sábado, septiembre 7

La ingeniería y el plan de Horacio Rodríguez Larreta versus el carisma y la voluntad de Patricia Bullrich

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Nota extraída de TN por Marcos Novaro

A días de las PASO, Larreta y Bullrich llevan la polarización al extremo para conquistar el voto indeciso

Tras las elecciones de Santa Fe, todos se preguntan cómo quedó la competencia que más importa, la que se juega entre los halcones y las palomas de Juntos por el Cambio. Puede que se haya reforzado la paridad y el atractivo de dirimirla para los votantes, lo que fortalecería a toda la coalición, que necesita equilibrio entre competencia y colaboración.

Lo sucedido en Santa Fe adelanta y agiganta un poco las tendencias que vamos a ver en la competencia nacional. Ante todo, que la elección interna en JxC se vuelve absolutamente decisiva, y resulta muy atractivo participar en ella para los electores, por lo que la coalición en su conjunto se puede fortalecer, aún si al atravesarla sufre tensiones y rispideces.

Haber apostado a las PASO no fue tan mala idea entonces. Es algo que ya JxC aprendió hace varios años, y ahora pone a prueba en una disputa durísima, muy pareja, que divide a sus principales partidos y es absolutamente decisiva para su futuro. Porque dirime qué va a ofrecerle al país, quién será de aquí en más su principal líder y cuál será su orientación general.

Todo eso, si logra que los chisporroteos y acusaciones cruzadas se olviden rápido. De otro modo el saldo que arrojen las internas puede no ser tan positivo. Pero, de nuevo, el caso de Santa Fe brinda una buena guía: durante la campaña para las PASO distritales se dijeron de todo, en particular Carolina Losada recurrió a acusaciones durísimas, que no logró justificar y puede que por eso al final el tiro le salió por la culata.

Pero, como sea, la noche misma del escrutinio Patricia Bullrich, principal sponsor de Losada, se dedicó a cerrar las heridas abiertas por su discípula, prometiendo colaborar con el ganador, y éste, Maximiliano Pullaro, hizo lo propio declarando haberse olvidado ya de las cosas que se habían dicho en la campaña y destacando que en su equipo unos cuantos militaban en el sector de Bullrich. Todos en paz.

Carolina Losada y Maximiliano Pullaro. (Fotos: Twitter / @carolinalosada @maxipullaro)
Carolina Losada y Maximiliano Pullaro. (Fotos: Twitter / @carolinalosada @maxipullaro)

Segunda cuestión: JxC consolida su condición como “coalición más armada o menos frágil” disponible, a medida que se apaga la estrella de Milei y Massa pierde el impulso inicial que logró con el lanzamiento de su supuesta “candidatura de unidad”. Porque unidad en Unión por la Patria, en verdad, sigue sin haber. Grabois se revela como algo más que un recurso testimonial para evitar fugas por izquierda, expresa demasiado bien el ánimo fanatizado del kirchnerismo duro. Y mientras tanto se complican más de lo esperado las gestiones con el Fondo. Con lo que naufraga la idea de que la inflación va a seguir un curso descendente durante lo más caliente del período electoral.

Todo esto sumado consolida la centralidad de JxC en la escena política “pos Alberto” que ya se va delineando. Ante todo, porque más y más actores se convencen de que de allí saldrá el nuevo presidente, y entonces la disputa sobre el tipo de gobierno que se prefiere se adelanta: la pelea entre Bullrich y Larreta, en este contexto, es mucho más que una interna, que ganaría el que fuera capaz de reunir el mayor porcentaje del voto duro de la coalición; en cambio esa disputa se mezcla con una elección general, que ganará seguramente quien, además, atraiga a los votantes dubitativos entre esa y otras opciones, a los periféricos desanimados o poco interesados en la política, en suma, a votantes más heterogéneos que los que habitualmente dirimen las internas.

Al mismo tiempo, la disputa en JxC se vuelve más intensa en relación a las ideas que están allí en discusión: quieran o no, los precandidatos se ven obligados a confrontar el tipo de gobierno que se proponen protagonizar, con qué los aliados lo harían, con qué estrategias para crear consenso o lidiar con conflictos, los acentos de sus respectivos programas, la secuencia y velocidad de sus medidas de reforma, etc. En suma, precisiones que habitualmente han estado ausentes en las campañas electorales en nuestro país.

Todo un desafío para aspirantes que tienen mucha más experiencia que la media de los políticos argentinos que aspiraron a la presidencia por primera vez, pero que tampoco son suecos ni dinamarqueses. Agreguemos, para complicar más las cosas, que a medida que esa competencia se vuelve más decisiva, se torna también más incierto el resultado.

Hasta hace unos días, parecía que Bullrich llevaba ya una cómoda ventaja, tal vez difícil de descontar para el jefe de gobierno porteño. Pero esto fue así hasta que empezaron a sumarse los éxitos distritales de los moderados. Y un par de sonoros trastazos de los duros: el de Córdoba con Luis Juez; y la diferencia inesperada que le sacó Pullaro a Losada. Ahora bien, si esos antecedentes van a influir mucho, poquito o nada tampoco se puede saber con certeza.

Luis Juez, candidato de Juntos por el Cambio en Córdoba. (Foto: Agencia Córdoba).
Luis Juez, candidato de Juntos por el Cambio en Córdoba. (Foto: Agencia Córdoba).

Lo que sí se puede decir es que Larreta se está esmerando al máximo para que se vuelva determinante, porque ese fue su plan desde el comienzo: su estrategia ha consistido en mostrar que no se trata de elegir entre dos personas, en ese terreno sabe que lleva las de perder, sino entre dos tipos y tamaños de coalición, y dos formas de dosificar el consenso y el conflicto.

Nos viene diciendo que tenemos la posibilidad de votar una coalición chica, que dependerá mucho de una sola figura y tendrá que enfrentar muchas tensiones, algo que podría alimentar aún más la incertidumbre que ya agobia a la sociedad; o podemos votar un “cambio seguro”, una gran coalición que suavice las diferencias y disputas, reduzca por tanto la incertidumbre sobre el proceso que se abre para adelante, y dependa de un equipo, una suerte de “Scaloneta electoral y gubernamental”, figura que por suerte no se usa, pero se deja entrever.

En suma, que tenemos que elegir entre la voluntad y el carisma de una candidata solitaria, y la ingeniería y los planes de un equipo de gobierno. Hasta hace poco agregaba que, encima, la candidata solitaria venía sometida a la supervisión y control de Macri. Ha dejado de decirlo porque pelearse con el expresidente se reveló una mala idea: contradecía su espíritu supuestamente cooperativo.

Esta iniciativa cooperativa tiene un rasgo sustancial, que aventaja la construcción “de arriba hacia abajo” de Bullrich: se puede nutrir de muchos liderazgos distintos, en provincias y ciudades. Que fue justamente la clave del éxito de Pullaro en Santa Fe, apostó a que la organización territorial lo impulsara “de abajo hacia arriba”, mientras que Losada se presentó más bien como mera expresión local del bullrichismo, su verdadero y tal vez único motor.

Algo parecido a lo de Pullaro está tratando de lograr Larreta en el decisivo distrito bonaerense: que los precandidatos locales y distritales, en particular quien aspira a la gobernación, empujen hacia arriba su papeleta para la candidatura presidencial.

Algo que, de funcionar, sería bastante anómalo para una elección presidencial: en general lo que tendido a suceder es exactamente lo contrario. Pero que se adapta bien a esta época de liderazgos más bien débiles, parciales, y también se compatibiliza con el importante peso que adquiere las candidaturas de contacto o cercanía.

Hay además una razón más específica por la que en estas PASO nacionales, simultáneas con las bonaerenses, el arrastre de candidatos provinciales en beneficio de los nacionales se puede volver significativo, y sino termine siendo decisivo, al menos alcance para compensar otras desventajas de Larreta: y es que la disputa provincial en Buenos Aires también tiene un rasgo especialmente dramático, es más competitiva, y estratégica e ideológicamente está mucho más cargada de dramatismo y por tanto se ha vuelto más atractiva e interesante, que la que existe a nivel nacional.

Allí, claramente, se juega el futuro el kirchnerismo, y en gran medida también la gobernabilidad del país en los próximos años. Importa más, para todo el arco opositor, resolver quién le puede ganar a Kicillof, que responder qué candidato presidencial va a sacar ventaja en la provincia. Algo semejante ya sucedió, recordemos, con la elección de María Eugenia Vidal en 2015: de no ser por ella, Macri probablemente no hubiera llegado a presidente. Ahora Larreta está tratando de recrear esa conexión, con el colorado Santilli como su locomotora bonaerense.

Sergio Massa y Axel Kicillof, en un acto en Merlo (Foto: Captura de Twitter/@SergioMassa).
Sergio Massa y Axel Kicillof, en un acto en Merlo (Foto: Captura de Twitter/@SergioMassa).

También allí hubo desde un principio un plan, una ingeniería electoral con una meta clara: asegurar que el empuje de Diego Santilli fuera en su exclusivo beneficio. Al preparar al colorado como el mejor candidato para hacer el trabajo más arduo y decisivo, sacar del medio a Kicillof para que el próximo gobierno sea mínimamente viable, y garantizarse luego que fuera “su” candidato, Larreta se mostró previsor.

Ahora bien: que Santilli sea para él la vela que arrastrará el barco, ¿lo vuelve el arma decisiva que anda necesitando para desequilibrar su disputa con Bullrich? Habrá que ver. Por de pronto, lo protegió todo lo posible, como si lo fuera, y se salió con la suya, aún cuando tuvo que sacrificar otras piezas de su armado. En lo que también ha habido bastante planificación y ajuste programado.

Por caso, en su propio distrito. Es claro que en CABA, Bullrich apostaba a que Jorge Macri hiciera un poco ese trabajo de locomotora, a favor suyo: que con su indisimulada preferencia por su sector, y un triunfo seguro sobre su contrincante interno, el primo de Mauricio se convirtiera en su Santilli.

Pero Larreta se le adelantó. Debía saber que ese iba a ser el resultado cuando terminara desactivando la postulación de Hernán Quirós. Así que se jugó a dividir las urnas de la votación nacional y la distrital. Con lo que se aseguró que el arrastre de abajo hacia arriba fuera bastante menor de lo quel sector bullrichista esperaba. De allí la bronca infinita de Macri con su ex ahijado: no fue, como este decía, porque no entendiera bien lo que Larreta estaba haciendo, sino porque lo entendió perfectamente.

En provincia, en cambio, no habrá urna que valga. Si el colorado Santilli le saca una buena diferencia a Néstor Grindetti, y los votantes efectivamente valoran el resultado distrital tanto o más que el nacional, la ingeniería le puede terminar ganando al carisma.

Claro, por más ingeniería que se haya tejido, no va a alcanzar para dar vuelta un resultado si es fuertemente favorable a Patricia. Pero tal vez si equilibre la competencia bonaerense, y se sume al arrastre local en varios otros distritos importantes del interior, donde Larreta logrará hacer pesar su apuesta por rodearse de más aliados que los halcones. Si eso sucede, entonces sí, puede que tengamos un presidente finalmente meticuloso, planificador, y no una voluntariosa más instintiva, habituada al ensayo y el error.

Qué va a ser mejor eso que esto otro, nadie lo puede saber a ciencia cierta. Lo que es seguro, sería toda una novedad. Porque convengamos, el carisma le viene ganando la pulseada a la estrategia entre nosotros al menos desde hace un siglo atrás.