El romance con Venezuela y Cuba

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Nota extraída de La Nación por Andrés Oppenheimer

El presidente de la Argentina, Alberto Fernández, ha dicho que el dictador de Venezuela “está más que invitado” a la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), hoy en Buenos Aires, y ha recibido con honores al dictador de Cuba. Con estos gestos, la Argentina no solo contribuye a legitimar a dos grandes violadores de los derechos humanos, sino que se aleja aún más de Estados Unidos y otras democracias occidentales.

Por más absurdo que suene, el gobierno populista de Fernández defiende su decisión de invitar a los dictadores de Venezuela y Cuba alegando que son líderes democráticamente elegidos. En una entrevista del 20 de enero con El Destape Radio, la vocera presidencial de la Argentina, Gabriela Cerruti, se refirió al tirano venezolano Nicolás Maduro como “el presidente elegido democráticamente de Venezuela”. Agregó que todos los presidentes que asistirán a la cumbre son jefes de Estado “que cada país elige democráticamente”.

En cuanto a los abusos de los derechos humanos en Venezuela, Cerruti agregó: “No es que nos parece todo bien lo que está sucediendo (en Venezuela), pero mucho menos nos parece todo mal”. Es difícil no asombrarse cuando uno escucha semejantes disparates. Maduro se reeligió a sí mismo en elecciones fraudulentas en 2018, en las que prohibió competir a los principales candidatos de la oposición, cerró todos los medios independientes y no permitió la presencia de observadores internacionales creíbles.

La reelección de Maduro fue un chiste a tal punto que Estados Unidos, Alemania, Gran Bretaña, Francia y prácticamente todas las democracias occidentales declararon a Maduro presidente ilegítimo. Más de 50 naciones reconocieron al entonces líder opositor de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, como el único líder legítimo del país. Entre 2016 y 2018, los escuadrones de la muerte de Maduro mataron a más de 19.000 personas, según la organización de derechos humanos Human Rights Watch. Las Naciones Unidas han reportado que miles de estas muertes fueron por “ejecuciones extrajudiciales”.

En cuanto al presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, el régimen comunista de su país no ha permitido una sola elección libre, ni medios independientes, ni partidos políticos de oposición durante los últimos 64 años. Cuba tiene actualmente más de 250 presos políticos, según HRW. Lo más sorprendente, como pude comprobar cuando entrevisté al canciller argentino, Santiago Cafiero, en Buenos Aires el año pasado, es que el gobierno argentino cree que puede tener excelentes relaciones simultáneamente con China, Rusia y EE.UU. La cosa no funciona así.

Frente a las críticas por proponerse recibir con alfombra roja a los dictadores de Venezuela y Cuba, Fernández respondió que también invitó al presidente de EE.UU., Joe Biden. Pero el gobierno de Fernández cometió un gran error al invitar a Biden: envió su carta de invitación formal al presidente de EE.UU. varias semanas después de haber invitado al dictador chino, Xi Jingping, y presumiblemente solo después de que el líder chino dijera que no podría asistir en persona.

Copias de las dos cartas de invitación publicadas en medios argentinos confirman que la carta de invitación a Xi estaba fechada el 2 de diciembre, mientras que la invitación a Biden estaba fechada el 26 de diciembre. Es un detalle que probablemente no pasó desapercibido en el Departamento de Estado. En un discurso a la nación el 12 de enero, Maduro dijo que acababa de conversar con sus pares de Brasil, la Argentina y Colombia para “avanzar en la conformación de un poderoso bloque de fuerzas políticas” aliadas con China y Rusia.

Lo más probable es que Maduro no llegue a ninguna parte con su plan de recrear un poderoso bloque de izquierda, porque Venezuela está en bancarrota y tanto China como Rusia están pasando un momento económico demasiado malo como para embarcarse en costosas aventuras políticas en Latinoamérica.

Pero el gobierno argentino pasará a la historia como un cómplice de dictadores, sin obtener ningún rédito económico para el país por codearse con ellos. Al contrario, ahuyentará más aún los inversionistas y creará más pobreza.