Quién es la mujer acusada de acuchillar a sus hijos y que podría salvarse de la pena capital

0
301
Darlie Router dijo que un intruso había asesinado a sus pequeños. Pero la investigación la contradijo. Muchos creyeron en su inocencia, pero el tribunal la sentenció. Hoy, a 24 años del horror que sacudió a Texas, una enigmática pista podría sacarla del corredor de la muerte

Tras 24 años en prisión, acusada por haber asesinado a sus hijos, Darlie Routier espera por una enigmática pista que podría sacarla del corredor de la muerte. Su madre, su hijo Drake y su ex marido confían en su inocencia y sueñan con verla en libertad. Ella siempre juró ser inocente. Sus abogados están convencidos de que la llave de su libertad está en una huella que aún no pudieron identificar.

Darlie Routier tenía 26 años cuando se encontraba con sus dos pequeños, Devon y Damon, en la sala de estar de su casa en Texas, Estados Unidos. Los chicos, de 6 y 5 años, dormían junto a su madre en el piso inferior, frente a la televisión. Ella tapada con una colcha, en el sillón de cuero negro; sus hijos, sobre el suelo, con sus mantas y almohadas. Darin Routier, el padre de familia, lo hacía arriba, en su dormitorio matrimonial con Drake, el más pequeño de solo 7 meses. Un ruido de vidrios rotos y los gritos destemplados de su mujer lo despertaron sobresaltado.

Eran las 2:31 de la madrugada del jueves 6 de junio de 1996. Darin manoteó los anteojos y bajó saltando los escalones, casi sin vestirse. Abajo, el living era un mar rojo. Por sobre los gritos de su mujer, reinaba el frío silencio. Esas figuras quietas, como dibujadas sobre el piso, eran sus hijos. Parecían durmiendo, tal como los había dejado un rato antes. Darlie decía histérica que un hombre blanco vestido de negro, con una gorra, los había acuchillado a ella y a los chicos.

Devon, con el pecho lleno de agujeros; Damon, con los ojos bien abiertos, lucha desesperado para poder respirar. Ella llama al 911 mientras él intenta salvar la vida de sus pequeños, pero ya no hay nada para hacer. Un minuto después, la policía ya está allí, en aquella preciosa casa de dos plantas, de estilo victoriano y ladrillo a vista, en la calle Eagle Drive 5801, de Rowlett, en los suburbios de la ciudad de Dallas, en el estado de Texas, Estados Unidos.

La policía revisó la casa y la zona, pero no encontró nada, ni nadie. Luego llegó la ambulancia. Los chicos tienen heridas mortales. En cambio, las heridas de Darlie, no suponen un grave riesgo. La ambulancia la traslada al hospital donde le suturan los tajos del cuello y del brazo. Un par de días después es dada de alta.

Las declaraciones testimoniales de ambos padres no coincidían, y sería una de las pruebas que utilizaría la justicia para desconfiar de la inocencia de Darlie. Pero un hecho en particular fue el que terminó por condenar a la madre despechada: un festejo de cumpleaños sobre la tumba de uno de los pequeños asesinados terminaría por perjudicarla.

El 14 de junio, tres días después de haber sido enterrado y el día que Devon hubiera cumplido 7 años, Darlie y Darin llevaron a cabo un festejo que resultaría sumamente perjudicial para la joven madre en el juicio que vendría. Celebraron el cumpleaños de su hijo mayor en el cementerio: soltaron decenas de globos amarillos celeste y rojos y cantaron, al lado de su tumba, el Cumpleaños Feliz. No parecían padres devastados. No había llantos ni enorme desolación.

Esas imágenes serían el pasaporte de Darlie a la pena de muerte. La opinión pública, los investigadores del caso, la fiscalía y los jurados, las considerarían un espectáculo morboso.

Para los investigadores de homicidios, el relato de lo ocurrido contado por Darlie no conjugaba para nada con la escena del crimen. El de Darin, concordaba perfectamente. Sumado a esto, la policía local encontró una media de Darlie fuera de la casa, con sangre de sus hijos. Además, algunos testimonios de vecinos y amigos de la acusada terminaron por condenarla, al menos en el ámbito público.

Como el matrimonio tenía más deudas dedujeron que ella habría matado a sus hijos por codicia: porque no estaba pudiendo sostener su altísimo nivel de vida y porque querría cobrar las pólizas de seguro de vida de los chicos de 5000 dólares.

La única huella dactilar no identificada (que no pertenecía a nadie de la familia ni a nadie que hubiese participado de la investigación y hubiera estado en la casa) fue hallada en la mesa ratona. Pero estaba demasiado dañada para extraer el ADN.

El 4 de febrero de 1997, Darlie fue condenada a la pena de muerte por inyección letal, por el homicidio de su hijo Damon. El asesinato de su otro hijo Davon, increíblemente, nunca llegó a juicio.

En 2018, tanto la defensa como la acusación estuvieron de acuerdo con hacer una tercera ronda de testeos de ADN de la escena. En especial de la huella dactilar de la mesa ratona. Lo hicieron, pero no han encontrado a quien pertenece. De acuerdo a uno de sus abogados, el doctor J. Stephen Cooper, la historia de la huella no identificada no terminará aquí. Confía en que, con la ayuda de Proyecto Inocencia de Nueva York, que se ha unido a la defensa recientemente, podría por lo menos quitar a Darlie del corredor de la muerte. Están convencidos de que en esa enigmática huella está la llave de su libertad.

Por ahora, Darlie con 50 años cumplidos, sigue parada en su fila de la muerte. En 2022, tendrá la misma cantidad de años vividos en prisión que los disfrutados en plena libertad.