miércoles, septiembre 18

San Nicolás de Tolentino

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Cada 10 de septiembre la Iglesia Católica celebra a San Nicolás de Tolentino (1245-1305), fraile, sacerdote y místico italiano; primer santo perteneciente a la Orden de San Agustín (agustinos).

Con la intercesión de San Nicolás de Bari

Nicolás nació en 1245, en San Angelo, Pontano (Italia). Se dice que su madre, habiendo llegado a cierta edad, no había podido concebir; de manera que, junto a su esposo, salió en peregrinación al Santuario de San Nicolás de Bari para pedir la gracia de salir encinta.
La mujer, que amaba profundamente a Dios, prometió que si Él le concedía tan gran favor, ella consagraría a su hijo para que le sirva como sacerdote.
Dios, que mira con compasión a quienes piden favores con fe, le concedió a la mujer la bendición de salir embarazada.
Tiempo después, nacería un bebé robusto al que bautizaron con el nombre de Nicolás, igual que su patrono. Mientras crecía, el pequeño mostraba una singular afinidad con las cosas de Dios y la vida espiritual.

A pesar de su juventud, aprendió a dedicarle mucho más tiempo a la oración del que se podría esperar de un niño de su edad.

Un jovencito con un corazón grande

A Nicolás le gustaba pasar el tiempo hablando con Jesús, algo que fue alentado siempre por sus padres. El niño escuchaba con entusiasmo la Palabra de Dios y se deleitaba con las buenas lecturas. Además, despertó en él una sensibilidad peculiar frente al que sufre.
Por eso, una de las cosas que más disfrutaba era llevar a su casa a alguna persona en necesidad que encontraba en el camino y compartir el alimento en familia.
Ya de adolescente, después de escuchar el sermón de un fraile ermitaño de la Orden de San Agustín, decidió renunciar al mundo y hacerse agustino.
Pronto sería aceptado en el convento de los ermitaños del pequeño pueblo de Tolentino. Después del tiempo necesario, realizó su profesión religiosa -no había cumplido aún los 18 años-; y en 1271 fue ordenado sacerdote en el convento de Cingoli.

Tolentino

Nicolás permaneció en Tolentino los siguientes 30 años de su vida, hasta que Dios lo llamó a su presencia.
Allí predicó en las calles, administró los sacramentos a la población y visitó asiduamente el asilo de ancianos, el hospital y la prisión; pasaba largas horas en oración y cuando no, estaba en el confesionario, atendiendo las necesidades espirituales de la gente.
Para todos se hizo evidente que el agustino vivía con marcada sencillez y ascetismo; y que los ayunos y pequeños sacrificios corporales no le eran extraños.

A San Nicolás de Tolentino se le atribuyen muchísimos milagros, tanto en vida como post mortem.