jueves, mayo 16

Bullrich juega a Melconian, Milei añora el Muro y Massa confía en gobernadores

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Nota extraída de Clarín por Ricardo Kirschbaum

El FMI acaba de advertirle a Sergio Massa que la economía ha descarrilado.

La designación de Carlos Melconian como posible ministro de Economía de un eventual gobierno de Patricia Bullrich ha sido la primera movida para salir del estado deliberativo que provocó en Juntos por el Cambio el resultado de las PASO. Es también una necesidad de tener un vocero económico dispuesto a meterse de lleno en la polémica con Javier Milei y con el ministro-candidato Sergio Massa. Esta decisión de Bullrich fue tomada sin consultar a Mauricio Macri, quien no ha ocultado en conversaciones privadas sus objeciones a Melconian ni sus preferencias por Luciano Laspina, quien ahora estaría nominado para el Banco Central.

La definición era necesaria para reforzar uno de los flancos débiles de Bullrich pero no es decisiva para la pelea central que es tratar de entrar en la segunda vuelta electoral. Son muchas voces las que piensan que la candidata precisa darle un giro dramático a su campaña porque, a diferencia de Milei y de Massa, está desperfilada. El centro de gravedad de su discurso es el concepto de orden y la seguridad, que Patricia subrayó en medio de los intentos de saqueos esta semana, ideas que además precisan de una épica glamorosa, y de no aplicar una táctica equivocada.

El riesgoso apartamiento del radicalismo en la fórmula de Jorge Macri solo puede explicarse por la creciente incomodidad de Mauricio Macri con la UCR y la Coalición Cívica, a quienes culpa del fracaso de su gobierno. Finalmente, el PRO tendrá una fórmula pura para defender la Ciudad, el único distrito que domina desde hace años. Podrá decirse con acierto que Horacio Rodríguez Larreta estaba dispuesto a poner en juego esa hegemonía porteña a cambio del apoyo para su ahora frustrado emprendimiento presidencial. Era una apuesta polémica, pero ahora la situación es más delicada aún. Se sabe que Larreta ofreció alternativas, entre ellas a Soledad Acuña, pero se prefirió a una funcionaria cuyo mejor atributo es la gestión.

En la Ciudad, hay que superar el 50 % para ganar en primera vuelta: es un porcentaje que requiere una ingeniería electoral mucho más sofisticada. La marginación del radicalismo – algunos hasta aventuraban que iba a haber un ofrecimiento simbólico a Martín Lousteau, que había ganado la mayoría de las comunas porteñas- puede tener consecuencias porque esta elección estará impactada por la presidencial.

Hay quienes esperan el retorno de Mauricio Macri con la expectativa de que el ex Presidente decida darle un decisivo apoyo a Bullrich, poniéndose activamente al frente de la campaña para robustecerla. ¿Tendrá Macri la voluntad de sacrificio de salir a la cancha para frenar a Milei y ayudar a su candidata? ¿O se quedará en el apoyo oral que no disuelve la sorpresa de su ambigüedad por la irrupción del libertario? Podrá decir Macri que muchas de sus ideas están en ese ideario que puede ganar la elección, pero eso sería solo conformarse con una derrota.

Lo que se juega, además, es la supervivencia de Juntos por el Cambio: si Bullrich no llega a la segunda vuelta, la coalición será un recuerdo de una posibilidad malograda.

Milei está en estado de gracia. En un país en el que la política no es política sino un credo religioso, como dice el politólogo Loris Zanatta, el libertario ahora se mueve blindado con los márgenes que tiene el representante antisistema pero que va mitigando sus ideas a medida que se acerca al poder. Alguien debería también explicarle que el Muro de Berlín se derrumbó en 1989 y que la URSS no existe más. Para ser pronorteamericano, como el libertario se proclama, no es necesario ir más allá de lo que la propia política exterior estadounidense propone. Para decirlo en otras palabras: no le piden tanto, señor Milei. Habrá que bajar a tierra esas ideas: no hay por ahora un vocero idóneo para explicarlas de manera racional e idónea, salvo frases surgidas del sentido común más elemental. Es difícil, si no imposible, pensar que los Estados no intervienen en las negociaciones económicas internacionales, como Milei y alguno de sus voceros repiten.

Otra faceta de Milei es la reacción autoritaria que aparece frente a comentarios críticos, un rasgo peligroso que ya ha sido advertido públicamente.

Sea como fuere, el libertario recoge las frustraciones de una sociedad enojada que encuentra en él una forma de desahogo y que deposita su esperanza en que, de pronto, su realidad cambie. Milei concentra hoy esa frágil ilusión, según las encuestas.

Sergio Massa necesita confrontar con Milei porque precisa opciones muy diferentes. Su objetivo es llegar a una segunda vuelta con el libertario y se entusiasma con mediciones que lo mantienen en carrera. Para esto, paradójicamente, precisa que Bullrich se mantenga competitiva y sea un dique de contención al crecimiento de Milei. Es curioso: a Massa lo acusaron, con pruebas, de que estuvo fortaleciendo a la Libertad Avanza para frenar a Juntos por el Cambio. Ahora, según sus estrategas, necesita de aquellos que intentó debilitar.

Massa tendrá inflación alta en agosto y, se estima, también en septiembre. El FMI acaba de advertir que la economía ha “descarrilado” y es él el que está a cargo no ya del ministerio sino prácticamente de un gobierno que se está despidiendo. Cristina Kirchner se mantiene en un silencio “táctico”, según explican, para justificar su intento de pasar disimulada por una elección en la que ella sería una de las derrotadas aunque se haga la distraída.

Lo de Alberto Fernández es peor. Para ilustrar su situación cuentan que en una reciente visita a Tucumán para inaugurar una facultad universitaria que aún no está terminada, el Presidente luego del acto le habría dicho a Juan Manzur, todavía gobernador provincial:

-Juan, ¿ahora vamos a almorzar?

“Me han dicho que el catering del avión presidencial es excelente”, habría sido la filosa respuesta del tucumano, como invitándolo a regresar al aeropuerto e irse.

Finalmente, hubo un almuerzo improvisado en el hotel Sheraton impulsado por el futuro gobernador Jaldo, en el que Manzur se pasó el tiempo hablando por teléfono, recordando aquello de que la venganza es un plato que se come frío.

Así que Massa solo espera que Fernández se mantenga callado. Pero está seguro -y esa es su esperanza- de que los gobernadores peronistas no tendrán una actitud pasiva en la elección de octubre como la que exhibieron impúdicamente en las PASO.