Nota extraída de La Nación por Juan Carlos De Pablo
En la Argentina, los desequilibrios económicos hacen que los empresarios, a la hora de invertir, deban consultar más a su contador que a sus ingenieros
No conozco país que se haya propuesto lograr el estancamiento secular de su economía, y luego de verificar que durante 10 años seguidos el PBI total no creció, haber festejado por haberlo logrado. De manera que el estancamiento económico siempre es un fracaso, y la cuestión referida a qué tiene que ocurrir para volver a crecer, pertenece al plano de los instrumentos.
El economista que afirma que si durante una década el PBI total creciera 5% anual, al terminarla “la torta” aumentaría 63%, y que si la deuda permaneciera constante, pero el PBI se duplicara, la relación deuda/PBI caería a la mitad, está haciendo aritmética, no economía. Porque el análisis económico usa la aritmética, el álgebra, la geometría, pero también la historia, la psicología, la geografía, etcétera; pero no es ninguna de ellas.
El análisis económico reflexiona sobre un aspecto de la decisión humana, el que tiene que ver con el hecho de que el PBI no cae del cielo, como el maná, sino que resulta del esfuerzo concreto, y la asunción de riesgos, por parte de los seres humanos.
En todo proceso de crecimiento, la inversión es clave. La decisión de inversión es instrumental: nadie compra una heladería porque le gusta comer helados. La fabricación y venta de cualquier producto requiere mano de obra, maquinarias, energía, pero por sobre todo, la decisión empresaria.
Si les exigimos a los empresarios que sean tan inteligentes como Einstein y tan buenos como la Madre Teresa, estamos en problemas. Afortunadamente esto no es necesario. Pero entendamos que la Argentina es un caso de energías distraídas, no de energías inexistentes.
Lo que hoy ocurre en nuestro país es que, para decidir la compra de una nueva máquina, el empresario consulta menos a su ingeniero que a su contador y a su abogado, y encima tiene que procesar las advertencias de los economistas, los analistas políticos y los intelectuales.
Algunos por ingenuidad, otros por ejercicio de poder, creen que están en condiciones de determinar qué y cuánto debe producir cada fabricante. Prefiero reglas de juego generales, con la menor cantidad de excepciones posibles, dentro de las cuales cada empresario elegirá qué hacer.
Luego de lo cual, los funcionarios del Indec recogerán la información y la sistematizarán, creando sectores, regiones, etc.
Capaz que existe algo mejor que esto, lo que sé es que esto es mucho mejor que lo que existe ahora.