jueves, mayo 2

Messi campeón en el Inter Miami: los números, los gestos y hasta dónde llega el límite de la grandeza

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Lionel

Los números sirven para hacer trazos gruesos a la hora de describir su magnitud como futbolista. Pero, en realidad, eso se mide en gestos.

Lionel Messi sostiene los trofeos de goleador y MVP de la Leagues Cup que conquistó con Inter Miami, el título número 43 de su carrera profesional. Foto: EFE/EPA/MARK HUMPHREY

No importa cuándo ni dónde -ni siquiera cómo- leas esto: Lionel Messi es campeón. Tiene 36 años recién cumplidos y casi dos décadas como profesional. Fe de erratas: casi dos décadas como el mejor de los futbolistas entre los mejores futbolistas. En ese lapso, consiguió 43 títulos y es el más ganador de la historia junto con el brasileño Dani Alves. Anotó 817 goles y la cuenta sigue en este mágico mundo de fantasía que ya se convirtió su aventura en el fútbol de Norteamérica. Ya son, según contabiliza el periodista Carlos Arasaki, 142 los equipos a los que le convirtió y 243 los arqueros que lo padecieron con Eliott Panicco como última víctima. En 270 de los 1035 partidos que jugó marcó el primer gol de su equipo. En 208 ocasiones fue para pasar al frente en el marcador. En 54 para igualar la historia. Entregó también 358 asistencias. Es decir, tuvo injerencia directa en 1.175 goles. Ufff.

Foto: CHANDAN KHANNA / AFP.

Foto: CHANDAN KHANNA / AFP.

Salió campeón en España, en Francia, en Estados Unidos. También dio la vuelta olímpica en Brasil, en Inglaterra, en Países Bajos, en China y en Qatar. Curiosamente, no salió campeón en Argentina, pero después de mucha lucha y paciencia, gritó campeón con Argentina. Copa América, Finalissima y, por supuesto, el Mundial.

Se puede seguir hablando de números. Por ejemplo: demoró apenas 29 días en dar la vuelta olímpica con Inter Miami. Incluso, desmenuzar las estadísticas y contar que los días del mes que más gritos pegó son los 19 y los 7. Que metió goles en 273 de los 365 días del año. Y que marzo, con 102 tantos en 99 presentaciones, es su mes más productivo.

Los números sirven para hacer trazos gruesos a la hora de describir su grandeza como futbolista. Pero, en realidad, la grandeza se mide en gestos. Se puede recorrer su carrera y enumerar casi tantos gestos como goles. Pero vale recorrer una noche. La noche de anoche para entender lo gigante que es este rosarino. Es cierto que en el partido contra Nashville SC en el Geodis Park, en el corazón de Tennessee, por la final de la Leagues Cup, no entregó la mejor versión de sus versiones. Lejos estuvo de las prestaciones extraordinarias que regaló en Doha y alrededores cuando se cansó de apilar australianos, enloquecer neerlandeses, sacar a pasear croatas y, sobre todo, dejar segundos a los franceses.

Foto: EFE/EPA/MARK HUMPHREY

Foto: EFE/EPA/MARK HUMPHREY

Fueron ráfagas. El gol a Panicco fue la enésima reversión de cientos de definiciones similares que hizo. Casi repite con otra jugada de la que tiene -o debería tener- el derecho de autor, pero el remate se estrelló contra un palo. Sufrió cuando el ecuatoriano Campana se perdió un gol que él habría hecho en muletas. Cumplió con el penal y revivió fantasmas cuando Ulloa falló el suyo. La historia tuvo final feliz, como casi siempre últimamente. Le dio una mano Drake Callender, el arquero que se disfrazó de Dibu Martínez en el corazón de la música country.

Después llegaron los gestos. Esos que lo pintan de cuerpo entero. La sonrisa de David Beckham, más allá del dinero que le hará ganar, es pura admiración. El Spice Boy estaba más exultante que aquel día que acertó un tiro libre épico en el tercer minuto del descuento para que Inglaterra se clasificara al Mundial 2002. Ni que hablar de la alegría de Victoria Adams, que lo abrazó como si fuera uno de sus hijos. Ni en el más loco de los multiversos de Marvel y alrededores se pensaba posible un cross over entre el GOAT del fútbol y una Spice Girl.

Foto Tim Nwachukwu/Getty Images/AFP

Foto Tim Nwachukwu/Getty Images/AFP

Lo dijo él. La pasó mal en París y se mudó a Miami con la sensación de misión cumplida y el deseo de terminar su carrera sin tantas presiones y rodeado de tranquilidad. Era poco probable verlo festejar en familia un título. El pico con Antonela Roccuzzo mientras aguardaba la premiación y el ‘Piedra, papel y tijera’ con Mateo, uno de sus hijos, en medio de la cancha son señales de que Messi está feliz. Obviamente, también hubo abrazos con Thiago y con Ciro.

La cara de alegría de Mateo al vencer en un milendario juego a su papá Lionel Messi. Foto: Captura de Video.

La cara de alegría de Mateo al vencer en un milendario juego a su papá Lionel Messi. Foto: Captura de Video.

Feliz y disfrutando. A lo largo de esta Leagues Cup, que incluyó festejo de superhéroes, jamás escatimó una foto. Como sucedía con los NBA en los tiempos del Dream Team, ahora Messi es el más buscado. Es que los rivales, una vez vencidos, desfilaron una y otra vez para tener el recuerdo y contarles a sus hijos y a sus nietos que jugaron en contra del mejor de la historia. Uno siempre se llevaba la camiseta 10. Los demás tuvieron su anhelada selfie reglamentaria. En la noche de Nashville no sólo fueron los adversarios los que buscaron inmortalizar ese momento especial. También los compañeros. Hubo abrazos e instantáneas a granel. Desde la alegría de los Cremaschi, los pilares del sorprendente Benjamín de apenas 18 años, hasta la incredulidad de la familia de Sergey Krivtsov, el canoso central ucraniano que pateó su penal como lo dioses. Hubo fotos y momentos para todos.

El gesto de los gestos fue algo que aprendió en Barcelona, el club que lo formó y más tarde lo sacó por la puerta chica y hace poquito tiempo volvió a jugar con sus sentimientos. Después de recibir los premios como el goleador y el mejor jugador de la Leagues Cup, llegó el turno de alzar esa copa con extraña forma de cafetera XXL. Se sabe, la recibe y la levanta el capitán. Y el capitán es él. Pero sólo hace siete partidos. Por eso, como alguna vez hizo Carles Puyol con Eric Abidal, Messi decidió que el trofeo lo recibiera DeAndre Yedlin. Era el que llevaba la cinta hasta que él llegó a Miami. “Messi me puso la cinta de capitán para levantar la copa y le dije: ‘No, vas vos’. Es una muestra de respeto”, resumió el defensor emocionado.

De números y gestos. Así se esculpe la grandeza de Messi.

Foto: EFE/EPA/MARK HUMPHREY

Foto: EFE/EPA/MARK HUMPHREY