están ausentes en Milei la palabra corrupción y el nombre de los responsables de la corrupción. Pregunta de cajón: ¿hay detrás de eso un acuerdo con Massa?

Contra omisiones, olvidos y provocaciones también fue que se votó. Y contra los piquetes más, tal vez mucho más de lo que pudieron haber pensado en su momento tanto en el gobierno peronista como en el gobierno de Larreta, que se cruzó de brazos todo el tiempo.

Bullrich salió a ganar pantalla y titulares con su protocolo antipiquetes, más pensando en ella misma que en la complejísima tarea que se le viene. Polo Obrero primereó con su marcha del 20, recuerdo del 2001, de los muertos en la Plaza y por el Centro. Después cayó De la Rúa. Durante doce noches hubo presidentes uno detrás de otro y a uno de ellos en el Congreso le aplaudieron el default. Y al final: kirchnerismo.

A mi juego me llamaron, que es el quilombo, dice el trotskismo, invariablemente tan escaso de votos como abundante de piquetes, acampes, propuestas imposibles y demás. Tienen una excusa que a otros les falta: no dejaron de piquetearle a nadie.

Y no iban a ser segundos después del botellazo impune contra Milei, que lastimó a un custodio y que Bullrich se lo cargó irresponsablemente a Wolff, también del Pro y colega ministro de Seguridad porteño, cobrándose viejas facturas. Nos peleamos hasta cuando ganamos. El pronóstico general que prevalece dice: más inflación y ajuste con recesión, luego mejorando. La esperanza general que prevalece dice: esperemos que eso sea cierto.