El atentado a Cristina:¿un cisne negro para la política argentina?

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Nota extraída de TN por Sergio Berenztein

En otros entornos políticos, la violencia convive y forma parte del folclore electoral. En nuestro país este es un episodio sorpresivo, una degradación que la Argentina hasta ahora no ha vivido. El riesgo es que esto cambie.

El país sigue conmocionado por el episodio del jueves a la noche y no es para menos: el intento de asesinato a la vicepresidenta Cristina Kirchner es un hecho sin precedentes desde la vuelta a la Democracia. Por eso vale la pena preguntarnos: ¿Estamos en presencia de un “cisne negro”? Esta metáfora, que fue presentada por el libanés-estadounidense Nassim Taleb en 2007, refiere a episodios extremadamente raros, sorpresivos y que causan un fuerte impacto en el devenir histórico.

¿Vale el carácter de impredecible para lo que pasó? Al margen de las explicaciones, ya sean políticas, sociológicas e incluso psicológicas (referidas a la salud mental del agresor, la cual deberá ser analizada con la seriedad del caso), que cada uno pueda encontrar ex post facto y los culpables (en sentido amplio) que intenten señalarse, lo cierto es que aquellos encargados de la seguridad de la vicepresidente debieron haber sospechado que algo así podía ocurrir. De hecho, para eso está la custodia, para proyectar los peores escenarios y tomar medidas para evitarlos. En esta misión, fallaron.

Seguramente habrá quienes respondan que los hechos como este (aparentemente de un “lobo solitario”, aunque deberá investigarse a fondo) son imposibles de evitar. Sin embargo, después del intento de atentado, Cristina Kirchner estuvo exactamente seis minutos más firmando libros y saludando a la militancia hasta que volvió a entrar a su casa, lo cual pone de manifiesto que no existe ningún protocolo para estos casos (y si es que existe, no se aplica).

Fernando Andrés Sabag Montiel, el hombre que le gatilló en la cara a Cristina Kirchner.
Fernando Andrés Sabag Montiel, el hombre que le gatilló en la cara a Cristina Kirchner.

Entonces, no solo hay que celebrar que no hubiese una bala en la recámara, sino también el hecho de que el ciudadano brasileño Fernando Sabag actuara en soledad, porque parece que gatillar un arma cargada contra la cabeza de Cristina Kirchner no fue suficiente para alertar a sus custodios del peligro que en ese momento ella estaba corriendo.

Los candidatos, mandatarios o exmandatarios son figuras “sensibles”, que por los niveles de amor y odio que generan y su importancia institucional deben ser cuidados con sumo profesionalismo. Es evidente, además, que no deben estar expuestos de la forma que lo estuvo la vicepresidenta en los últimos días. La culpa no es de Cristina que, como todo político de raza, argentino y del mundo, ignora los riesgos a su propia seguridad en pos de acercarse a la gente que la apoya, sino de quienes tienen la responsabilidad de cuidarla. Esta vez, por suerte, fue un llamado de atención. Hay que escucharlo.

En las redes sociales, militantes de ambos lados encuentran imágenes o videos para justificar por qué el otro bando es el culpable de la violencia. El odio que no se tolera es el ajeno, pero el propio sí

Aunque lo ocurrido no tiene antecedentes en la historia reciente de nuestro país, sí la tiene en el mundo: de hecho, Jair Bolsonaro fue apuñalado durante la campaña de 2018 y, hace apenas dos meses, Shinzo Abe (Primer ministro de Japón) fue asesinado por dos disparos en el medio de un discurso. Hay más casos: en México, los dirigentes políticos asesinados en las últimas elecciones se cuentan por docenas, y aún se recuerda el magnicidio en 1994 de Luis Donaldo Colosio Murrieta, candidato a la Presidencia del PRI; en Honduras, los últimos comicios también se vieron manchados de sangre, con al menos 31 asesinatos por motivaciones políticas; y en Colombia, el actual mandatario Gustavo Petro sufrió amenazas durante la campaña, lo cual llevó a recordar una larga lista de candidatos asesinados: Jaime Pardo Leal en 1987 , Luis Carlos Galán Sarmiento en 1989, Bernardo Jaramillo Ossa en 1990, Carlos Pizarro Leongómez en 1990 y Álvaro Gómez Hurtado en 1995. En otros entornos políticos, la violencia convive y forma parte del folclore electoral. Una degradación que la Argentina hasta ahora no ha vivido. El riesgo es que esto cambie.

Por otra parte, y siguiendo con la reflexión respecto a los “cisnes negros”, el shock político, social y emocional generado por las imágenes de Fernando Sabag gatillando contra la vicepresidenta es incuestionable. Respecto al devenir histórico, aún está por verse cuál será el impacto para el sistema político: seguramente, cuando todo esto decante, comenzarán a aparecer un sinfín de hipótesis. Por lo pronto, prácticamente toda la dirigencia, de uno y otro lado de la grieta, pero también la ciudadanía en general, salió a lamentar este terrible episodio, lo cual habla de la fortaleza de la democracia y no de su debilidad (contrario a lo que muchos podrían suponer luego de ocurrido).

Reunión del presidente Alberto Fernández con dirigentes políticos, empresariales, sociales y de Derechos Humanos tras el ataque a la vice Cristina Kirchner (Foto: Presidencia).
Reunión del presidente Alberto Fernández con dirigentes políticos, empresariales, sociales y de Derechos Humanos tras el ataque a la vice Cristina Kirchner (Foto: Presidencia).

Algunos dirigentes y figuras públicas están repudiando también la escalada de violencia y agravios de las últimas semanas, entendiendo que este marco de crispación fue el desencadenante. Sin embargo, estas lecturas vuelven a caer en la grieta: los discursos de violencia siempre vienen desde el otro lado y frente a las agresiones emitidas por los propios se hacen los distraídos. En este sentido, la clase dirigente de la Argentina no ensaya ningún tipo de autocrítica. En las redes sociales, militantes de ambos lados encuentran imágenes o videos para justificar por qué el otro bando es el culpable de la violencia. El odio que no se tolera es el ajeno, pero el propio sí.

Masiva marcha a Plaza de Mayo en repudio al ataque a Cristina Kirchner. (Foto: Télam / Fanchi Claudio)
Masiva marcha a Plaza de Mayo en repudio al ataque a Cristina Kirchner. (Foto: Télam / Fanchi Claudio)

El presidente Alberto Fernández tuvo la oportunidad de estar por encima de estas bajezas y “aprovechar” este episodio para insinuar algún dote de estadista, pero terminó excluyendo de su convocatoria a los dirigentes de la oposición, un gesto que podría haber marcado alguna una diferencia. Al final, lo que se vivió en Plaza de Mayo fue una manifestación partidaria más.

Por la dimensión de lo que acaba de suceder, el intento de atentado contra Cristina Kirchner concentra ahora toda la atención pública. Habrá que esperar para ver si el escenario político cambia y de qué forma lo hace. La Argentina debe encontrar un camino de paz, con diálogo y tolerancia.