La foto con Messi no gana elecciones

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Nota extraída de Clarín por Fernando González

Alberto Fernández intentó un encuentro con los campeones de América. El fútbol con Alfonsín, Menem y Cristina

Desde que la Argentina es competitiva en el fútbol mundial, el poder político ha intentado apropiarse de sus momentos inigualables de simpatía social. La última dictadura militar publicitó el Mundial ’78 para vender una imagen de moderación que nadie le creyó.

Carlos Menem fue a Italia a ver el debut de la Selección campeona en 1990, y se encontró con una derrota inesperada ante el débil Camerún. Y Cristina apostó a una caravana épica desde Ezeiza al Obelisco con los subcampeones del 2014 en Brasil, que terminó con violencia, vidrieras rotas, represión policial y los jugadores argentinos pidiendo que se pusiera fin de inmediato a todo aquel despropósito.

En aquella Selección, que se quedó tan cerquita de ganar el Mundial en el estadio Maracaná, jugaban Lionel Messi, Angel Di María, el Kun Agüero, pero también Javier Mascherano y Gonzalo Higuaín.

Los tres primeros acaban de participar en la revancha de Maracanazo ante el mismísimo Brasil por la Copa América y, desde la madrugada larga del domingo, comenzó una negociación tensa para conseguir la esperada foto del presidente Alberto Fernández con el capitán y por lo menos algunos de los flamantes campeones del continente, ya que varios partieron hacia Europa para reintegrarse a sus clubes.

Funcionarios del gobierno y algunos intermediarios con supuesta llegada a Messi participaron de los contactos que no llegaban a buen puerto. Primero se intentó hacerlo el domingo a media mañana en la sede de Ezeiza, donde concentra la Selección, y hasta se hicieron preparativos para que fueran hasta allí el Presidente y Sergio Massa, pero no pudo ser.

Los últimos intentos fueron para lograr que la foto se hiciera el martes por la mañana, antes de que Lionel iniciara una cortas vacaciones en EE.UU., y de seguir hacia Barcelona para retomar las cruciales negociaciones y develar la incógnita que desvela al mundo del fútbol: si continuará o se despedirá del club donde juega y ya es leyenda.

Pero fue el propio Alberto Fernández el que pareció ponerle punto final a la novela cuando habló por radio el lunes por tarde. “Me propusieron ir a Ezeiza e inmediatamente dije que no, que no era oportuno porque había que cuidar los protocolos”, fue la frase del Presidente, quien reconoció los contactos para que se produjera la foto con los campeones. Si la cuestión era la cuarentena, muy respetable por cierto, un zoom con los campeones no se le niega a nadie y tiene la misma repercusión mediática.

Es difícil que Messi hable alguna vez del tema, para confirmarlo o para desmentirlo. Le alcanza con las polémicas que debe enfrentar en Barcelona y con las explicaciones incómodas que tuvo que dar cuando el fisco español le reclamó impuestos que su fundación no había pagado. Pero los allegados a la Selección saben que hay dos cuestiones que le habían provocado enojo al capitán. El primero es la suerte que corrieron los 32 respiradores que el crack donó para la lucha contra el Covid en su ciudad natal, Rosario. Los aparatos quedaron varados en el aeropuerto de Fisherton porque la Anmat no los autorizó por la falta de un certificado de homologación de una oficina estatal española. Bah. Un minimalismo burocrático que se podría haber resuelto con dos mensajes de Wahtsapp.

El otro motivo que fastidió a Messi, y al resto de los jugadores de la Selección, es el cambio de sede de la Copa América. Se sabe que la mayoría de los funcionarios cercanos al Presidente consideraban factible poder llevar adelante el torneo con los debidos protocolos, pero la opinión de Cristina y Máximo Kirchner pesó más para que se suspendiera y se trasladara a otro lugar.

El equipo de Lionel aceptó jugar la Copa con la condición de mantener la concentración en Ezeiza y volver al país después de cada partido. Claro que el fútbol tiene, al decir de Dante Panzeri, la dinámica de lo impensado. Y el incordio de jugar en Brasil trajo una recompensa de magnitud histórica: la consagración en el Maracaná, un hito que no se le dio ni siquiera a Maradona.

Al final, hombre optimista si los hay, el que tuvo el premio de la foto con Messi fue Daniel Scioli. El embajador argentino en Brasilia voló el sábado a Río de Janeiro, supervisó el operativo de entrega de las 2.200 entradas para argentinos en el consulado carioca y, apenas seis horas antes del partido, se permitió un pronóstico arriesgado al hablar con CNN Radio. “Vamos a ganar en los noventa minutos de juego; no va a haber alargue ni penales”, profetizó. Entró al campo de juego ni bien terminó la final y se llevó varias instantáneas junto a los campeones. Viralizada en las redes, la imagen en la que Messi le sonríe y casi lo abraza provocó las maldiciones más repetidas en la Casa Rosada.

La ansiedad de los dirigentes políticos por contagiarse del aura triunfal del fútbol todavía no tiene correlato en los resultados electorales. Menem ganó su reelección luego de dos mundiales fallidos, y Cristina arrasó en 2011 después que la Selección fracasara en la Copa América jugada en la Argentina, con estadios remodelados y un equipo de estrellas encabezados por Messi y Carlitos Tévez.

El politólogo Andrés Malamud es uno de los cientistas que se muestran escépticos con la incidencia que tiene los goles a la hora de las urnas. “El impacto dura diez días; después el país se olvida y vota lo que se le da la gana”, afirma convencido.

De todos modos, si hay que hablar de renunciamientos fotográficos, nada va a poder superar al de Raúl Alfonsín en 1986. Siendo presidente y con el país entrando en zona de crisis, tuvo el regalo de la Selección Argentina campeona mundial en México y con Maradona como estrella absoluta. Todo el equipo fue a la Casa Rosada y él mismo los invitó a salir al balcón, donde rugía una multitud por la que cualquier político hubiera dado la vida. “Vayan muchachos, el triunfo es sólo de ustedes”, les dijo generoso. Y la Plaza de Mayo explotó en sintonía de amor con sus campeones.

Pero la Argentina, país especializado si los hay en destruir los sueños, le propinó a Alfonsín una derrota catastrófica apenas un año después del Mundial, preludio del abismo en el que se fue deslizando su gobierno. Otra lección de la historia que se resisten a aprender los que se encomiendan a una fotografía