sábado, junio 22

La pelea entre el “pistolero” y el libertario que juega en otra liga

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Nota extraída de Clarín por Eduardo Van der Kooy

Tanto Sánchez como Milei encaran una cruzada de polarización en sus sociedades. La realidad interna puede forzar a Milei a colocar los pies sobre la tierra.

La insólita crisis entre Javier Milei y Pedro Sánchez, el premier de España, ha escalado hasta una cima que torna imposible el análisis desde un lugar fijo. Tan claro está que ambos dirimen cuestiones personales, con sobreactuaciones políticas de novela, que la canciller Diana Mondino se ocupó de sintetizar el problema con tres palabras: “Es una anécdota”, aseguró.

Sánchez empujó el conflicto diplomático hasta el máximo nivel. Ordenó el regreso a Madrid de la embajadora en Buenos Aires, María Jesús Alonso Giménez. Habrá que convenir que, en este punto, el gobierno argentino recobró algo de sentido común. Roberto Bosch continúa en la sede madrileña luego de haber sido citado por el canciller de aquel país, José Manuel Albares. Si el premier de España estuviera dispuesto a la ruptura de relaciones diplomáticas debería echarlo. Difícil de suponer.

La crisis se fue incubando por la confluencia de dos factores. Tanto Sánchez como Milei encaran una cruzada de polarización en sus sociedades. Ambos supieron abonar una conducta adolescente, más allá de beneficios o perjuicios, para conducir el tema hasta el teatro de un escándalo. Hubo un ministro español, Oscar Puente, que afirmó días atrás su sospecha acerca de que el mandatario argentino ingería sustancias. Silencio en Madrid. Milei replicó con una denuncia sobre tráfico de influencias que pesa sobre Begoña Gomez, la esposa del premier. Corrupta, la llamó.

El Gobierno del PSOE acusó de injerencia a Milei por haber participado el fin de semana en un foro del partido Vox, de la ultra derecha. Europa tendrá el mes que viene elecciones para la integración de su parlamento. Todo se vive, entonces, en clave de urna. Pudo asistirle razón a la queja socialista. Solo que, en el mes de noviembre, antes del balotaje, Sánchez filmó un spot divulgado en la Argentina en el cual pidió el voto a Sergio Massa y denostó al actual mandatario. Hubo entonces un silencio cómplice del kirchnerismo. El líder libertario de ocupó de recordarlo ahora para justificar su asistencia al plenario de Vox.

A Sánchez le calzó de buen talle, justamente, en una época de campaña. Su rival no es Vox. Es el Partido Popular que en las últimas elecciones sacó más votos que el premier, pero no las bancas que le permitieran formar gobierno. El dirigente socialista lo hizo juntando las cabezas de ocho grupos distintos, entre ellos los de las organizaciones autonómicas. Completó la obra con la amnistía a los separatistas catalanes que se habían rebelado contra el Estado central en 2017. Le queda sofocar las pretensiones de Carles Puigdemont, cabecilla de aquel levantamiento, que reclama ser investido titular de la Generalitat. Las recientes elecciones consagraron al socialista Salvador Illa.

Aquel recorrido de Sánchez revelaría la personalidad de un dirigente dispuesto a todo cuando lo que está en juego es el poder. De allí la descripción que se atrevió a realizar en un programa televisivo el famoso escritor Arturo Pérez Reverte. Al sobrevolar la figura del premier lo definió como “un aventurero, un pistolero”, aunque con un extraordinario “instinto de supervivencia política”.

La competencia pública de Sánchez con Milei en nada afectaría su posicionamiento en Europa. Donde representa a una de las pocas administraciones de centro izquierda que todavía no sucumbió. Mucho mayor trastorno le causó la reciente fricción con Israel a raíz de la ofensiva sobre la Franja de Gaza que calificó de masacre. Había sido tibio en octubre cuando el grupo Hamas provocó una tragedia en suelo israelí. La tensión con Tel Aviv llegó a un punto máximo. Allí permaneció cuando Sánchez amagó con reconocer al Estado Palestino. Retrocedió. Nunca se le pasó por la cabeza, sin embargo, retirar a su embajador de la capital judía.

Tampoco las frecuentes salidas al exterior de Milei suelen pasar inadvertidas. Componen un mapa difícil de ser congeniado con algún plan de política exterior. Realizó una única visita de Estado: a Israel. Los viajes restantes fueron para hablar en foros ideológico-partidarios de opaca representación. O para juntarse con empresarios: dos veces con el multimillonario Elon Musk. Pronto irá por la tercera. No visitó ninguno de los países de la región, con varios de los cuales mantuvo cruces fogosos. En especial, Brasil y Colombia. Esas relaciones fueron enmendadas, igual que sucedió con China, por la canciller Mondino.

El Presidente tendría una particular percepción sobre el modo de desarrollar en este tiempo las relaciones internacionales. Creería más en los contactos con los poderes económicos que en las visitas de Estado. Asegura que los popes empresarios del mundo le solicitan reuniones. En su agenda figura, pese a todo, la asistencia a mediados de junio al encuentro del G7. Fue especialmente invitado por la premier de Italia, Giorgia Meloni. Se hará en un pueblito pegado al Adriático. Allí estará también Emanuel Macron, de Francia, y Olaf Scholz, el sucesor de centro-izquierda en Alemania de la célebre Angela Merkel.

Milei regresó de España convencido de que cinco meses en la Casa Rosada le han bastado para convertirse en el máximo exponente de la libertad a nivel mundial. Imposible de ser comprobado, al menos por ahora. Parece complicado entenderlo si se tiene en cuenta su plataforma de lanzamiento. La Argentina es un país, desde hace décadas, con un declinante potencial económico y social que no se avizora que pueda ser superado con rapidez. El Gobierno ha logrado un descenso inflacionario a costa de un durísimo ajuste para equilibrar las cuentas públicas. Como secuelas se advierten una profunda recesión, un crecimiento del desempleo (cayeron más de 250 mil cuentas-sueldo en los bancos) y un incremento de la pobreza. Pergaminos débiles para pretender sostener un nuevo liderazgo de la derecha en el planeta. Déficit que difícilmente logre ser sustituido por la construcción de un personaje que llama la atención.

Por ahora le estaría alcanzando para conservar la centralidad indiscutida en el plano doméstico. Esa prevalencia lo indujo a manifestar en las últimas horas, con no poca jactancia, que “estoy jugando en otra liga y muestra la insignificancia de los políticos argentos”. ¿En qué Liga? En el único lugar en el que está obligado a jugar es en la Argentina de aquellas dificultades estructurales y dramáticas. Salvo que lo haya traicionado el sueño de convertir a los clubes de fútbol en sociedades anónimas. Alude siempre como ejemplo a la Premier League. No oculta su encanto por el Manchester City, reciente campeón, conducido por el catalán Pep Guardiola.

La realidad interna puede forzar a Milei a colocar los pies sobre la tierra. Van más de cinco meses y la gestión política apenas pudo conseguir la media sanción en Diputados de la Ley Bases y el paquete fiscal. Los proyectos prometen también alumbrar en el Senado. Aunque falte cubrir un recorrido. El sábado no habrá Pacto de Mayo. A cambio se montará un acto en el Cabildo de Córdoba donde el Presidente le hablaría a la ciudadanía congregada. Todo infinitamente más modesto de lo que llevaría a imaginar la irrupción del autodenominado líder mundial de la libertad.