Debate por el salario básico universal:¿por qué no probamos con trabajar?

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Con un experimento escandinavo -impracticable hoy en la Argentina- el kirchnerismo logra incomodar a la oposición: por qué debería animarse a debatir.

Nota extraída de TN por Diego Dillenberger

“No está la posibilidad en este momento de avanzar con un salario básico universal, no dan las cuentas”, admitió el jueves la portavoz del gobierno. Gabriela Cerruti apuntaba a calmar los ánimos de mercados que ya palpitan la aceleración hacia el precipicio económico. Un “superplan” para unos ocho millones de trabajadores informales sin ninguna contraprestación costaría como mínimo dos puntos más de déficit fiscal sobre el PBI argentino: algo así como un Titanic poniéndole proa al iceberg a velocidad supersónica.

Pero la respuesta de Cerruti en la primera conferencia de prensa luego del atolondrado nombramiento de la ministra de Economía Silvina Batakis como reemplazante del renunciado Martín Guzmán también trajo cierto alivio a la oposición. Y no precisamente porque hubiera desactivado una nueva bomba para el propio gobierno, que viene de dos años y medio de gestión minando su propio terreno con explosivos con su política económica.

La propuesta de salario básico universal, nacida en lo más profundo del kirchnerismo duro y con aval de la todopoderosa vicepresidenta Cristina Kirchner, es una idea futurista que se llegó a debatir años atrás a modo de experimento en países nórdicos hiperprósperos, como Finlandia o Suecia. Líderes piqueteros leales a Cristina Kirchner, como Juan Grabois, siguen insistiendo.

Cristina Kirchner sabe cómo recuperar su electorado empobrecido del conurbano que hoy se aleja cada día un poco más en las encuestas.

Los debates en esos países ultradesarrollados y sin pobreza apuntaban a que todo ciudadano, ganara lo que ganare y tuviera el patrimonio que tuviere, cobraría ese salario básico universal para luego decidir si prefiere ganar más trabajando o dedicarse a descansar. Con la invasión de Rusia a Ucrania, el tema salió de agenda hasta en Finlandia.

Pero la idea del kirchnerismo es distinta: se apoya en cierto parecido con ese debate filosófico escandinavo como pretexto, pero sería una suerte de “IFE”, como lo conocimos durante la cuarentena, para los trabajadores informales del conurbano y que duraría toda la vida. Ese electorado esencial para el kirchnerismo ya demostró en las elecciones legislativas del año pasado que perdió parte de la motivación de votar al peronismo. Las encuestas indican que si se votara ahora, estaría mucho más desmotivado.

Pero hay que entender el alivio que sintió la oposición cuando la portavoz desactivó -por ahora- la propuesta de salario universal: semanas atrás el kirchnerismo se anotó un gol en el Senado, cuando consiguió la aprobación de una nueva moratoria previsional que permitirá, como enel anterior gobierno de Cristina Kirchner, jubilar a millones de personas sin aportes suficientes.

El jubileo previsional fue una de las claves de su reelección en 2011. El zorro pierde el pelo, pero no las mañas.

De hecho el “plan platita” que aplicó el gobierno de Alberto Fernández por exigencia de “la jefa” a partir del derrumbe electoral de las PASO del 12 de septiembre último tuvo su impacto electoral positivo para el kirchnerismo en las legislativas de noviembre: terminó acortando la derrota en la provincia de Buenos Aires a un tercio de la diferencia que le había sacado inicialmente la oposición de Juntos en septiembre.

Cristina Kirchner sabe cómo recuperar su electorado empobrecido del conurbano que hoy se aleja cada día un poco más en las encuestas.

La sanción de la moratoria en el Senado salió con el rechazo de los senadores del PRO, pero contó con la abstención de los radicales. En Juntos por el Cambio no hay consenso de cómo contestarle al oficialismo ante esas iniciativas generosas de regalar “platita” a los potenciales votantes del kirchnerismo. Es un tema incomodísimo para la coalición de radicales, PRO y la Coalición Cívica, que, además de contar con muchas candidaturas en pugna, no logró hasta ahora consensuar un plan económico superador del que llevó al fracaso a Mauricio Macri.

¿Se deben mantener?
¿Se deben mantener?

Tampoco tuvo la oposición una idea unificada cuando el kirchnerismo en 2021 logró aprobar una ley de teletrabajo dañina para las empresas y que, como finalmente se comprobó, no contribuyó a generar más empleo privado: la ley que encarece el teletrabajo y les agrega riesgos innecesarios a las Pyme se impuso con votos de Juntos por el Cambio que no atendieron las advertencias de muchos empresarios.

La moratoria previsional de Cristina Kirchner ahora va a Diputados, donde otra vez se pondrá a prueba a la oposición y su falta de plan y consenso que no le encontró la vuelta a debatir con argumentos sólidos contra esos proyectos generosos del kirchnerismo: con el “costo fiscal” de la medida y el argumento de que acelera el choque contra una hiperinflación solo no alcanza. La propia portavoz Cerruti aclaró que no se avanza con la idea del salario universal “por ahora” y porque hoy “no dan las cuentas”.

La oposición perfectamente podría incomodar al kirchnerismo proponiendo que sea este gobierno el que resuelva de un plumazo el grave problema de la informalidad con una profunda reforma laboral.

Pero un gobierno que sostiene con total convicción que emitir dinero no genera inflación, puede reaparecer con ese proyecto de Cristina Kirchner en cualquier momento que vea ahogarse sus últimas chances electorales. Podría poner a prueba en el Congreso la generosidad de la oposición y, si no llegara a salir, sacarlo por decreto.

Lo más llamativo es que la oposición está desaprovechando una nueva oportunidad de oro para recoger el guante y hacerle al kirchnerismo una verdadera “toma de judo” y hacerlo tropezar con el envión de su propio golpe: el principio del judo es usar la fuerza del oponente para voltearlo.

La oposición perfectamente podría incomodar al kirchnerismo proponiendo que sea este gobierno el que resuelva de un plumazo el grave problema de la informalidad con una profunda reforma laboral.

En la rigidez para contratar, los altos impuestos laborales y -especialmente para las Pymes- la “industria del juicio laboral” explica que la mitad de los trabajadores argentinos esté en la informalidad absoluta.

Debate por el salario básico universal: ¿por qué no probamos con trabajar?

Facilitando que la actividad privada pueda incorporar al empleo formal a la mayoría de los trabajadores de la economía informal, el salario universal se vuelve innecesario. De hecho, uno de los motivos que explican por qué la economía argentina no crece desde hace más de una década es que el único empleador hoy es el Estado.

Los privados prácticamente no contratan, aunque miles de Pymes guardan sus proyectos en el cajón por las dificultades para contratar en blanco. Facilitando el empleo en blanco, con menores costos laborales y sin riesgo judicial, se abriría la puerta a que se creen cientos de miles de Pymes nuevas. El anterior gobierno de Mauricio Macri intentó aprobar una muy mal “vendida” reforma laboral, pero el peronismo se la bochó.

Ya el malogrado gobierno de Fernando De la Rúa terminó cayendo anticipadamente a raíz de un intento de flexibilización laboral que rechazó el peronismo. Macri cometió el mismo error de De la Rúa: no supo comunicar la necesidad y los beneficios de esa reforma para lograr el suficiente consenso con la opinión pública para que el peronismo no se pudiera oponer.

Ahora la oposición tiene una nueva oportunidad para aprovechar la idea delirante de salario básico universal en un país con 40 porciento de pobreza y una inflación que apunta a los tres dígitos y proponer que sea la iniciativa privada la que genere el empleo formal y registrado para los millones de cuentapropistas, informales y “planeros”.

Un salario universal funcionaría como hoy lo hacen los planes sociales: solo fomentarían el empleo en negro. Nadie se arriesga a perder su plan por trabajar en blanco, y la mayoría de las empresas, incluso Pymes, le huyen a contrataren negro por el altísimo riesgo de juicios y multas. En síntesis: los privados prefieren no contratar y no crecer, y los trabajadores eligen el plan y -de última- trabajar, pero solo en negro, para complementar el plan.

Este dislate es la Argentina de hoy. La mitad de los trabajadores del sector privado está en la informalidad y no tiene aportes jubilatorios ni obra social ni ningún derecho. Y el único empleador es el Estado, que en las dos décadas de kirchnerismo duplicó su plantel. Así es como llegamos al déficit fiscal crónico que genera esa inflación crónica.

El kirchnerismo sabe esto, pero también está tranquilo de que la oposición no recogerá el guante para dar un debate que siente incómodo.

¿Podría el kirchnerismo sacar por decreto el salario básico universal cuando se acerquen las elecciones? Un eventual gobierno de la oposición se vería obligado a vetar ese “presente griego”, y el peronismo podría hacer lo que mejor sabe hacer: tomar las calles para protestar por ese “ajuste” y tirar toneladas de piedras.

Mucho mejor idea para la oposición sería hacer esa “toma de judo” y proponerle debatir ya mismo al gobierno de Alberto Fernández si no sería mejor probar con trabajo y no “platita” a cambio de nada.

A diferencia de las épocas de De la Rúa o Macri, hoy la opinión pública entiende la necesidad de una reforma laboral, como lo comprobó ya el año pasado una encuesta de la Universidad de San Andrés que muestra que el 64 por ciento está a favor.

Y en esa misma proporción, la gente quiere que se eliminen los planes sociales, según la encuesta de mayo de Zuban, Córdoba.

Para el kirchnerismo este sería un debate tan incómodo cómo para la oposición el del salario universal.

Propuesta de nombre para esa “toma de judo” de la oposición al gobierno: ¿y si probamos con trabajar?