martes, mayo 28

Los límites que exasperan a Cristina

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Nota extraída de Clarín por Eduardo Van der Kooy

La vicepresidenta dejó en evidencia su declive al no poder evitar las PASO. Ese desafío la enoja. Sus candidatos están obligados a barrer a Scioli. Para terminar también con Alberto.

Dos errores de apreciación, casi conceptuales, han marcado la primera mitad del año electoral. Uno correspondió al oficialismo; el otro, a la oposición. Cristina Fernández y el kirchnerismo supusieron que podrían ser inmunes a los efectos políticos de la mala gestión del gobierno que entronizaron en 2019. Por primera vez desde el 2009, cuando la ley fue impulsada por Néstor Kirchner, la fórmula presidencial deberá salir de una competencia en las PASO. Con el dedo de la vicepresidenta no alcanzó para disciplinar a todos.

Juntos por el Cambio, desde la victoria en las legislativas del 2021, conjeturó que su regreso al poder estaba garantizado. Porque asistía –imaginariamente– al ocaso peronista. Esa interpretación desató dos fenómenos: la pérdida del sentido de unidad, puntal de su existencia; la disputa por las candidaturas que, amén de una furia inconveniente, repuso dudas sobre la verdadera identidad de la alianza para gobernar. Aquellos dos equívocos podrían explicar la novedad de la escena: La Libertad Avanza, de Javier Milei. Su verdadero volumen estaría siendo auscultado luego de los magros comportamientos en las once elecciones provinciales realizadas hasta ahora.

La debilidad y enfado de Cristina por no tener ya el fuego que tuvo quedó de manifiesto en dos cosas. Con toda su estructura disponible (las cajas, el PJ, el Frente Renovador, los gobernadores y el sindicalismo) no logró imponer la idea de la candidatura única. Alcanzó con la persistencia del Presidente, la voluntad de Daniel Scioli y la ministra Victoria Tolosa Paz para esterilizar en principio aquella maquinaria.

El modo en que terminó aceptando las PASO denunció impotencia. ¿Cómo justificar que la vicepresidenta haya asociado a una intención conflictiva la decisión interna de votar? Muchos de sus papeles se queman. Por otro lado, un texto del PJ de Buenos Aires, que pergeñó Máximo Kirchner, comunicó que se admitían las condiciones de la corriente desafiante porque, de lo contrario, el proceso corría riesgo de judicialización. El kirchnerismo quería introducir un piso del 40% para que la minoría tenga derecho a mechar sus diputados en las listas. Suerte de cerrojo, en verdad, para evitar aquello que los K entienden como impurezas. Terminaron por aceptar el 30%. Está pendiente la convalidación de los avales. Y las trabas que Máximo, heredero de una cultura feudal, coloca a Scioli para competir en Buenos Aires.

La concesión vino con un aditamento que inquieta. En especial a Sergio Massa, quien clama tranquilidad para no terminar de desestabilizar la economía. Máximo denunció una posible interferencia de la Justicia que, a su entender, ha proscripto a Cristina y tuvo intromisiones en las elecciones en Tucumán y San Juan. El misil lo disparó contra el Presidente. Sostuvo que “ojalá hubiesen puesto la misma dedicación y esfuerzo en recuperar el poder adquisitivo de los ciudadanos, en la administración del Banco Central o el acuerdo con el FMI que quedó muy lejos de las bondades que el Presidente anunciara en enero del 2022”. Increíble la ajenidad del diputado. Como si estos años hubiese vivido en Helsinki. Teléfono también para Scioli.

Aquella declaración podría encajar en una disputa frente a Juntos por el Cambio. Indicativa de la ebullición que, probablemente, alcance la interna en el Frente de Todos. Bautizado ahora Unión por la Patria. Tampoco hay de qué extrañarse. No por casualidad el matrimonio Kirchner archivó aquella ley que en 2009 exhibió como una presunta mejora de la calidad democrática. Nunca el consenso ha sido el fuerte de ellos. Supieron crecer solo bajo el reino de la imposición.

La posibilidad de un clima hostil, obliga a Cristina a repasar las pocas cartas que tiene disponibles para el armado de la fórmula. El desafío no es solo externo. Existe ahora una instancia anterior (las PASO) de la cual sería conveniente no salir dañado. ¿Qué pasaría si en medio de la bronca social hubiera ciudadanos que prefieran participar en la interna oficialista para pronunciarse contra la vicepresidenta? . “El riesgo está”, aceptan en el Instituto Patria.

El tablero electoral de Cristina no ha variado demasiado. Solo que las combinaciones podrían alterarse por la escala previa que representa Scioli. El ministro de Economía no para de recular. Se abrazó al kirchnerismo. Dejaría únicamente su cargo para convertirse en candidato. Tragó el sapo de las PASO. Ni la inflación que permanece en el orden del 8% mensual lo inhibe. Confía en que el Fondo Monetario Internacional (FMI) termine tendiendo una mano. La incertidumbre enorme sería la transición. Y el ocupante del ministerio si se metiera en la campaña.

Cristina guarda otras dudas. La primera: el riesgo de repetir con Massa la traumática experiencia que tuvo con Alberto. Hay una diferencia: estaba segura en aquella ocasión de la victoria del actual presidente; de la misma manera supone que esta elección sería irremontable. El día después mostraría la despedida del líder renovador. Si perdiste, fuiste. Tampoco la dama confía en que la postulación de Massa fidelice el voto K.

Aun así, en las encuestas figura por encima de Eduardo de Pedro. El ministro del Interior alarga sus recorridas como precandidato en la calle y en la televisión. En un día anduvo en cuatro distritos del Conurbano. Va construyendo alguna estructura, sobre todo afincada en el universo sindical. Quien supo ser anti kirchnerista, el gastronómico Luis Barrionuevo, ahora lo cobija. Recoge otros pequeños favores impensados. Después de aquella fricción con Claudio Tapia en la llegada de la selección campeona en Qatar sobrevino una palmada. El titular de la AFA autorizó la afiliación a la Primera D del Club Social Mercedes. La ciudad de origen de De Pedro.

En el Instituto Patria se barajó la posibilidad de unirlos en una fórmula, con Massa a la cabeza. Objeción: se trataría de una ecuación rigurosamente bonaerense. Con dos descuidos: el género (la ausencia de una mujer) y el federalismo. La mayoría de los gobernadores sigue bajo el paraguas kirchnerista. Una sola persona subsanaría la falta de aquellos requisitos. Además, permitiría incorporar el apellido Kirchner en la boleta. ¿Fue una casualidad que Cristina haya subido a la escena en Río Gallegos a su cuñada Alicia, la gobernadora de Santa Cruz?

El ministro de Economía dice no tener inconveniente con nadie para compartir la fórmula. La presencia de Scioli lo estimula en la competencia interna. Mantiene con el ex gobernador viejísimas diferencias personales. Quizá no deba pasar por alto un detalle. El motonauta sabe que se trata de su última oportunidad en la liga política mayor. Quizá mute la acostumbrada intrascendencia por confrontación. Su proximidad con Martín Guzmán y Matías Kulfas representaría un indicio. Una muestra: replicó a Máximo las duras críticas cuando se resignó a la realización de las PASO.

En Scioli anidaría también un deseo de desquite. El multi funcionario jamás terminó de procesar su derrota frente a Mauricio Macri. El punto y medio de diferencia en contra en el balotaje lo adjudicó a malas artes kirchneristas. Presunto repliegue en la campaña del 2015.

Scioli inició la recorrida con algunos intendentes peronistas del Conurbano. No tuvo rechazo, aunque en esa geografía esperan las definiciones de la vicepresidenta para adoptar la estrategia final. Aquellos hombres carecen ahora de iniciativa política. Días atrás mantuvieron un encuentro con Axel Kicillof. El gobernador los entusiasmó con su plan reeleccionista. Cuando le propusieron acelerar la campaña recibieron una admonición: “Todavía no. Debo esperar que Cristina resuelva el candidato a presidente”.

En la mesa electoral de Juntos por el Cambio se advierte otro dinamismo. El armado del rompecabezas no depende de una persona, aunque Macri no cesa de inmiscuirse en la dirección de campaña que consolida Patricia Bullrich. No hace lo mismo, porque le interesa menos o no lo dejarían, en el campamento de Horacio Rodríguez Larreta. La mayor incógnita reside en conocer qué lugares ocupará el radicalismo en la grilla de las PASO. Entre compañeros de fórmula y algún presidenciable.

El eje en la coalición opositora empieza a ser la elevada temperatura que toma la campaña interna. No sucede únicamente con los presidenciables. También en provincias como Santa Fe donde se acusa a un precandidato, Maximiliano Pullaro, ex ministro de Seguridad provincial, ligado a Bullrich, de tener supuestos vínculos con el narcotráfico. ¿Cómo se vuelve de semejante confrontación? ¿Qué sucedería con los votos de uno y otro en la elección general? ¿Podrán complementarse? ¿O abrirían una brecha que favorecería a un tercero?

El ensimismamiento opositor con su interna obedece a la creencia prematura de una dura derrota peronista. Es cierto que hasta ahora en las elecciones realizadas al kirchnerismo le ha ido pésimo. No sucede lo mismo en los territorios donde dominan los caudillos del PJ. La caída de Alberto Rodríguez Saá en San Luis puede contraponerse con la vigencia siempre opaca del peronismo en Tucumán.

El tres veces ex gobernador, ex senador y hombre fuerte, José Alperovich afronta desde 2019 una causa por abuso sexual y violación. Está en las puertas del juicio. En vísperas de las PASO se reveló un drama en Chaco por el asesinato de la joven Cecilia Strzyzowski, nuera del piquetero Emerenciano Sena, cercano al gobernador Jorge Capitanich. Esas organizaciones se replican en otras provincias. Al estilo de la condenada Milagro Sala en Jujuy. En la sombra, al amparo del Estado, hasta que algún escándalo descubre sus miserias.

Se trata del mecanismo con que el peronismo se apalanca en el poder. Sus quiebres son los imprevistos. Sucedió en los 90 con el clan de la familia Saadi en Catamarca, luego del crimen de María Soledad Morales. Sobrevino una mejora, aunque en diciembre fue asesinado un ministro. La provincia no se transformó en un cantón suizo.