por Cachío Saravia Day
Gobernar un país requiere una visión totalizadora donde la salud
pública es sólo un aspecto que debe estar a cargo de especialistas.
Cuando el poder se enfrasca a un aspecto, abandonando lo demás, está en riesgo.
La improvisación sólo puede aceptarse ante un imprevisto y provisorio vacío de un plan preestablecido.
Hoy tenemos la sensación de una improvisación cotidiana por ausencia de un plan.
Hace más de un mes que la «pandemia» empezó a hacer daño en el
hemisferio norte, sin que hayamos recogido la información necesaria para
enfrentarla en nuestro hemisferio.
Tomar medidas y decisiones debe
ser el resultado de un razonamiento correcto basado en la elección de
premisas adecuadas y la confrontación de las mismas.
Esta
improvisación no tiene justificativo y pone en riesgo nuestra
supervivencia, más que por la pandemia, por sus efectos económicos.
La actual información oficial sobre la pandemia no está tanto dirigida
al pueblo a fin de darle instrucciones y tranquilidad, como un elogio y
defensa de la acción de gobierno, enmarcada en la masividad y
simplificación de dirigir un país de una enorme diversidad geográfica o
cultural.
La misma normativa rige a Catamarca, donde no se registró
ningún caso, que a la Provincia de Buenos Aires, cuya desprotección
social es tan grande como ignorada.
La esencia de la democracia es acatar a las mayorías, criticando al gobierno. El acatamiento sin críticas sólo sugiere acuerdo.
Cuando el desacuerdo se transforma en silencio, estamos frente a un poder autoritario o a la cobardía del gobernado.
Es una aspiración la sinceridad del pensamiento y el coraje en la expresión.