jueves, mayo 2

Los candidatos canjearon las propuestas económicas por chicanas con un perfil tuitero

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Nota extraída de La Nación por Diego Cabot

Pese a que la situación de la economía está a tope entre las preocupaciones de los argentinos, los candidatos no esbozaron sus ideas para bajar la inflación o controlar el dólar.

El camino a la Casa Rosada en el que están inmersos los candidatos tenía un mojón en Santiago del Estero. Ese era el lugar, según lo que establece la ley electoral, donde los cinco debían hablar de economía. Después de lo que se escuchó, esta nota, que se proponía repasar los conceptos económicos, podría terminar acá.

Es verdad que el formato y el tiempo que tuvo cada uno implican un renunciamiento al desarrollo de una idea, casi como la consagración del titular o la institucionalidad del tuit de 140 caracteres. Pero, incluso frente a estas limitaciones, los candidatos deberían haber podido enumerar alguna medida concreta, que tenga algún sustento argumental.

Pero no hubo caso. Cuando los candidatos lleguen a sus casas, relajen y duerman, repasarán sus intervenciones y lo que consideran sus aciertos o sus yerros. Pero los televidentes, que salen los lunes a trabajar, volverán a la vida del 180% de inflación anual, de pobreza que ya pasó el 40% y del dólar a 800 pesos. Ninguno de ellos, además, podrá ilusionarse con alguna medida concreta que haya salido de aquellos atriles de Santiago del Estero.

Está claro que el capítulo de los números fue el más condimentado, porque todos los candidatos tenían sus “créditos” para contestar. Dos de ellos, Sergio Massa y Javier Milei, se los gastaron a todos en ese segmento. Pero pasado ese tiempo, quedó sabor a poco.

De lo poco que hubo, claramente, Massa terminó siendo el bufón de la kermese al que había que pegarle pelotazos y tirar. Ligó por todos lados con la inflación y los números de la economía. Claro que podría haber sido mucho más difícil para el candidato del oficialismo, pero a Patricia Bullrich le cuesta ese terreno y Milei le ofreció un perdón. Sin embargo, la candidata de Juntos por el Cambio fue certera: “Massa -dijo la exministra de Seguridad con el tono castrense de usar apellido y tuteo- explícales a los argentinos como siendo un pésimo ministro de Economía querés ser un buen presidente. Hiciste todo mal, duplicaste la inflación, el dólar y ahora, como presidente, ¿vas a ser distinto?”.

Luego, algunas generalidades. Milei no habló de la dolarización y Massa esbozó la ilusión de una moneda digital en un país que destruye la moneda física con más y más emisión. Bullrich hizo base de su propuesta de bajar el gasto público, Myriam Bregman fue contra el Fondo Monetario Internacional (FMI) y Juan Schiaretti, una vez más en su carrera política, no logró traspasar los límites de Córdoba. Demasiado poco para un aspirante a ser presidente.

Como se dijo, fue el momento más esperado y uno de los que encendieron las respuestas y las réplicas. No hubo más que eso. Las omisiones del debate se trataron de una imposibilidad de redondear las ideas en tiempo corto o de falta de planes concretos. O bien, fue la conciencia plena que tienen los candidatos sobre la imposibilidad de enumerar las soluciones por temor a espantar votos.

Los tres principales saben que los remedios necesarios para cambiar el rumbo tendrán fuertes consecuencias en el corto plazo. En los grupos que los prepararon saben perfectamente que no es tiempo de dar malas noticias, apenas definir temas amplios como dolarizar sin decir cómo; bajar el gasto público sin entrar en detalles sobre qué sectores se ajustarán o hablar de una agenda productiva, uno de los clichés más remanidos e indefinidos de la política económica.

Lo cierto es que pasó el capítulo económico que estaba previsto en los debates presidenciales. Un repaso parcial de la historia que trajo a la Argentina a este lugar de pobreza e inflación récord en 30 años y un diagnóstico certero de la caótica situación económica. Algo que se conoce. Ahora bien, del futuro, poco; demasiado poco, pese a ser el tema que está al tope entre las preocupaciones de los argentinos.