domingo, octubre 6

EVANGELIO DEL DÍA

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EVANGELIO DEL DÍA🌾

Juan 11,19-27:

En aquel tiempo, muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.»
Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará.»
Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día.»
Jesús le dice: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?»
Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.»

Palabra del Señor
🌾 MEDITACION DEL EVANGELIO🌾

Jn. 11, 19-27:

💫Santa Marta.

1) El pésame:

En los momentos duros encontramos personas que nos acompañan, algunos por un simple cumplir y otros por acompañarnos en los momentos duros y decididos de la vida. Pero hay veces que culpamos a la sociedad de cómo se vive y qué nos pasa, pero la sociedad la hacemos nosotros. Hoy vivimos en una sociedad indiferente. Basta ver que te roban en la calle y nadie se mete, en una sociedad que cada uno mira lo suyo. Cómo será que ya se está perdiendo hasta el saludo en la calle, porque cada uno está con sus auriculares y mirando su pantalla de celular. Hoy, pidamos a Dios por una sociedad que sea más comunitaria.

2) Marta:

Ella experimenta la muerte de su hermano, el dolor… cuánto nos golpea cuando perdemos un ser querido, cuánto nos duele. Solo la fe nos anima a luchar y a seguir. Es duro y difícil, para estas heridas no hay medicación, solo la confianza en Dios y la fe.

3) Crees:

Jesús te invita a creer y a confiar, como le pidió a Marta. Abandónate a las manos de Él y viví junto a Él. Quisiera terminar con una oración antigua, pero hermosa, para rezar por aquellos que fallecieron o han de fallecer:
«Te recomiendo a Dios Todopoderoso, mi querido hermano (o hermana), y te pongo en las manos de aquel de quien eres criatura, para que después de haber sufrido la sentencia de muerte, dictada contra todos los hombres, vuelvas a tu Creador que te formó de la tierra. Ahora que tu alma va a salir de este mundo, salgan a recibirte los gloriosos coros de los ángeles y los apóstoles, que deben juzgarte; venga a tu encuentro el ejército triunfador de los generosos mártires; rodéete la multitud brillante de confesores; acójate con alegría el coro radiante de las vírgenes, y sé para siempre admitido con los santos patriarcas en la mansión de la venturosa paz. Anímaee con grande esperanza san José, dulcísimo Patrón de los moribundos. Vuelva hacia ti, benigna , sus ojos, la santa Madre de Dios. Preséntese a ti Jesucristo con rostro lleno de dulzura, y colóquete en el seno de los que rodean el trono de su divinidad. No experimentes el horror de las tinieblas, ni los tormentos del suplicio eterno. Huya de ti Satanás con todos sus satélites. Líbrete de los tormentos Jesucristo, que fue crucificado por ti; colóquete Jesucristo, Hijo de Dios vivo, en el jardín siempre ameno de su paraíso y, verdadero Pastor como es, reconózcate por una de sus ovejas. Perdónete misericordioso todos tus pecados; póngate a su derecha entre sus elegidos, para que veas a tu Redentor cara a cara y, morando siempre feliz a su lado, logres contemplar la soberana Majestad y gozar de la dulce vista de Dios, admitido en el número de los bienaventurados, por todos los siglos de los siglos. Así sea».
Hasta el cielo no paramos.